Giro de 180 grados en la estrategia de defensa. Con un auto de imputación de 227 páginas en las manos, las partes se han dado cuenta de que, de entrada, negarlo todo y partir del principio que permite rechazar las cosas por ser vos quien sois, más bien pronto que tarde, acaba volviéndose altamente perjudicial. Con el proceso madurado, hasta se observa que recurrir la primera imputación pudo ser un graso error. Por distintos motivos, porque se han abonado todo tipo de comentarios y rumores y porque la presunción de los cargos iniciales era menos voluminosa y de tipificación inferior. Se ha impuesto la reflexión y la serenidad en busca del acierto. Ya no caben más pasos en falso. Andan entre cábalas las defensas, el fiscal y hasta es posible que también la Abogacía del Estado y la Agencia Tributaria. Miran a La Zarzuela. Es posible que el exceso de celo haya acabado produciendo el efecto contrario al deseado.

Hay que apurar la creatividad. En una ráfaga de lucidez se ha descubierto que hasta el amor conyugal puede ser un atenuante en un proceso penal. Quien está enamorado de verdad no pregunta ni se interpela. Firma y asiente. La ceguera sentimental se incorpora al mundo del Derecho. Todo un descubrimiento. ¿Cuántos procesos habrá qué revisar?

No, no lo ha descubierto una revista del corazón. Un poco de respeto y altura de miras. Es la vía que exploran, ahora mismo, nada menos que un catedrático de Derecho Penal de reconocido prestigio y uno de los padres de la Constitución. Jesús Maria Silva y Miquel Roca i Junyent trabajan en esta línea. Tienen hasta el miércoles para decidir si recurren o no. Después del ímpetu inicial en sentido contrario, en estos momentos parecen decantarse por no hacerlo. Temen que se instale sobre su trabajo la convicción de que el silencio otorga. Y la evasiva también.

La opinión pública es mucho más veloz que los estamentos judiciales para dictar sus propias resoluciones y ellos tienen el encargo, más allá de los entresijos del caso Nóos, de mejorar la imagen de la Duquesa de Palma y de la Monarquía en su conjunto. Se va llegando a la conclusión, todavía no definitiva, de que lo mejor es que Cristina de Borbón comparezca el 8 de marzo ante el juez Castro y explique que ella no sabía nada, por mucho que se le presuma blanqueo de capitales y fraude fiscal.

Queda sin embargo el escollo de haber usado los fondos de Aizoon para gastos domésticos y operaciones inmobiliarias de financiación poco cristalina. Pero la tendencia es la de concentrarlo todo sobre el marido, Iñaki Urdangarin.

Estos días se han sucedido las reuniones y los viajes. Van a continuar. Parece como si el proceso penal quedara en un segundo plano y empezara a primar más otro, el de blindar la imagen y la reputación de la Monarquía sin someterla a más vaivenes. Se han dado demasiados pasos en falso y ahora se impone el saber actuar sobre seguro. Todos los movimientos que se produzcan en los próximos días, hasta el 8 de marzo, serán observados con máximo detalle y tendrán una incidencia muy desigual.