El X Congreso del PSC-PSOE que hoy concluye en Barcelona se celebra en un momento crucial para el socialismo catalán y para el socialismo español. Tras las elecciones autonómicas catalanas del pasado noviembre, Maragall es presidente de la Generalitat. Tras el 14-M, el primer secretario del partido, José Montilla, es ministro de Industria en el Gobierno español? En suma, los socialistas catalanes, con una posición claramente hegemónica en la vida municipal del Principado, gobiernan la autonomía y participan activamente en el Ejecutivo estatal. No es extraño que uno de los problemas actuales del PSC sea la insuficiencia de cuadros para cubrir tan extensa responsabilidad. Ni que la gestión de Montilla haya sido aprobada con el 100% de los votos.

En este momento "dulce", la explicable obsesión de Maragall -quien hoy podría delegar, por cierto, la presidencia del partido- es conseguir la plena centralidad en Cataluña para desplazar definitivamente a CiU del liderazgo político y social. Y ello, con la legítima ambición de poder gobernar la Generalitat en solitario a partir del 2007, sin las adherencias extrañas de ERC y de IC. Este propósito de acentuar la hegemonía del PSC pretende abordarse por dos vías, la ideológica y la estratégica. En la primera, Maragall se propone asumir plenamente el liderazgo del catalanismo político; con respecto a la estrategia, el PSC, que es un partido urbano, tratará -como ha recomendado Maragall- de reducir la dimensión metropolitana del aparato y de la cúpula dirigente.

Más catalanismo, sí, pero ¿qué catalanismo? Claramente, Maragall pretende desmarcarse del nacionalismo romántico que ha interiorizado desde la Renaixença la derecha catalana y optar por una nueva formulación que no está muy lejos de la que enuncia Carod-Rovira: no se es nacionalista por el origen sino por la adhesión y la pertenencia. Se trataría por tanto de una especie de catalanismo cívico, claramente "republicano". El discurso inaugural de Maragall incluía en efecto estas frases: "la nación ya no es lo que era. Es más el lugar de destino que el lugar de origen. Y se define más por su proyecto social y por sus normas de convivencia que por la fidelidad al pasado [?]. El nacionalismo cansa. Nos une pero empalaga, se lo come todo [..], nuestro catalanismo es más efectivo que el nacionalismo y no menos enamorado de nuestro barrio, de nuestro valle, de nuestros ríos, de nuestros hombres?" y el verdadero patriotismo es el de la dignidad, el respeto y el que identifica los problemas y los resuelve. Maragall resumió en fin su proyecto político en cuatro objetivos: la justicia social, la Europa unida, la España plural y la Cataluña libre.

En la sesión inaugural del Congreso estuvo presente el secretario de Organización del PSOE, José Blanco (en la clausura estará Chaves), quien dio por zanjada la crisis que a punto estuvo de provocar una grave confrontación entre los socialismos catalán y federal (como es conocido, Blanco llegó a plantearse la posibilidad de que el PSOE se presentara a las elecciones del 14-M al margen del PSC): "esta relación no es un problema -dijo Blanco-. Al contrario, es una solución, la mejor solución para que un partido soberano como es el PSC participe plenamente en el socialismo español, y para que el PSOE se sienta plenamente representado por los socialistas de Cataluña y por el PSC".

El Congreso no era evidentemente ocasión propicia para reproducir las pugnas entre Madrid y Barcelona sobre el alcance de las reformas estatutaria y constitucional que prepara la mayoría socialista, y se pasó por tanto como sobre ascuas sobre este persistente diferendo que amenaza con nuevos estadios de conflictividad. Por utilizar el conocido verbo orteguiano, PSC y PSOE tendrán en todo caso que aprender a conllevarse. Se necesitan mutuamente para alcanzar sus respectivos objetivos.