No seré yo quienhaga sangre de crisis ajenas. Ni incitaré, por allá dentro, el espíritu de revancha para devolver las piedras con las que otros nos lapidaron en momentos parecidos. Tampoco voy a dar consejos a nadie, porque me los pueden devolver atados con un lacito para que me los ponga donde me quepan. Pero como los partidos son parte esencial del andamiaje democrático e institucional, a todos nos compete la buena salud de la sociedad en su conjunto. Y a todos nos importan las crisis, sean propias o ajenas. Es una simple cuestión de vitalidad social.

Los partidos, como los matrimonios, para que salgan a flote y consigan crear un cuerpo social, unido y solidario, han de haber pasado y superado algunas crisis: De crecimiento, liderazgo, invasión ajena, "corrientes" que constipan, derrota electoral, ambición desmedida, definición ideológica, aparición de "egos" unipersonales, falta de democracia interna, mensajes equivocados, peleas, rencillas enquistadas, intereses inconfesables. Como toda obra humana, reflejan tantas situaciones como comportamientos personales.

Algunas crisis son "lógicas", incluso necesarias, para no perder su referencia respecto de la sociedad: Algunas, poquísimas, son de crecimiento, generadas por la tensión entre la necesidad de dar respuesta a la sociedad y los recelos conservadores a ampliar la estructura. Otras son de identidad y de redefinición de nuestro "hábitat natural", en función de la estrategia invasora de los partidos del entorno más inmediato. Pero la mayor parte son crisis de reubicación en una sociedad que nos da la espalda electoral y que rechaza la mercancía que nosotros le ofrecemos. En estos casos, hay que seguir la política comercial de Don Isidoro o Don Amancio, que en esto de vender saben mucho: dar un vuelco a los esquemas comerciales, renovar la producción, acomodar los mensajes a las demandas del público o -si se tiene suficiente capacidad de influencia- dirigir los gustos y las aspiraciones de la gran masa de acuerdo con la definición de la moda del momento. En este zoco o mercadillo de los partidos políticos, el "factor moda" también es un criterio comercial a tener en cuenta. Esta triple tipología la considero lógica. Y la búsqueda de soluciones me parece encomiable.Hay también tres momentos o etapas peligrosas en la vida de los partidos en los que se larvan y se cuecen las crisis, o, simplemente, explotan de forma incontrolada: El primero, al hacer las listas, momento en que cada persona interesada va a hacer valer su posición personal, su dominio de terreno, su capacidad de influencia... Otro momento crítico es el posterior a las elecciones, el día de los ajustes de cuentas por quedar lejos de las expectativas, por no haber llegado a los electores o por no saber pactar con ventaja. Y un tercero precede a la celebración de los congresos, para situarse en una ventajosa pole de salida o para defender posiciones ideológicas determinadas. Son crisis también lógicas que nadie debe extrapolar fuera del marco del partido. Son una demostración evidente de la dinámica de un grupo social vivo, democrático y ágil.De índole diferente son las crisisinducidas desde dentro, sin razones objetivas y evidentes. Se producen cuando los "trepas" de turno agitan y tambalean fuertemente las estructuras del partido para lanzar al vacío a otros aspirantes que, como él, se aúpan por otras partes del andamiaje, apoyados en otras agrupaciones o sectores sociales... Son las crisis más crueles, las fratricidas, propias de gentes sin ética, auténticos arribistas indeseables, dispuestos a hacer mal irreparable al partido y a sus compañeros siempre que ellos salgan mínimamente beneficiados. No pondremos ejemplos, pero un oportunista sin escrúpulos es una desgracia en un partido.Y hay grupos instalados en la crisis permanente. Sin liderazgo claro, con muchas cabezas y fórmulas asamblearias... Son las últimos vientos del Este comunista que chocan con los ventarrones del Oeste, más fuertes y constantes. El tiempo juega en su contra.Fuera de estos casos y de estas situaciones, la tónica general es la calma chicha, controlada por la estructura del partido. Una calma que no debe incitar al sueño, ni a la apatía, ni a la desconexión con la realidad social, porque es cuando se corre el peligro de desviarse de los intereses reales y de las aspiraciones mayoritarias de la sociedad. Son momentos que precisan de grandes dosis de realismo si no quiere exponerse a graves crisis electorales por rechazo en las urnas.Las crisis "lógicas" no hay quedramatizarlas. Pero tampoco hay que minusvalorarlas. Lo importante son las soluciones. Que sean realistas, que definan el espacio, que se dirijan a estratos sociales concretos, que vendan mercancía ideológica con salida en el mercado electoral, que no se deje comer el terreno por sus vecinos, que sepa pactar cuando haga falta, que sepa discernir a su adversario natural, que evite guerras inútiles contra molinos de viento, que sea realista en sus planteamientos, que huya de vacuidad y fatuidad de las utopías -porque son un simple engañabobos-, que tenga los pies en tierra... Y las salidas van desde una leve variación de rumbo hasta la refundación, la redefinición o la vuelta empezar. Son simples consejos, desde la humildad y el respeto. De nada.

(*) Joan Huguet Rotger es Portavoz del Grupo Parlamentario Popular.