Martí Lucena, arquitecto director de la reforma del Hostal Términus de Palma: «No podemos convertir todos los edificios patrimoniales en elementos momificados»

Ha sido vocal del colegio de Arquitectos, reivindica la conservación bien entendida frente al derribo indiscriminado y es el director de la reforma que se está realizando en el que fuera Hostal Términus de Palma

Martí Lcena posando para la entrevista de este diario.

Martí Lcena posando para la entrevista de este diario. / Guillem Bosch

Pere Estelrich i Massutí

Pere Estelrich i Massutí

¿Cómo es trabajar con y para la administración pública?

Puede ser fácil y difícil al mismo tiempo, pues es conocida la lentitud de toda administración pública y su burocratización, pero por otra parte tiene la ventaja de que es respetuosa con los proyectos una vez aprobados. Otra cuestión es la atadura con el presupuesto, que te compromete. Por otra parte, la administración permite a un arquitecto poder llegar a proyectos que serían inviables por la vía privada.

Restaurar un edificio que ya existe o cambiar el uso que tenía ¿no compromete con la historia? 

Más que compromiso con la historia, hablaría de conocimiento de la misma. Modificar un elemento patrimonial implica conocer su historia. 

¿Todo es rehabilitable?

Rehabilitar es también elegir, pues obliga a seleccionar lo que sí debe ser dejado tal cual y lo que no, incluso lo que debe ser eliminado.

¿Eliminar?

No podemos convertir todos los edificios patrimoniales en elementos momificados, debemos darles un uso para poderlos mantener. Sí podemos momificar un Talaiot o Sa Llotja, que tienen un valor por sí mismos y pueden visitarse, pero la mayoría de edificios públicos deben reconvertirse para poder ser usados y eso exige cambios según la época.

¿Serviría esto también para el edificio de GESA, el que, según la canción de Antonia Font, «se desmorona»?

El edificio de GESA tiene en sí mismo un gran valor patrimonial, pero diría que ha tenido mala suerte pues ha sido un edificio de oficinas y que o bien por su ubicación como elemento aislado y por su presencia a veces incluso molesta o bien por no saber qué hacer con él, ha sido dejado de lado. Esperemos que eso pueda resolverse y que, si se da el caso de darle nuevo uso, se haga a través de intervenciones que lo hagan más sostenible.

¿Nuevo uso?

Bueno, se habla y se ha hablado mucho sobre ello, aunque pienso que continuaría siendo un magnífico edificio para oficinas, tal como fue proyectado en sus inicios. GESA, sin duda, continúa siendo un muy buen espacio para usos administrativos.

¿Y Son Busquets?

No conozco muy bien el tema, solamente de forma superficial y como ciudadano de a pie, pero no comprendo por qué a una cosa qué ya es nuestra sea tan difícil darle uso, todo por conflictos entre diferentes partes de la administración, que en el fondo existe gracias a nuestros impuestos. Por otra parte, debemos plantearnos si este tipo de edificios tienen un valor patrimonial o no. Si no lo tienen pues la pregunta es: ¿hasta qué punto debemos conservar su existencia como tales y de alguna forma condicionar el modelo urbanístico de la ciudad? Repito, si existe en Son Busquets algún edificio que se considere singular, pues debe conservarse, pero si no es así, la trama de la expansión de Palma no puede quedar condicionada.

¿Sigue vigente la idea que tenía Gabriel Alomar sobre el casco antiguo de Palma?

Estas intervenciones hoy serían impensables. El mismo Jaume III, que destruyó la trama existente, quiero creer que hoy no se realizaría; y eso sin poner sobre la mesa que es una vía de entrada para los coches, cosa que hoy es muy criticable, pues el acceso a la parte histórica de las ciudades no debe facilitarse al tráfico.

Y ¿dónde situamos a Gaspar Bennàssar?

Es sin duda el arquitecto más importante de los primeros treinta años del siglo XX en Palma. Pensó mucho la ciudad, su crecimiento y nos ha regalado edificios muy importantes como El Águila o S’Escorxador. Por cantidad de obra y por importancia de la misma es uno de los grandes que ha tenido la isla.

¿Hacia dónde y cómo debe crecer Palma?

Palma, como toda ciudad del Mediterráneo, será siempre una ciudad densa, que no es lo mismo que ciudad llena de torres de pisos, sino construida a partir de manzanas cerradas, con edificios habitables, no con enormes alturas. La vivienda aislada es la que no funciona bien en el Mediterráneo, las isletas cerradas son más viables y resuelven mejor el problema. Crecer en altura no es necesario, mire lo que ha pasado en muchos pueblos, en los que hay muchas casas juntas, con planta baja más uno o dos pisos, pero en los que se ha permitido construir cuatro o más alturas, eso es una aberración.Volviendo a su pregunta, en el Eixample de Palma, con las medidas que tienen sus calles, diez, veinte metros y algunas hasta treinta, planta baja más cuatro debería bastar, no es necesario autorizar grandes moles de viviendas. Palma, como toda ciudad, debe estudiar cómo y por dónde crecer, pues puedes encontrarte, como ocurre aquí con topes como la vía de cintura, que impiden el crecimiento natural.

Arquitectura y urbanismo ¿van de la mano?

Deberían, pero no siempre ocurre. El urbanismo debería crear normativas que ayudaran a la construcción a la hora de mantener o definir el carácter de un barrio. Y eso tampoco ocurre siempre, pues las normativas muchas veces son absurdas o inexistentes y en lugar de ayudar al mantenimiento de la idiosincrasia de una zona, lo que hacen es eliminar su esencia, mire dos ejemplos muy próximos y que aparecen día sí y día también en los medios: Santa Catalina y Son Espanyolet. No es fácil decidir qué hacer, pero el urbanismo debería servir para intentar diseñar la ciudad más allá de especulaciones e intereses.

En el trabajo del arquitecto de hoy ¿qué tenemos de arte y qué de tecnología?

Una cosa es proyectar y la otra construir. Primero debemos proyectar, que es pensar en resolver el problema del uso que se dará al edificio teniendo en cuenta los factores estéticos. Pero luego viene la parte de la construcción, en el que la tecnología sí juega un papel muy importante. Hoy, como que la tecnología es tal que permite construir cualquier cosa que imaginemos, se hacen aberraciones estéticas, muy costosas e innecesariamente espectaculares. El Arte, el sentido de la estética, para un arquitecto y para cualquier otra persona, es un regalo que te viene dado, lo tienes o no y muchas veces sin ser consciente de ello. Y luego está la parte subjetiva, según la cual no todos creemos hermosos todos los objetos por igual. De todas maneras, todo arquitecto debe imponerse como norma construir teniendo en cuenta la belleza. A veces lo conseguirá y otras no tanto.

Usted prácticamente se mueve por la ciudad usando la bicicleta. ¿Cómo ve Palma un arquitecto sobre dos ruedas y pedaleando?

(Sonríe) Igual que como la ven los que van caminando, un poco más rápido, pero prácticamente vemos lo mismo. Son maneras de entender el desplazamiento urbano, maneras que te permiten parar para hablar con alguien y, sobre todo, contemplar paisajes y rincones que con el coche se te pasan por alto. Y es que el coche ha modificado y mucho, la manera de vivir de todos nosotros, cierto que nos ha permitido ir a sitios que seguramente no podríamos ir, pero su utilización ha desbordado las expectativas. Utilizamos el coche sin medida. Deberíamos prescindir de él para los desplazamientos cotidianos dentro de la misma ciudad.

Y, en ese contemplar la ciudad desde la bicicleta ¿descubre cosas que los demás no vemos?

Bueno, no siempre. De todas maneras, todos miramos demasiado el suelo y menos hacia arriba.

¿Tiene Palma una buena arquitectura?

Su casco antiguo es uno de los mejores del mundo o como mínimo del Mediterráneo, tiene un Eixample que obtiene el aprobado y algunas buenas construcciones, que de forma puntual se nos aparecen. Ahora, en concreto, vivimos una época en la que sí se hace buena arquitectura, no como en los años 70, que fueron horrorosos, arquitectónica y urbanísticamente. Por otra parte, el hecho de tener una bahía como la que tiene Palma, ayuda.

¿Cómo condiciona a un arquitecto el hecho de que la ciudad tenga mar?

No tiene por qué condicionar demasiado, pues se construye mayoritariamente fuera y lejos de la costa. 

Le Corbusier o Frank Lloyd Wright también diseñaron elementos más propios de la ingeniería que de la arquitectura. ¿Qué diferencia a un arquitecto de un ingeniero?

El arquitecto se pone en la piel del ingeniero cuando no encuentra las cosas que necesita. Pongo un ejemplo: si crees que en tal espacio le va bien un tipo de lámpara y no la encuentras en el mercado, entonces puedes atreverte a diseñarla. Pero siempre con la posibilidad que salga algo poco o nada estético. Hoy, con las enormes posibilidades que nos da el mundo del diseño, es poco probable que no encuentres lo que buscas. Volviendo a la época de Le Corbusier, el racionalismo, que usted ha citado, los arquitectos de entonces experimentaban con las maneras de hacer arquitectura y claro, se encontraban con elementos que querían utilizar y que no existían y por tanto debían diseñarlos. Pero hoy eso es menos necesario. En cada época es fácil reconocer su arquitectura propia: si vemos construcciones griegas, romanas, barrocas o renacentistas, fácilmente las podemos situar pues la manera de construir era similar. En el siglo XX esto no pasa. Mire por ejemplo la ópera de Sidney o el edificio de la ONU, tan diferentes y de la misma época. El siglo XX es un siglo complejo, con muchos cambios y avances en los materiales, lo que ha permitido experimentar. El cemento armado o las estructuras metálicas posibilitaron eliminar de la fachada toda la carga del edificio y con ello apareció el racionalismo o también el hecho de que en la decoración tomaran parte las artes aplicadas facilitó el modernismo. Son solo dos ejemplos en los que la técnica ha jugado un gran papel, pero como que hoy la técnica permite construir cualquier cosa, eso ha abierto caminos, algunos, incluso, algo peligrosos. Que puedas llevar a cabo un proyecto sin lógica constructiva ni económica, te permite idear formas extrañas. Utson, el arquitecto de la ópera de Sydney, es un ejemplo de lo que acabo de decir: creó una forma arquitectónica que nada tiene que ver con lo que el edificio alberga, independiente del uso que se le dé. Otro caso es el Guggenhemim, que alberga un museo a partir de una forma diría que extravagante. 

¿Para qué estudiar arquitectura si existen programas informáticos que diseñan, calculan los materiales y demás?

(Sonríe) Pregunta un tanto boutade, pero sí, tiene su sentido. Mire, estudiar, sea lo que sea, ya es en sí mismo importante. Y arquitectura, pues también, piense que a la hora de realizar un proyecto intervienen tantas cosas que es necesario conocer incluso la historia del arte. El valor añadido que da un buen profesor de proyectos no lo da un programa informático. Me siento satisfecho de la época en la que tuve que estudiar en Barcelona, con profesores muchos de ellos referentes. Estudiar siempre vale la pena.

¿Qué no es arquitectura?

Muchos edificios que podemos ver a diario no son arquitectura. Sin duda no toda construcción lo es.

¿Para qué sirve un Colegio de Arquitectos?

Debería servir para defender los derechos de los colegiados, pues para ejercer es obligatorio estarlo. Pero, por otra parte, nuestro colegio ha tenido siempre una tradición dinamizadora, de organización de eventos culturales como exposiciones y ediciones de guías, que de por sí validan su existencia. También elabora estudios y asesora sobre temas de su competencia. La voz del colegio de arquitectos de Baleares debería ser más escuchada.

Que los propietarios extranjeros cuidan más los edificios que compran que los mallorquines ¿es una realidad o una leyenda urbana?

Diría que es más leyenda. Muchos propietarios de fuera, cuando conservan algo patrimonial, lo hacen más pensando en la revalorización económica del edificio que en el valor en sí. Mantienen como inversión más que por sentimentalismo. Pero también ocurre con algunos mallorquines. No todos aprecian por igual ni piensan lo mismo. De todas maneras, vivir anclado en el conservadurismo no tiene por qué ser bueno per se. Cambiar algo ya existente puede hacer que un edificio sea mejor, más sostenible, más habitable. Piense en muchos edificios antiguos en los que cambiando los interiores e incluso retocando las fachadas, se convierten en más habitables. 

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