Toni Gomila, trabajador familiar: «Muchas han preferido no asearse a que se lo hiciera un hombre»
Este 'felanitxer' apunta a un «choque cultural» la desconfianza mostrada a priori por las usuarias
Toni Gomila (31 años) es uno de los cuatro trabajadores familiares que operan en la entidad Arrels i Ales. En total son 68 empleados. Una figura -reconoce- muy feminizada donde le costó «muchísimo» hacerse un hueco. «Solo al verme aparecer me decían, ¿un hombre? Mmm...», rememora. Lo peor -narra- llegó cuando habló de hacer el higiene: «Muchas mujeres preferían no asearse y perder ese servicio a que se lo hiciera un hombre».
Su andadura en este sector arrancó cuando se planteó dejar de trabajar de temporada para tener un empleo fijo durante todo el año. El cuidado de personas dependientes le llamó la atención y, tras formarse en varios cursos del SOIB, tuvo claro que aquella era su vocación: ayudar y cuidar a los más vulnerables. «Es un trabajo muy gratificante que, además de gustarme, pienso que yo algún día también me haré mayor y me gustaría que alguien cuidara de mí», asevera, a lo que añade: «Es el ciclo de la vida, que no se nos olvide».
En cuanto a los motivos que le llevaron a pasar por este periplo hasta «ser aceptado», esgrime como punto de partida la cultura de la sociedad, y más aún de la mallorquina: «Las mujeres siempre se han quedado en casa al cuidado del hogar y los hijos, mientras los hombres iban a la guerra. Ver a un hombre que ejerce como ‘cuidador’ sigue chocando en pleno siglo XXI, parece como si aún fuera tarea de la mujer». Y el tiempo le está dando la razón: el trabajador familiar no entiende de géneros. «Solo requiere trabajar con el corazón, como lo hace Toni», sostiene Catalina Grimalt, familiar de una usuaria.
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