Boulevard: Fina Santiago renunció a la dirección general del Imserso estatal

Ricard Cabot es el mejor de todos nosotros, define el concepto del Diario como comunidad, demuestra que un periodista no tiene por qué ser mala persona y, eso sí, milita en el barcelonismo

Ricard Cabot es el mejor de todos nosotros.

Ricard Cabot es el mejor de todos nosotros. / Bernardo Arzayus

Matías Vallés

Matías Vallés

Fina Santiago estaba destinada a rematar el mes pasado la quiniela de cargos mallorquines en el Gobierno de Pedro Sánchez. La exconsellera de Més, y una de las políticas capitales en la izquierda mallorquina, no iba a ocupar ninguna cuota geográfica ni ideológica. Pablo Bustinduy, ministro de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030, poseía excelentes referencias y la propuso en persona como directora general del Imserso estatal.

Dado que el ministerio en cuestión figura en la órbita de Sumar, se encargaron al diputado Vicenç Vidal las gestiones pertinentes con Santiago. La oferta se concretó antes de las fiestas navideñas. El desenlace es conocido, porque la psicóloga palmesana no figura al frente del Imserso (Instituto de Mayores y Servicios Sociales). Tras su negativa, el cargo recayó en la también psicóloga pero vallisoletana María Teresa Sancho Castiello, que fue nombrada en el Consejo de Ministros del 27 de diciembre.

¿Por qué renunció Santiago al espaldarazo con desplazamiento incluido a Madrid? Porque es la y el único político mallorquín que se plantea la integridad como requisito fundamental. Més ha colocado a su primer diputado en la capital, pero como mochilero de una formación no nacionalista. Con los dos Decretos del miércoles aprobados por 172 votos a 171, no hace falta sobrepujar el peso que ejercería un diputado de Unión Balear o Izquierda Balear en el Congreso. La fundadora de Iniciativa Verds sabe que la lealtad al pacto con los castizos tiene un límite.

Un día más en el centro de salud mallorquín.

Un día más en el centro de salud mallorquín. / DM

Los dos primeros fichajes estelares que negocié para este diario fueron una todavía hoy ilustre periodista deportiva, y el mejor analista cultural que ha dado la prensa mallorquina. Duraron un día, entre los dos. Uno de ellos no llegó a firmar en estas páginas. Pese a tan engorrosos precedentes, me encomendaron una tercera prospección con Ricard Cabot, a la sazón redactor de El Mundo. O como se llamara entonces, no me pidan más precisiones que al eximio Julio Valdeón, que me insultó por provinciano en un perfil de Francina Armengol en dicha publicación donde equivocaba el cargo de la socialista y sus años de desempeño. Una documentación ejemplar, porque en Madrid lo saben todo. Suerte que acertó el apellido.

En la entrevista inicial en el Cristal, Ricard Cabot me pareció un muy correcto alumno de Montesión, que no es un gran comienzo. Si llego a saber que militaba en el barcelonismo, hoy no estaríamos hablando del hombre que define la sección de deportes de este Diario. Con lo más apreciable del carácter mallorquín. Nunca un mal gesto ni una responsabilidad rehuida, amigo de sus amigos porque lo son todos, sin distinción entre recién llegados y veteranos.

También empecé en Deportes, como todo periodista que se precie, pero pronto me relegaron a secciones de menor enjundia como política o economía, pensando que allí no haría tanto daño. En cambio, Cabot es un erudito de la actualidad desde la mesa del fútbol. Le apasiona su trabajo y en especial el de los demás.

Todo periodista se ha preguntado alguna vez qué es un Diario. La respuesta perfecta me la dio Ildefonso García Serena, el mejor estudioso publicitario. «Un periódico es una comunidad», desde luego que no una community. Con estos mimbres ya puedo concluir que Ricard Cabot es el mejor de todos nosotros, define el concepto del Diario como comunidad, a la altura del icónico Joan Riera en el papel callado que desempeña en la redacción.

La confesión es lo más duro, por eso la hemos aparcado hasta el final. Ricard Cabot me gana a diario una batalla en la que no admito disidentes ni cedo cuartel. Nadie debe fiarse de un periodista, y un periodista no debe fiarse de nadie. Si tu madre te dice que te quiere, busca una segunda fuente. Por ello, un buen tipo será un pésimo historiador al galope, hasta que Ricard Cabot me demuestra a diario que un periodista no tiene por qué ser mala persona.

Riño constantemente con mis amigos médicos sobre mascarillas, vacunas y sueldos. El más querido de ellos me cierra la boca con la hoja de servicio, en una sola mañana muy reciente, de un facultativo de atención primaria del Govern. Repasen ustedes la imagen que hoy nos ilustra, por si en los intersticios pueden colar la Medicina, o incluso la Salud. Un día más en el infierno de la atención primaria.

Reflexión dominical epsteiniana: «Es posible visitar Eurodisney y no montar en ninguna atracción, cuesta más creer que alguien visite Eurodisney y no se entere de que es un parque temático».

Suscríbete para seguir leyendo