Una mallorquina en las inundaciones de Australia: "Creí que moriría, el agua arrastraba mi coche y tenía miedo de caer al mar"

Jéssica Aguiló llevaba refugiada desde el martes en una casa de Port Douglas, al noreste del país, para evitar los peligros del ciclón Jasper, pero el domingo decidió continuar su viaje y dirigirse hacia el sur para pasar la Navidad con unos amigos: "Fue una locura, pero como no estaba la carretera cortada creí que podría llegar"

Estado del río Barron este lunes a su paso por Cairns, ciudad cercana a Port Douglas, donde se encuentra Jéssica Aguiló.

Estado del río Barron este lunes a su paso por Cairns, ciudad cercana a Port Douglas, donde se encuentra Jéssica Aguiló. / Brent Paterson/Reuters

Nair Cuéllar

Nair Cuéllar

Jéssica Aguiló lleva diez meses recorriendo Australia con su coche, donde vive actualmente. Su situación hizo que, ante la alerta de ciclón, se refugiase en casa de unas amigas. Tras varios días de lluvia incesante «pero sin mayores contratiempos», el domingo decidía continuar su viaje. «La carretera no estaba cortada y pensé que podría llegar a mi destino», revela esta joven palmesana antes de relatar el «miedo» que sintió durante el trayecto. 

A principios de la semana pasada estallaban todas las alarmas: un potente ciclón, denominado Jasper, se aproximaba al noreste del país. Llegó el miércoles a la zona noreste, dejando lluvias torrenciales durante cinco días en las localidades comprendidas entre la comunidad aborigen de Wujal Wujal y Port Douglas, donde se encuentra Aguiló. Esta zona del país tiene un clima tropical y las fuertes lluvias y los vientos de monzón suelen ser características de noviembre a abril, por ello, según cuenta, «están acostumbrados a este tipo de situaciones, nos avisaron con tiempo y nos recomendaron permanecer en casa».

Allí se encontraba refugiada con sus amigas, hasta que el domingo decidió emprender un viaje por carretera de 2.000 kilómetros para poder pasar las Navidades con unos amigos. Cuenta que la lluvia no cesaba desde el miércoles y que «algunos árboles habían sido derribados por el viento», pero que más allá de estos hechos, no se apreciaba gravedad alguna. Así, el día 17 a las 6.30 horas se puso en marcha, aunque reconoce que a la media hora «ya me di cuenta de la magnitud del problema». Relata que en ese punto «todo estaba completamente inundado» y que decidió volver con sus amigas. «Llovía a mares, no se veía nada, era la única persona en la carretera», explica para añadir que poco a poco empezó a ver árboles caídos en la vía que dificultaban el paso, hasta que llegó a un punto en el que la cantidad de lluvia que estaba cayendo había formado cascadas». 

Jéssica Aguiló en Whitehaven beach en un momento idílico de su viaje.

Jéssica Aguiló en Whitehaven beach en un momento idílico de su viaje. / DM

Con cataratas a la derecha, árboles entorpeciendo el paso, y el mar a la izquierda, «el agua empezó a arrastrar mi coche y creí que moriría, porque tenía miedo de caer al mar», explica todavía con angustia. ¿Qué hacer ante semejante situación? Lo primero, «chillar. Sabía que no me ayudaría a nada, pero en ese momento lo necesitaba, es que estaba sola», dice compungida. Lo segundo, dar marcha atrás, girar el vehículo y volver. «El agua no llegó a entrar en el coche, pero cubría las ruedas por completo». 

Sea como fuere, Aguiló consiguió esquivar todas las dificultades y llegar a casa de sus amigas, en Port Douglas. Relata que durante la vuelta sintió unas «profundas ganas de llorar», pero que decidió concentrarse en la conducción, «porque estaba cayendo el diluvio universal y no se veía nada». Eso sí, confiesa que en cuanto puso un pie en su destino, se desmoronó: «Me pasé todo el día en esta de shock, lloraba y me venían flashes de lo sucedido».

Peligro por cocodrilos

Ahora ya se encuentra a salvo, pero en una zona incomunicada, ya que la carretera ha sido cortada y «solo se puede salir del pueblo a través del mar», medio por el cual también están llegando los víveres. «Hoy hemos podido ir al único supermercado que hay aquí y estaba abarrotado. Estaba allí todo el pueblo», apunta. 

Aguiló, haciendo referencia a la pandemia por el coronavirus, dice estar «viviendo un segundo confinamiento», ya que aunque asegura que por el momento se puede transitar por la localidad, porque no está inundada, dice que «casi todos los negocios están cerrados, no se puede trabajar y tampoco salir de aquí». Además, insiste en que es mejor permanecer refugiados, pues dice que no solo existe el peligro de que el agua te llegue hasta las rodillas en caso de inundación, sino de que mueras por el ataque de un cocodrilo». Y es que explica que en un pueblo cercano se han avistado estos reptiles por las calles al haber llegado a ellas el agua del mar.

Se desconoce hasta cuándo durará esta situación, aunque las previsiones apuntan que el ciclón podría continuar hasta el domingo. El gobierno australiano desplegó ayer a 150 soldados y a varios helicópteros para poder evacuar a ciudadanos de localidades cercanas a Port Douglas. De hecho más de trescientas personas tuvieron que ser rescatadas.

Aguiló es camarera en una cafetería, en un restaurante y recolecta cacao en una granja, tres actividades laborales que tuvo que pausar el pasado martes. «El Gobierno ha dicho que nos dará una indemnización de unos 180 dólares por no poder trabajar estos días. No es mucho, pero al menos...», dice haciendo referencia a la responsabilidad y organización del ejecutivo australiano. Un motivo por el que relata que a pesar de lo sucedido se siente «muy segura en este país. Buscan soluciones para todos y nos tienen muy informados. En España no me sentiría tan bien si me pasara esto», apostilla.

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