OPINIÓN

La decencia de Aurora Jhardi, por Matías Vallés

Matías Vallés

Matías Vallés

Aurora Jhardi, concejal injustamente condenada, introdujo un perfume de decencia en el segundo juicio de Cursach. Su mensaje a los acusados resume el proceso, «Siento muchísimo que estéis aquí». A continuación se corrigió como Galileo, con la celeridad exigida por el fiscal que pidió perdón llorando a los acusados hoy acusadores, antes de ser ovacionado por los destinatarios de sus lágrimas. Nadie ha explicado cómo es posible que siga representando teóricamente a la sociedad, frente a los acusadores hoy acusados.

Jhardi atendió al quevedesco decir lo que se piensa en lugar de pensar lo que se dice porque militaba en Podemos. Su «siento muchísimo» contrasta con el silencio de la izquierda oficial. Las obras completas de PSOE/Més sobre el caso Cursach se resumen en una palabra: Cero.

No existe ningún riesgo de que Jhardi remueva las conciencias con su aldabonazo. La doctrina emanada del escándalo es que la normativa sobre la pureza política vendrá dictada por Álvaro Gijón y su maestro José María Rodríguez, el corrupto que diserta sobre «manos negras» ante el tribunal.

Lo cual devuelve a la pregunta inicial, ¿por qué están aquí? Porque pese a su condición de juez, fiscal y policías veteranos, no supieron evaluar la realidad de la Magistratura, la Fiscalía y la Policía que han acabado por aplastarlos. Es una torpeza no criminal, pero se trata de escarmentar a quienes vuelvan a intentarlo. Con aplausos a derecha y sobre todo a izquierda.

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