Llorenç Bisbal: «Iba a pescar con mi padre y a solas me contaba cosas de lo sucedido»
Llorenç Bisbal, nieto del alcalde republicano de Palma, habla de la odisea de sus padres
Llorenç Bisbal es hijo de Isidre Bisbal y Joana Romualdo, dos de los mallorquines que tenían la intención de participar en aquellas Olimpiadas populares que no llegaron a celebrarse. Es asimismo nieto del alcalde republicano de Palma que falleció en 1935, un año antes de que estallaran las hostilidades.
«Mi padre y mi madre cantaban en el orfeón republicano, en la Casa del Poble. Fueron a la Olimpiada con alegría. Él decía que se había ido con cinco pesetas para pasar cuatro días y tardó tres años en volver», dice.
«Con el golpe no pudieron volver a Mallorca. Por suerte mi padre tenía una prima en Barcelona, y también conocían a una mallorquina que vivía allí, Carmen. Les ayudaron hasta que se fueron a Vic, junto con otros mallorquines. Mi madre contaba que hacía frío, pero al menos no pasaban hambre. A mi padre lo llamaron a filas y combatió para la República. Hasta que en 1938, cuando las tropas franquistas estaban a punto de entrar en Barcelona, se entregó y lo llevaron a un campo de concentración. Y poco después en un batallón de trabajos forzosos», relata Bisbal.
«Una vez de regreso a Mallorca le dieron como prófugo y tuvo que cumplir el servicio militar. Estaba significado porque era hijo de quien era hijo, pero no se metía en política. Cantaban en el orfeón y les gustaba mucho el cine. Votaban a los socialistas, pero no militaban», destaca.
Bisbal alude al silencio que también dominó a otras muchas familias mallorquinas durante el franquismo. «De niño no me explicaron nada. Hacia los 15 o 16 años empezaron a contarnos algunas cosas. Doña Carmen, la mujer que les ayudó en Barcelona, venía cada año a nuestra casa y así es como empezaron a contarnos cosas. Iba a pescar con mi padre, y a solas me contaba cosas de lo que había sucedido, y de la vida familiar de mis abuelos. Sobre la Olimpiada, o de cuando hacia 1938 mi madre y sus padres se fueron a Francia. Se instalaron en un pueblo cercano a Marsella donde hablaban occitano, que les resultaba parecido al mallorquín», evoca Bisbal.
«Lo que les pasó a aquellos mallorquines da para una película, pero durante muchísimos años no se supo nada», añade.
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