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Cada año se producen unas 400 intoxicaciones alimentarias caseras

Una incorrecta manipulación o conservación de los alimentos y la falta de higiene, principales causas de estos percances de ámbito doméstico - En el servicio de Seguridad Alimentaria aconsejan extremar los cuidados con los huevos y la carne cruda

Varias latas de conservas.

Cada año los centros de salud atienden una media de entre trescientas y cuatrocientas intoxicaciones alimentarias que se producen en el seno de los hogares de baleares por una incorrecta manipulación o conservación de los alimentos o por una falta de higiene a la hora de cocinarlos.

Estos episodios, que normalmente se saldan con varios días de cuadros de gastroenteritis y no revisten excesiva gravedad excepto para los colectivos más frágiles, se acentúan con los extremos calores del verano.

Rosa Llull, jefa de sección del servicio de Seguridad Alimentaria dependiente de la dirección general de Salud Pública, sostiene que la mayoría de estas intoxicaciones alimentarias se producen más en los hogares que establecimientos de alimentación.

Por ello recomienda en primer lugar extremar una medida tan básica como es mantener una correcta higiene de manos antes de ponerse a cocinar y las veces que sea necesario tras la manipulación de los diferentes alimentos.

La contaminación cruzada es otro de los peligros que acechan en las cocinas caseras y se producen habitualmente por no limpiar un utensilio tras usarlo con un alimento crudo y emplearlo después con otro producto que va a ser consumido sin ser cocinado previamente.

El huevo, el pollo u otros alimentos de origen animal crudos e incluso vegetales que han recibido abonos orgánicos pueden provocar estas contaminaciones cruzadas al ser manipulados junto a otros que o bien ya están cocinados o se van a consumir sin hacerlo, detalla la responsable de Seguridad Alimentaria.

«Un alimento fresco crudo tiene flora bacteriana y patógenos», advierte Rosa Llull recordando que una de las toxiinfecciones alimentarias más frecuentes es la salmonelosis causada por una manipulación y conservación incorrecta de los huevos y sus derivados.

«El huevo procede de la cloaca de la gallina por lo que se debe tratar como si tuviera excrementos sobre su cáscara pese a que tenga una apariencia limpia», aconseja Llull recordando las bacterias microscópicas que puede albergar esta superficie.

Por eso ofrece una serie de consejos para la manipulación de los huevos que a buen seguro sorprenderá a más de una cocinera/o casera. Así, en primer lugar, recomienda no separar la yema de la clara usando la cáscara del huevo así como usar dos platos a la hora de cascarlo. No es una acción recomendable romperlo en el borde del mismo plato donde se va depositar su contenido. «Mejor cascarlo en uno, verter la clara y la yema en otro plato y luego depositar la cáscara vacía en el primero», apunta para evitar cualquier riesgo de trasmisión bacteriana.

Llull también recomienda no lavar los huevos antes de introducirlos en la nevera para evitar que pierdan su «cutícula protectora», acción que sí aconseja inmediatamente antes de cocinarlos.

De la misma manera sostiene que es preferible sacar de la nevera únicamente los huevos que se van a consumir porque no es aconsejable exponer este producto a bruscos cambios de temperatura. «La condensación que se origina en la cáscara al sacarlos y volverlos a meter en el refrigerador puede ser una vía de entrada de patógenos por su porosidad», advierte Llull.

Preguntada sobre qué es mejor, conservarlos dentro o fuera de la nevera, la experta apunta a la primera opción porque el frío limita el crecimiento bacteriano. A la hora de cocinarlos, señala que es preferible hacerlos de forma completa. Una tortilla poco cuajada puede contener unos patógenos que habrían sido eliminados con una cocción más prolongada.

Además de la consabida recomendación de adquirirlos de granjas que realicen controles de salmonela a sus gallinas, la responsable de Seguridad Alimentaria concluye recordando que una mahonesa casera solo se puede conservar un máximo de un día en la nevera y una tortilla, dos. Y si uno quiere llevarse un bocadillo de este socorrido alimento a una excursión, mejor hacerlo manteniéndolo en la nevera portátil hasta antes de su consumo.

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