El hospital de Son Espases subraya que nada hay más lejos de su propósito que dar una asistencia deficiente a sus usuarios. Hecha esta precisión, sostiene que cuando Pablo Monserrat, de 85 años, ingresó su estado de salud «ya estaba muy deteriorado y que no respondía a los estímulos». El hombre falleció el 14 de febrero, una semana después de su ingreso. Sus hijos denuncian que en el centro de referencia de las islas no fue correctamente atendido por un personal "escaso y muy irritado".

Son Esapses Admite que tuvieron que recurrir a su inmovilización porque precisaba llevar una mascarilla de doble flujo (boca y nariz) que le suministrase oxígeno de manera permanente y porque el enfermo, en su estado de agitación, acostumbraba a quitársela poniendo en riesgo su propia vida. «Se pidió permiso a la familia y accedieron con la condición de que la contención le permitiera cierta maniobrabilidad», sostienen.

La sequedad extrema de su boca la atribuyen igualmente al uso de esta mascarilla y la ausencia de líquidos, a su incapacidad de deglutir. Pero aseguran que se le humedecía los labios y la lengua con unas gasas empapadas.

No entra a valorar el hospital el supuesto incidente con el cambio de las sábanas orinadas por carecer de información. Pero sí recuerda que la familia se negó al traslado de su padre al hospital General así como su empeño en que fuera derivado al Sant Joan de Déu. Ismael justifica la negativa en una conversación que mantuvo su hermana con los responsables de la Sang que le hizo descartar ese centro y porque ya tenían apalabrada una cama en el Sant Joan de Déu.