Las terrazas prácticamente vacías, pero libres de humo, se convierten en la nueva realidad de los de bares y cafeterías de Balears. Estos establecimientos han afrontado su primer fin de semana con la normativa que prohíbe fumar en los espacios públicos, aunque se mantenga la distancia mínima de seguridad.
La principal queja entre los trabajadores de estos comercios es la pérdida de clientes. "A una cafetería la gente viene a tomarse una cerveza o un café a la vez que fumar, y ahora lo harán en su casa", comentó José Manuel Jiménez, empleado de una cafetería del centro de Palma. Asimismo, Jiménez reconoció que algunas personas le advirtieron de que "hasta que no cambien la ley no van a venir a tomar nada".
En la misma línea, Alejandro Gómez, camarero de un bar, señaló que tienen "menos clientes y los que hay se quedan menos tiempo". Según explicó, "se van a casa al no poder fumar, porque no es lo mismo para ellos tomar algo tranquilamente que estar constantemente preocupados o con la ansiedad de fumar".
Además, otro problema añadido son los clientes que se niegan a acatar la normativa. "Hay clientes que, por más que les diga que está prohibido fumar, lo hacen y dicen 'ya me multarán', y nosotros tampoco somos policías, más allá de avisarles, no ponerles ceniceros e insistirles, no te puedes pelear con veinte o treinta personas cada día", protestó Alejandro Gómez.
También hay clientes que se levantan de las mesas para fumar más alejados del establecimiento, a pesar de que esté prohibido hacerlo en cualquier espacio público. Es lo que ocurre en el bar de Yoana Ivanova: "Las personas de la terraza se levantan y se ponen a fumar a unos 10 metros, y yo no puedo hacer nada".
Incluso, algunos clientes optan por fumar en la propia terraza del local e intentan no ser vistos. "Nosotros nos damos cuenta de que hay mucha gente que está fumando y cuando vamos a ir a la mesa, tiran el cigarro, o gente que se pone cerca de la terraza, no se sientan en la mesa ni consumen, pero se ponen a fumar por aquí a escondidas", apuntó José Manuel Jiménez.
De igual manera, Eusebio Sintes, dueño de una cafetería en el barrio de Pere Garau, afirmó que los clientes "están bastante molestos" y pagan su enfado con los empleados. "Nos hacen responsables a nosotros cuando les decimos que no se puede fumar para cumplir la normativa", aseguró Sintes.
Negativa total a la medida
De forma unánime, los trabajadores preguntados se mostraron en contra de esta nueva normativa. Temen por el futuro de sus negocios y esperan que el Govern "recapacite".
Marie Riveiro tiene una cafetería en el centro de la ciudad, y lamentó que la prohibición de fumar ha causado estragos en el establecimiento. "Solo hace falta mirar la terraza y ver que está vacía, y como fue de un día para otro se puede demostrar que sí nos afectó". Por ello, Riveiro es partidaria de retroceder a la normativa anterior: "Yo dejaría la ley como estaba antes, que la gente se aleje y no fume cuando haya muchas personas. Esto me parecería genial porque los fumadores lo respetaban muy bien".
Por su parte, Alejandro Gómez también carga contra las últimas restricciones del Govern: "Nos limitan el aforo, lo del tabaco, lo de la distancia... pero nos dicen 'seguid abiertos, que hay que pagar'". Y es que según protestó este camarero, "seguimos abiertos pagando impuestos y nóminas, pero estamos vacíos, nos están haciendo aguantar con cada vez más limitaciones". Para Gómez la solución está clara: "O prohíbes el ocio y la restauración cerrándolo hasta que sea seguro, o dejas que se haga de forma segura y eficiente".
José Manuel Jiménez también es contundente con su opinión en contra de la medida: "La gente que esté diez horas fuera de casa va a fumar, un fumador no va a poder dejar de hacerlo durante tanto tiempo porque el estado lo haya decidido".
