Este diario ha llamado a las puertas de los dos animalariosque hay en Balears, y sus responsables han abierto esas puertas. Con cautela, pero las han abierto. A eso se comprometieron en 2014 los miembros de la Confederación de Sociedades Científicas de España (COSCE), que agrupa a las principales organizaciones científicas del país, cuando ratificaron un acuerdo por la transparencia para demostrar que no hay nada que ocultar.

En Balears se hace investigación con animales. Se aplica cuando no existe otra alternativa posible, cuando está más que justificada y siempre tratando de evitar sufrimientos innecesarios (lo indican los responsables de los estabularios y lo confirman la cantidad de protocolos, normativas y revisiones que deben cumplirse: es una actividad hiperregulada).

El estabulario de más antigüedad de las islas es el de la Universitat, que hace 20 años que está en funcionamiento. Ahora lo usan científicos que estudian cómo combatir el alzheimer y el cáncer e investigadores (no solo de la UIB: está abierto a todos) que trabajan en la línea de la microbiología, la farmacología, la nutrición...

El otro animalario de las islas es del IdISBa, el Instituo de Investigación Sanitaria de Baleares, y está ubicado en Son Espases. Hace apenas un año que funciona y actualmente aloja a una treintena de roedores, aunque también tiene espacios para conejos y también para cerdos (se utilizan para que los residentes hagan prácticas quirúrgicas: ya se han realizado seis operaciones).

Actualmente dos grupos de investigación usan estas instalaciones del recinto del hospital universitario: uno investiga cómo curar una enfermedad rara y otro se centra en neurociencia (desórdenes mentales). También se han llevado a cabo trabajos de genética y oncología. Sus quirófanos sirven asimismo para practicar con nuevos dispositivos y técnicas.

Teresa de Francisco es la veterinaria que desde hace 15 años se encarga del bienestar de los animales del estabulario de la UIB. La población varía, pero ahora mismo tiene a su cargo 800 rodedores: unas 400 ratas y otros tantos ratones. A veces tienen también algunos conejos. Todo depende de las necesidades de los grupos de investigación, que son los que hacen las solicitudes de animales.

No es raro que Sebastián Albertí, director de los Servicios Científicotecnicos de la UIB, utilice el símil del hotel para describir el funcionamiento del animalario. Él y la veterinaria supervisan que dentro de todo sus 'huéspedes' estén lo mejor posible: se persigue así evitar sufrimientos innecesarios, pero también velar por el resultado de las investigaciones (si las condiciones de los animales se ven alteradas, eso puede afectar e invalidar los resultados del experimento).

Los animales tienen un periodo de adaptación y sus ambientes "se enriquecen" para que estén lo más a gusto posible o para evitar peleas (entre las ratas macho pueden producirse si no se les da ninguna distracción). Cada animal tiene sus necesidades: los cerdos por ejemplo requieren mucha atención por parte de su cuidador, con el que se han de familiarizar.

Hay que evitarles a los animales las posibles situaciones de estrés (de hecho, aunque a este diario le dejan entrar y ver las salas donde están las jaulas, no se permite hacer fotos "para no molestarlos", ni en la UIB ni en el IdISBa).

En el estabulario de la UIB cada trimestre se sirven alrededor de 600 kilos de pienso y se usan 60 kilos de serrín. Las medidas de higiene son estrictas: la bata es obligatoria; los animales deben pasar una cuarentena; hay un pasillo circular que recorre toda la instalación para salir por un sitio diferente al de entrada para evitar la contaminación ; y las jaulas se lavan como mínimo una vez a la semana en una máquina especial -una especie de autolavado- a más de cien grados.

No vale cualquier jaula: son de un plástico especial y de unas medidas determinadas por la ley. Hace cuatro años se aprobó en España el Real Decreto 53/2013 que establece las normas que deben regir la experimentación animal; una normativa más exigente que la anterior (de 2005) tanto en el trato que debe dispensarse a los animales como en los controles burocráticos y en las condiciones de estabulación. Por ejemplo, las jaulas deben ser tres centímetros más altas que las que se venían usando.

El Real Decreto daba de plazo hasta el 1 de enero de este año para adaptarse. Por ello, la Universitat acaba de adquirir una estantería especial y 400 jaulas nuevas, por una valor total de 27.830 euros.

Albertí es el presidente del Comité de Ética de Experimentación Animal (CEEA) de la UIB, del que también forma parte de Francisco y Anna Tomás, la veterinaria responsable del estabulario del IdISBa. Por este comité deben pasar todos los proyectos que soliciten utilizar animales para una investigación (en el caso del IdISBa, los proyectos pasan antes otro primer filtro de su comité interno de ética). Ambos insisten en que el proceso es muy largo y exhaustivo.

El CEEA es el único órgano habilitado que hay en Balears para evaluar los proyectos que implican experimentación animal (es el segundo que fue acreditado en toda España). Cada mes se reúne para estudiar las peticiones. Sigue el criterio "de las tres erres".

Reemplazar, reducir, refinar

"Reemplazar a los animales siempre que sea posible", explica Albertí, "puede ser por cultivos celulares, o por lechugas: puede llamar la atención, pero hay temas de infecciones que se pueden investigar con lechugas". También se fomenta usar animales como gusanos o moscas si es posible en vez de roedores o conejos. La segunda erre es de reducir: "Exigimos que hagan cálculos y ajusten al mínimo el número de animales y que esté justificado". Por último, refinar: que se comprometan a usar las técnicas más adecuadas y el mejor procedimiento para lograr "el menor sufrimiento". Los investigadores no solo deben convencer al comité de que no hay otra vía para tirar adelante su proyecto: también deben argumentar que persiguen unos resultados útiles.

Una vez que el CEEA da su visto bueno, la conselleria de Agricultura es quien debe dar la autorización final al proyecto. Este departamento autonómico también es el encargado de realizar las inspecciones anuales a estas instalaciones.

Lograr el permiso para usar animales no sencillo. Y a veces conseguirlos tampoco es fácil: la insularidad vuelve a jugar en contra. El transporte hasta Mallorca de estos roedores, que son criados específicamente para la investigación por empresas especializadas, puede complicarse al depender de las aerolíneas comerciales.

Hace tres meses una veintena de proyectos sobre enfermedades como diabetes y epilepsia que llevaban a cabo investigadores canarios se quedaron peligrosamente paralizados por la negativa de Iberia y Air Europa a transportar a estos animales de laboratorio.

Para subrayar la importancia de la experimentación con animales, Miquel Fiol, director del IdISBa, recuerda que tener un estabulario es un requisito para lograr la acreditación como centro de investigación por parte Instituto de Salud Carlos III (algo necesario para poder captar fondos para desarrollar proyectos).

Las instalaciones para la experimentación con animales que hay en el recinto de Son Espases están despegando y suponen muchas posibilidades futuras, no solo para los investigadores sino también para los estudiantes de la facultad de Medicina, los médicos residentes y los cirujanos ya en ejercicio, que necesitan ensayar nuevas técnicas y refrescar metodologías. El objetivo final es evitar muertes de personas y combatir enfermedades.