Julian Bright y su mujer compraron hace medio año en Liverpool sus vacaciones a Thomas Cook, uno de los touroperadores que controlan el mercado británico. Pagaron 415 libras (518 euros al cambio de ayer) por siete días para dos personas en un hotel de cuatro estrellas en Palmanova. Y con eso lo tienen todo pagado: subieron a un avión, los llevaron del aeropuerto al hotel, donde les sirven el desayuno, la comida, la cena y todas las bebidas que quieran echarse al coleto en el bar del establecimiento. Todo incluido hasta el día que se marchen y sin poner un euro más. “Fuera del hotel hemos gastado menos de diez euros al día. Algún helado en la playa, una colchoneta el otro día. Y mi mujer compró una camiseta y yo un bañador nuevo. No gastamos gran cosa porque no lo necesitamos. ¡En el hotel estoy comiendo y bebiendo más que en mi vida entera! ¡Y sin gastar un céntimo!”, resume él, que presume de economía doméstica y habilidad viajera sin sospechar siquiera que está describiendo la maldición del turismo mallorquín.

Porque su caso no es una excepción, es regla. Más de la mitad del dinero que genera Mallorca al año con su turismo acaba fuera de la isla. Llevan años diciéndolo los empresarios del sector (hasta los hoteleros lo dicen sin remilgo), pero es que ahora hay datos desglosados que convierten el chascarrillo en certeza: según la Encuesta de Gasto Turístico que procesa el Institut d’Estadística de les Illes Balears, de los 8.624 millones de euros que se dejaron en sus vacaciones los viajeros que llegaron a la isla, solo 4.128 se quedaron en Mallorca. Es decir, de todo lo que factura el turismo mallorquín apenas el 47% nutre la economía y las empresas de la isla. La otra mitad, el 53% restante, vuela fuera, en su mayoría: 1.455 millones corresponden a gasto que se hace en el lugar de origen (Alemania, Reino Unido, resto de España...) y otros 3.040 millones son para el paquete turístico, un negocio en el que triunfan ofertas como la que hace comer hasta abrirse las costuras a Julian Bright y a los millones de turistas de ‘todo incluido’ que compran en sus países lo que luego disfrutan aquí.

Mallorca, decorado de negocios

¿Cuánto de ese paquete turístico queda en la isla? Pues según los empresarios de transporte, hotelería, restauración y resto de oferta complementaria, el poder de los touroperadores es tal que la parte del león es para ellos y sus compañías cada vez más integradas verticalmente, que ofrecen por sí mismas avión, autobús, hotel y hasta discotecas. De hecho, la estrategia es claramente esa: los grupos turísticos que controlan los mercados emisores más importantes (como Alemania, Escandinavia y el Reino Unido) anuncian cada año nuevas compras y arrendamientos de hoteles en Mallorca. Esas operaciones les permiten prescindir de la economía mallorquina, con modelos de explotación en los que el turista, si quiere, puede pasar semanas en la isla sin dejarse un euro más de los que pagó en su país antes de llegar. Mallorca se convierte así progresivamente en el decorado en el que grupos extranjeros hacen negocios.

¿Y el empleo?

A cambio crean empleo, advierten ellos, aunque el que crean en sus hoteles es en gran medida a costa del que destruyen en los negocios que hay fuera de ellos. O de eso se queja el empresariado local. “Coge el ejemplo de Magaluf, ahora que se habla tanto de eso. Resulta que los turistas vienen a hoteles con ‘todo incluido’, paquetes que compran en su país, y cuando llegan aquí se pasan el día desde las doce de la mañana bebiendo la cerveza del hotel ya en el exterior. A las nueve de la noche van como cubas. Luego nos acusan a los negocios de provocar alcoholismo, cuando lo que se hace es sobrevivir, intentar que beban más porque los negocios viven de eso, aunque se quedan las migajas”, recalca Jesús Sánchez, líder patronal de las salas de fiesta de la isla, que advierte de que la Ley de Turismo que ha aprobado el Govern Bauzá agrava la situación. ¿Cómo? Permite a los hoteles ejercer sin licencia adicional actividades turísticas de otro tipo, con lo que se dan casos de establecimientos con un permiso de actividad que les da derecho a explotar 254 habitaciones, pero además ahora se les deja abrir una discoteca con 9.000 personas de aforo (por dar los datos de Ushuaia, el hotel-discoteca ibicenco de Matutes). ¿Qué ocurre si ese hotel es de un touroperador extranjero de ‘todo incluido’? Pues que la práctica totalidad del negocio que generan los turistas que ocupan ese hotel acaba en el extranjero.

Y lo peor es que la integración vertical en grandes grupos va a más, como va a más el ‘todo incluido’. “En la cadena de intermediación del negocio turístico hemos observado que con la crisis hubo un punto de inflexión: estaba bajando el turista que contrataba un paquete, pero empezó de repente a crecer. Y el poder del touroperador hace que gran parte del negocio que se genera en Mallorca acabe en el extranjero, en el origen de los turistas”, reflexiona el catedrático de Economía Antoni Riera, que lleva años analizando la evolución del sector clave de Balears con el grupo de investigación de la Universitat que sigue el impacto del turismo.

No gastan fuera del hotel

Uno de sus trabajos documenta de forma clara los efectos del ‘todo incluido’ en zonas en las que es más habitual ese modelo, como Platja de Palma.

Allí, de todo lo que gastaron los turistas en el verano pasado apenas el 3,2% acabó en restaurantes y un 2,8% en comercio, la cifra más baja de todas las zonas de Balears. Platja de Palma es así la antítesis de Formentera, por ejemplo, que con otro tipo de oferta de alojamiento y nada de ‘todo incluido’ hace que los restaurantes locales se lleven el 36% del presupuesto de los viajeros, y algo parecido pasa con el comercio en el norte de Mallorca, donde las tiendas se quedan el 25% de lo que traen los turistas, diez veces más que en Platja de Palma y su paraíso de las pulseras de tela como forma casi única de pago.

Con lo que el dinero se va fuera, aunque hay formas de que no lo haga. La principal es justo la que más duramente combate el Govern: el alquiler de apartamentos y casas a turistas, mucho más lucrativa para los negocios de la isla. Exceptuando a los hoteleros, lo dicen en bloque el resto de empresarios, que además tienen las cifras de su parte. Hay por ejemplo datos oficiales del Instituto de Estudios Turísticos, que dice que el gasto medio de un viajero que opta por alquilar en la isla es de 1.296 euros, un 30% más que un viajero que va de hotel. ¿Es tanta la diferencia? Un ejemplo también de esta semana apunta a ello: si Julian Brigth gasta gracias a su ‘todo incluido’ de Palmanova menos de 10 euros al día, Martha Fussell y su novia aseguran que se están dejando de media al día en Palma cerca de 120 euros. “Compramos lo necesario para el desayuno en el apartamento, pero luego comemos fuera cada día. A veces cenamos en casa, aunque normalmente estamos fuera. El vuelo desde Londres y el apartamento lo gestionamos nosotros. Puedes ir a un hotel, pero estás rodeado de ingleses y no conoces a la gente de aquí, que es lo que queríamos”. El piso que ocupan en la calle Argenteria de Palma no puede arrendarse a turistas con la ley en la mano, pero cada pocos días entran nuevos inquilinos, para fraude de la ley y alegría de los negocios del centro de Palma en los que se funden los euros: los de Martha y su chica sí se quedan en Mallorca.