Los chatarreros consultados por este periódico mantienen que la gran mayoría de los que se dedican a la recolección de hierro para venderlo son inmigrantes sin trabajo. "Aquí vienen mucha gente de todas las nacionalidades a entregar hierro". De esta forma gráfica, el chatarrero Enrique Arjona explicaba el perfil de los clientes más asiduos a su establecimiento. Detrás de este negocio existe toda una picaresca en busca del metal con mayor precio.

Los inmigrantes y las personas que pasan dificultades económicas han encontrado un pequeña vía de negocio con los metales. La venta de estos materiales les permite comer. El auge de los metales usados es a consecuencia de que sale más barato reutilizar el hierro y el cobre que sacarlos de las minas. Por este motivo, las chatarrerías están teniendo una frenética actividad. En Mallorca se han instalado sucursales de chatarrerías de Madrid, Barcelona o Pamplona. El objetivo es poder captar el máximo de metal posible para fundirlo.

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