Jaume Ramón tiene 54 años. Y desde hace veinte profesa la fe musulmana. Tiene siete hijos: la pequeña tiene nueve años de edad; el mayor, 24. No lo consiguió con el primogénito y no espera conseguirlo con la pequeña: Jaume ve muy lejano el día en que los niños puedan estudiar islam en los colegios públicos, tal y como marca la Ley de Libertad Religiosa. Explica que sus hijos aprenden sobre el Corán en la Mezquita.

Hace unos tres años marcó la casilla de Islam en la hoja de matrícula. En el centro al que acuden sus hijos, el Sureda i Blanes, ya le dijeron que no había recursos para poder implantar la materia.

"Nos ignoran", cuenta resignado, "la Administración no pone medios; no tiene en cuenta las necesidades del mundo musulmán". Jaume habla primero de la enseñanza del islam en las escuelas – "sí que hay profesores preparados" apunta– pero también toca temas como el caso del cementerio para celebrar entierros por el rito musulmán.

Hablando sobre qué hacen las instituciones para integrar a esta comunidad y garantizarle sus derechos, Jaume entiende que se están dando "los primeros pasos" pero que va muy lento. "En Bélgica es normal ver a musulmanes trabajando en la Administración; aquí todavía está todo muy verde".