Ciclismo

Hace 20 años murió Pantani

‘El Pirata’ falleció por una sobredosis de cocaína el 14 de febrero de 2004 en un hotel de la ciudad italiana de Rimini

Sergi López-Egea

Los tres periodistas no eran conscientes de que iban a protagonizar una experiencia casi irrepetible al ser, gracias a la improvisación y la sorpresa, los últimos que visitarían en su casa a Marco Pantani, fallecido un 14 de febrero de 2004, hace justo 20 años. Tampoco imaginaban que dos días después del encuentro con ‘El Pirata’ en Cesenatico Óscar Freire ganaría en Verona el primero de los tres Mundiales de ciclismo.

Pantani tenía el coche aparcado con la puerta abierta en el jardín de su casa a punto de partir con Kristina cerrando la casa. Por aquella época, 1999, Kristina era su pareja, una relación que terminó lejos de cualquier concordia. Los ciclistas, sobre todo los extranjeros, no recuerdan muchas veces el nombre de los periodistas foráneos, pero reconocen sus caras, ya que acostumbran a tener una memoria exquisita, la que les sirve para fotografiar en sus cerebros hasta la última curva de la más difícil de las ascensiones. Y Pantani reconoció al trío que hacía señas en la puerta de su casa, con las rejas abiertas a punto de partir, quién sabe si para efectuar la compra.

El gesto en el jardín

Hizo un gesto con la mano, quizás algo forzado, pero invitó a que se entrara en su jardín y hasta no puso objeción alguna cuando se le indicó si se podía escribir unas notas o grabar en un pequeño casete, de los que se empleaban a finales del siglo pasado cuando los móviles sólo cumplían la función de efectuar llamadas.

Habló de su retirada del Giro y de sus dudas de continuar o no siendo ciclista profesional, unas dudas que lo acompañaron en una vida que se volvió un tormento cuando a dos días de ganar una ronda italiana que creía tener totalmente amarrada fue excluido de la carrera porque su hematocrito superaba el límite del 50 por ciento permitido por aquel entonces. Aquello era una sospecha de la presencia en la sangre de la hormona de la eritropoyetina, la mal sonante EPO, al menos en términos deportivos. No suponía, en 1999, ninguna sanción importante en tiempos de inactividad, aunque el corredor tenía que retirarse de la carrera en la que participaba, en su caso el Giro con la ‘maglia rosa’, y descansar 15 días. Se le devolvía la licencia si un nuevo análisis de sangre indicaba que el hematocrito (nivel de glóbulos rojos) estaba por debajo del 50 por ciento.

Pantani, sin embargo, ya se le empezaban a acabar las ganas de correr. Hablaba en su casa con tristeza. Lo hizo lentamente, aunque los periodistas eran conscientes de que tampoco era conveniente alargar el encuentro, que 10 minutos en casa de ‘El Pirata’ eran muchos minutos y que había que regresar a Verona antes de que los corredores de la selección española acabasen el entrenamiento.

El Tour del dopaje

Pantani había ganado el Tour de 1998 marcado por los peores escándalos de dopaje vividos en el ciclismo, un follón tremendo que obligó al Comité Olímpico Internacional a crear la Agencia Mundial Antidopaje y a establecer en todos los deportes unas normas más firmes y consistentes en la lucha contra las sustancias prohibidas que las vividas hasta entonces.

Pantani también había conseguido el triunfo en el Giro de 1998; de hecho, desde entonces, nadie más ha firmado el hito de ganar en Italia y Francia en un mismo año.

Fue un escalador exquisito, el que murió con apenas 34 años. Puede hacerse una larga tertulia y escuchar muchas opiniones, pero si hubiese que crear un podio entre los mejores escaladores de todos los tiempos siempre estaría Pantani en un puesto del cajón. Aún posee el récord de ascensión a Alpe d’Huez y en cualquier monte ciclista siempre aparecen los registros de ‘El Pirata’ entre los mejores. Fue rival de Miguel Induráin primero y de Lance Armstrong después, principalmente en el Tour de 2000, el último que corrió y donde por primera y última vez el corredor tejano tuvo un gesto de humanidad. Ambos llegaron juntos a la cumbre del Ventoux donde Armstrong permitió el triunfo de Pantani, que se tomó el ademán como un insulto. Él sólo ganaba por sus fuerzas, no por la misericordia de un rival. Protestó el corredor italiano y el estadounidense prometió que nunca más dejaría ganar a nadie. Pantani acabó abandonando el Tour al que no regresó jamás.

Su vida entró en un laberinto marcado por malas amistades, ya sin el auxilio de Kristina, y con la principal compañía de la cocaína. Había sido el más grande en las montañas de la época más tenebrosa de la historia del ciclismo, túneles cuyo fondo desconocían los que en esos tiempos acompañaban el pedaleo de los corredores. Pero, también, era el principal cliente de Eufemiano Fuentes, gurú y médico canario especializado en dopaje y ginecología, dos mundos totalmente opuestos. Se supo de la relación en 2006, cuando Pantani ya llevaba dos años muerto y la Guardia Civil, en la denominada Operación Puerto, puso patas arriba toda la trama del galeno insular.

El fallecimiento

Pantani apareció muerto en un hotel de Rímini por una sobredosis de cocaína, dos meses después del fallecimiento de José María Jiménez, el ’Chava’, en circunstancias parecidas. Murió un escalador irrepetible, pero lo hizo en unos tiempos en los que había esperar meses, y hasta años, para reconfirmar una clasificación final del Tour llena de tachaduras. En febrero de 2004 todavía faltaban dos ediciones del viaje a ninguna parte de Armstrong camino de París y otro para que Floyd Landis fuese descalificado por dopaje tras llegar primero a París por delante de Óscar Pereiro, vencedor oficial de aquella edición. Pantani es un símbolo de belleza ciclista, de épicos ataques, de demarrajes sin contestación, pero también de un deporte que caminaba excesivamente en el precipicio que casi provoca su desaparición.

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