El partido de ayer es la crónica de una historia anunciada. Una historia que no entiende de amistades cuando por en medio figura un tal Rafel Nadal, en edad para devorar todo lo que se le eche por delante. Incluso a su compañero de ´play´, posiblemente al único amigo que tenga dentro del circuito. Y es que, como bien dijo Nadal al término del partido, estábamos en unos cuartos de final de Roland Garros. Por eso, y por muchas otras cosas, se impuso a Carlos Moyá por un inapelable 6/4, 6/3 y 6/0, un marcador que se convierte en el mejor resumen del partido.

La pista central acogía a dos jugadores que con su clase y sus triunfos han contribuido a hacer más grande Roland Garros. Entre los dos suman la friolera de cuarenta torneos ATP -21 Nadal, 19 Moyá-, tres de Grand Slam -dos el manacorí y uno el palmesano- y otras dos finales grandes -Wimbledon Nadal y Australia Moyá-. Casi nada.

Pero la historia sirve para lo que sirve. A la hora de la verdad, es uno contra otro en la pista. Ellos dos solos. Sin ninguna ayuda exterior. Y ahí, sobre el polvo de arcilla, Nadal es prácticamente invencible. Sólo una derrota en tierra de los últimos 86 partidos, la que encajó ante Federer -quién sino- en la final de Hamburgo. La última vez que Nadal perdió ante un español fue contra David Ferrer en los cuartos de final del torneo de Stuttgart, en 2004. Los precedentes no invitaban a la sorpresa. Y así fue.

Como era de esperar, sólo en el primer set plantó cara Moyá. Cuando en el quinto juego Nadal le rompió el servicio parecía que el set ya tenía ganador. Pero el de Palma, que el próximo 27 de julio cumplirá 31 años, sorprendió a su rival y le hizo un break. Fue el primero y el último del partido. Moyá, apoyado por sus padres desde la grada, tiró al traste su gesta -lo es romper el servicio a Nadal- y lo perdió en el siguiente. Fue el principio de un calvario que duraría dos horas. Porque Nadal ya no daría más opciones a su amigo. Acabó el primer set con un juego en blanco. Fue un mensaje a Moyá, como advirtiéndole que no esperara la más mínima concesión. Fuera de la pista, lo que haga falta; dentro de ella, ni agua si es preciso.

Fue en este primer set cuando se vieron los mejores golpes del partido. Fresco Moyá, demostró que la clase es un don que no se pierde ni que pasen los años. Su derecha sigue siendo demoledora, una bomba de relojería si le dejan utilizarla a placer, como pasó en algunas ocasiones. Y su servicio es más que digno. Pero el campeón de 1998 y número uno un año después sigue pecando de los defectos que le han impedido llegar aún más lejos. El principal, su mentalidad. Se viene abajo casi al primer contratiempo, lo que se suele pagar, y más ante Nadal. El de Manacor se las sabe todas. Conoce a la perfección a sus rivales, y a Moyá más que a nadie. Le abría constantemente ángulos a su derecha para luego encontrar su revés, uno de los golpes más endebles de Moyá. Así, fue coser y cantar.

Moyá levantó bandera blanca en el tercer juego del segundo set, cuando Nadal volvió a romperle el servicio. Se lo rompió el de Palma una vez en el primer set, pero su paisano raramente concede segundas oportunidades. Estuvo cerca en el octavo, cuando se colocó 0-30, pero Nadal remontó y remató la faena en el noveno juego, que sería el definitivo de este segundo set para establecer el 6/3.

Humillación

El último set sobró. Desmoralizado e impotente desde hacía tiempo, Moyá se fue del partido. Todo lo contrario que Nadal, para quien los encuentros no finalizan hasta que logra el punto definitivo. Y es que la historia está llena de remontadas imposibles. Pero ayer, estaba claro, no era el caso. Si alguien pensaba que Nadal iba a dejar ganar un juego a su rival, estaba muy equivocado. Él no entiende de amistades en la pista.

En semifinales le espera el serbio Novak Djokovic, que también se clasificó ayer sin excesivo desgaste ante el ruso Igor Andreev. En 2007 hay dos precedentes, con una victoria para cada uno. En los cuartos de final de Cayo Vizcaíno se impuso el serbio por 6/3 y 6/4; en los cuartos de Roma, que acabaría ganando, venció Nadal por 6/2 y 6/3.

Nadal ya gana a Moyá por cuatro victorias a dos. Sólo cabe esperar que la diferencia aumente si se vuelven a enfrentar. El ex número uno aún tiene mucho tenis en su cuerpo, pero insuficiente para superar al de Nadal, que está en otra dimensión.