Es obsceno e incluso pornográfico que sean precisamente el Real Madrid y el Barcelona quienes se acusen mútuamente de recibir favores de los árbitros. Ambos tienen razón. Pero no lo es menos que tenga que ser Iturralde González, el pistolero más rápido a este lado del río, quien se atreva a decir que en España tenemos a los mejores árbitros del mundo.

Resulta sencillamente vergonzoso que el Comité de Apelación e incluso a veces el de Competición, tenga que perder el tiempo rearbitrando los partidos o, al menos, corrigiendo las decisiones de los colegiados que como Medina Cantalejo, otro que tal, pasea por los campos de fútbol su prepotencia y su arrogancia con pasaporte de internacional.

O el Mallorca tiene un abogado genial o los árbitros se están pasando con el equipo y con Ballesteros quien, por segunda vez, sale íntegro de un error arbitral, posiblemente el más visible, aunque por desgracia no el único.

Bajo las bendiciones de Sánchez Arminio, recibido por el presidente de la Comunidad y la del Consell Insular como si se tratara de un jefe de estado, se reúnen hoy en Palma los presidentes de los comités territoriales de toda España. Sin duda tienen mucho de qué hablar y otro tanto que callar. Estamos ya hartos de oir hablar del error humano, inadmisible por reiterativo y direccional, o de la unificación de criterios que nunca son los mismos porque nadie se empeña en que lo sean realmente.

Hay crisis de vocación arbitral, pero no porque a nadie le resulte desaagradable que le insulten desde una grada, sino porque nadie quiere jugar con unas reglas que son distintas según el comité, las simpatías o la actitud de cada uno. Don Victoriano calla como, por cierto, hizo con Doménech.