Escritora

Lucia Pietrelli: «Saber que habrá un final ayuda a soportar las cosas»

«Hay tantas novedades literarias que es triste que se tapen unas a otras, porque los libros se merecen una vida más larga que la que tienen en las librerías», afirma la escritora

Lucia Pietrelli: "los libros se merecen una vida más larga que la que tienen en las librerías"

B. Ramon

Raquel Galán

Raquel Galán

Tras ser galardonada con el premio Lletra d’Or por ‘Lítica’, la autora italiana catalanoparlante publica una nueva novela, ‘Deimos’, ambientada en una isla con un poso mítico donde no existe la muerte. La poeta y narradora presentará su nuevo libro el jueves 14 de marzo en la librería palmesana Drac Màgic.

La búsqueda de la eternidad ha sido un anhelo. En Deimos la tienen y es una condena. ¿Morir es descansar?

Uno de los motores de la vida es el miedo y el gran miedo por excelencia es la muerte. Como en esta isla se han quedado sin ella, necesitan de algún modo tener otro miedo y ese es la eternidad, el infinito que ven por delante. Me apetecía reflexionar sobre ese tema y relacionarlo además con los anhelos, ya que deseamos muchas cosas, pero cuando las logramos no es como habíamos pensado. Querríamos no morir, por ejemplo, aunque si ocurre de verdad, la vida pierde sentido, porque todo está enfocado para que tenga un final.

¿Por qué se necesita un final?

Por costumbre. Los cuentos siempre tienen un principio, un nudo y un desenlace. No es que tenga que ser un final feliz, como en los cuentos, pero esa palabra tiene un cierto matiz de paz, de descanso. Nuestras vidas son un reflejo de esta manera de contar, nos han educado de este modo. Muchas tienen un final roto, es decir, que de repente pasa algo que detiene aquella vida y por tanto no cierra el ciclo como uno esperaba. La necesidad de que haya un final es ficticia, aunque saber que está ayuda a soportar las cosas que nos suceden. 

«Hoy predomina juzgar en vez de comprender porque es más rápido y creemos que no tenemos tiempo»

Laia, la protagonista, busca comprender por qué se fue su madre. ¿Siempre hay que tratar de hallar respuestas?

No. En el libro doy mucha más importancia a las preguntas, sin proponer respuestas definitivas, porque aunque las encuentres, seguramente cambiarán con el tiempo. No creo en lo taxativo, sino en el proceso de la pregunta, vivirla para que dé sentido a tus pensamientos y acciones. 

En La Flor tienen palabras pero no vista para «dedicarse a escudriñar hacia dentro». ¿Se debería hacer más a menudo?

Es una utopía, pero a veces me gustaría que fuese así. He jugado con la figura de los cantores de la Grecia clásica, los aedes, y con la mitología, donde la ceguera era un símbolo para construir con palabras lo que no podías con la vista. Tal vez de esta manera se daría más valor a su uso, a cómo se escogen los términos y darles un sentido más amplio. 

A Laia no le gusta que Aloma, su amiga, juzgue en vez de mirar. Esto sí se hace a menudo.

Hoy día predomina la actitud de Aloma porque es más rápido y fácil juzgar en vez de reflexionar y comprender por qué las cosas son de un modo u otro. A veces no tenemos tiempo o, en realidad, nos parece que no lo tenemos, por lo que nos quedamos en la apariencia de las cosas.

«La lengua elegida, el catalán en mi caso, es la amante [...]. Es una pena que acabe como arma política»

La piedra vuelve a estar muy presente en su obra. ¿Tiene un simbolismo común?

Sí. La piedra y el bosque son materiales o espacios simbólicos que me obsesionan. En el primer caso, que también está en Lítica, representa lo que nos sobrevivirá y podrá seguir contando. Como también escribo a menudo del tiempo y los recuerdos, pienso mucho en la memoria que podría tener una piedra y me fascina, porque es lo que más se parece a la eternidad en nuestro entorno.

Le gusta escribir de cosas que no ha vivido, todo lo contrario que la autoficción, tan de moda ahora. ¿Nunca se lo plantearía?

No es que la rechace y no sé qué haré en el futuro, aunque de entrada no me atrae tanto como experiencia personal debido a que disfruto mucho escribiendo sobre vidas inventadas. Cuando algo ya lo has vivido, ¿para qué volverlo a vivir con la escritura? Además, al inventar una historia, te metes tanto en ella que la vives de algún modo. Cada uno tiene sus motivos para escribir y a mí me gusta que haya una distancia entre el libro y yo.

Dice que la lengua es nuestro segundo corazón y escribe en una que no es la materna. ¿Es porque ya la siente suya? 

Sí. Desde que empecé a soñar y pensar en catalán, vi que había dado un gran paso. Siempre digo que la lengua materna es como una madre, que no eliges pero a la que quieres mucho. En cambio, la lengua escogida es la amante. Desde el principio me enamoró por su sonido y a partir de ahí, poco a poco, empecé a aprender.

¿Cómo ve el catalán?

Es una pena que haya acabado convirtiéndose en un arma para los políticos, porque la lengua es el vehículo de expresión de un pueblo, lo más natural y una gran riqueza a la que no podemos de ningún modo renunciar.

Al trabajar en una librería ve de primera mano cómo está el sector. ¿Qué valoración hace?

La cantidad de novedades que llegan demuestra que estamos en un momento muy positivo a nivel cultural, aunque es triste que se tapen unas a otras. Los libros se merecen una vida más larga que la que tienen en las librerías.

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