Entrevista

Alfonso Goizueta, finalista del premio Planeta: "Si te pasas la vida huyendo, como Alejandro, acabas desperdiciándola"

"La Princesa de Asturias es entrañable, una joven de 18 años al pie del cañón representando la institución, la admiro muchísimo", reconoce el escritor

Alfonso Goizueta, finalista del Premio Planeta 2023.

Alfonso Goizueta, finalista del Premio Planeta 2023. / EP

Tino Pertierra

La identidad del finalista de la última edición del premio 'Planeta' se desveló con sorpresa final: Alfonso Goizueta (Madrid, 1999) saltaba a la primera página gracias a 'La sangre del padre', una novela histórica sobre Alejandro Magno. Sobre ella hablará este jueves el autor en el Club Prensa Asturiana de La Nueva España, del grupo Prensa Ibérica. Fue una editorial asturiana, Nobel, la que le dio la primera oportunidad al publicarle, con 17 años, el ensayo 'Limitando el poder 1871-1939'. Al año siguiente salió 'Los últimos gobernantes de Castilla'. Goizueta es doctor en Relaciones Internacionales por King’s College London y licenciado en Historia y Relaciones Internacionales por esa universidad.

Ganar el 'Planeta' agota...

Está siendo una gira muy divertida, hay que aprovecharla porque el año que viene darán el premio a otro y nadie se acordará de ti (ríe).

Alejandro dominaba el terreno político...

Tenía muchísimo olfato político a la hora de saber ganarse a sus aliados. También hay quien puede argumentar que al final, según se va avanzando más en el viaje, va perdiendo esta habilidad. Al principio tiene uno de los atributos de la monarquía griega que es la astucia, saber cómo tratar con el enemigo, cómo ser muy cauto con él, y también con el aliado para que no se vuelva enemigo, y según va avanzando por Asia se van intuyendo más características de la monarquía persa, mucho más tiránica, que no está tan acostumbrada a ser una monarquía política en la que te tienes que ganar el respeto y el favor de tus aliados. Cuando empieza a perder también esas habilidades empieza a enloquecer, y es lo que va haciendo que muchos de los que le acompañan se rebelen contra él, y que empiece a ver traiciones en todas partes, con esa especie de paranoias sobre la lealtad de sus generales.

El poder trae locura...

Es uno de los temas más atemporales, han cambiado los métodos, pero sigue siendo muy actual esta idea del poder absoluto que acaba corrompiendo incluso ideales que se adivinaban nobles en un principio, y cómo esa gestión del poder tiene un coste personal que acaba siendo inasumible. Alejandro sale de Grecia pensando que va a liberar a las ciudades que estaban tiranizadas, que va a devolverles la democracia que los persas les habían arrebatado, pero según empieza a avanzar le es imposible mantener esa virtud del inicio y acaba devorado por el propio emperador que empieza a surgir. Me divertía, bueno, más bien me interesaba, dar esas dos caras del poder, el Alejandro que convive consigo mismo y que por la noche vuelve a su mundo interior y observa todo lo que ha hecho durante el día, las acciones terribles que ha podido llevar a cabo y que no son otra cosa que el resultado de sus propios pasos.

¿Hay mucho de Alfonso en Alejandro?

Bastante. Sobre todo al principio, las novelas son muy autobiográficas y este es un viaje que yo he hecho junto a Alejandro, y también es un viaje que puede hacer el lector. No es una novela que deje indiferente porque creces con ella. Como autor, te enseña una actitud, reflexionas mucho sobre la idea de la superación, sobre la idea de conocerte a ti mismo para poder entender lo que te sucede y también cómo ese entendimiento de uno mismo acaba reflejando una mejor vida para con los demás. Al final el problema que tiene Alejandro es que no se entiende a sí mismo, va huyendo de muchas respuestas, por qué se lleva mal con su madre, o sobre su propia sexualidad o la idea tener hijos. La lección de la novela y que se ve en la escena final es que esa huida es inútil, y que si te pasas la vida huyendo acabas desperdiciándola.

Algo muy actual.

No deja de ser una novela de un joven contada por un joven. Obviamente, han pasado muchos siglos, pero sigue vigente la idea de hacerte mayor y todavía no verte del todo adulto y no verte del todo niño, la idea de las expectativas, de las decepciones, de los primeros amores, de amistades que piensas que van a ser para siempre y que de repente se malogran, la relación con los padres, el deseo de libertad y aventura...Es intrínseco al ser humano esa gestión de la angustia que es la libertad, pues eso también lo debía tener Alejandro, como lo puedo tener yo, como lo puedo tener cualquiera de mi generación, que no sabe muy bien hacia dónde va a encaminar sus pasos y que vive con esa especie de miedo e incertidumbre, pero también con ganas de querer enfrentarse a la vida.

¿Publicar tan joven puede pasarle factura?

Es el principio del viaje, no lo veo como la meta, si fuera así puede que me diera más miedo. Al final no tienes otra que acordarte de los motivos por los que empezaste a escribir y seguir haciéndolo, porque si es lo que te gusta, no hay otra que seguir adelante.

¿La IA podría haber escrito su libro?

No, al menos de momento. La IA no tiene capacidad creativa ni imaginativa. Para escribir un libro lo que hará es tomar prestado de muchos otros libros. La IA no sabe lo que sufrir, no sabe lo que es amar, no sabe lo que es dudar. Sabe lo que han escrito todos los autores de la historia de esos temas porque eso es lo que tiene registrado en su base de datos.

Si viviera hoy Alejandro...

Tendría algo que ver con el mundo del conocimiento, quizá geógrafo. En la novela aparece movido por la curiosidad de conocerse, llegó un punto al final cuando ya no le quedan más enemigos que derrotar que la geografía es su rival porque quiere descifrarla, tiene interés por ver si el mundo es tal y como se lo ha pintado su maestro Aristóteles, si los mapas son tal y como lo han pintado los geógrafos griegos, o si el mundo es distinto a cómo lo imagina él.

Ya no hay personajes como Alejandro, ¿verdad?

Es un héroe rompedor y también podemos sentirnos afortunados de no tener un Alejandro que lleve a ejércitos enteros desde Macedonia hasta el Himalaya simplemente por perseguir un ideal. Escribir de aquellos héroes tiene algo de mágico, vidas que son imposibles de repetir en la historia y que están tan lejanas en el tiempo que tienen mucho de mitológico. La literatura también tiene eso de sacarle al mundo lo que tiene de mágico. A mí el que me interesa es el héroe humano que tiene sus fracasos y sus grandes abismos como Alejandro. No me interesa nada el héroe arquetípico que todo lo hace bien, me interesa el claroscuro.

¿Cómo lleva las críticas?

Son muy interesantes las negativas siempre que sean constructivas, aprendes muchísimo, porque este es un oficio a que no puedes venir aprendido y yo no he escrito un Quijote ni lo escribiré en la vida. Toda obra es susceptible de ser criticada. Sería aburridísimo haber escrito una obra maestra nada más llegar y que ya te tuvieras que retirar, lo divertido es ir mejorando, y luego las críticas positivas pues son muy agradecidas de leer, claro.

¿Sería Pedro Sánchez un buen personaje?

A mí lo que me interesa precisamente de los personajes es que tengan ese lado más humano más mágico, ese lado que los acerque más a lo literario. Pedro Sánchez es muy autómata, pero como todos los políticos hoy en día, no tienen una base con la que empatizar, con la que sacar una lección de vida.

PISA nos pisa...

Se ve con tristeza porque somos un país con poca comprensión lectora, que es la base sobre la que construyes todo lo demás. Las humanidades son un campo al que regresamos cuando queremos reencontrarnos con nosotros mismos, con nuestras esencias. Estamos en un paradigma de muchísima velocidad donde hay una crisis de atención, y eso hace que te desconectes mucho de tu propia esencia, lo que se recupera volviendo a lo clásico, a la lectura del conocimiento por el conocimiento.

La Princesa de Asturias, ponga nota.

Tiene un papel fundamental no solo en lo que a la continuidad dinástica se refiere sino también a la continuidad del sistema monárquico que al final es el sistema constitucional, y la labor que hace la Princesa es entrañable, tenemos que recordarnos el enorme sacrificio personal que entraña todo ello, no deja de ser una niña de 18 años que está al pie del cañón representando la institución como la segunda en esa pirámide institucional. La admiro muchísimo. Y doña Letizia una labor muy profesional en todo lo que a las funciones de un consorte se refiere.

¿Le interesa una carrera política?

Voy más por el mundo de las letras, por el mundo del conocimiento, de la docencia también, y no sé si sería buen político, no me sentiría muy cómodo en el clima actual.