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Marta Pazos: «La gente se suele ir mucho del teatro, pero soy muy respetuosa con lo que el público sienta»

Esta artista lleva más de 25 años de carrera teatral, primero como actriz y, después como directora. Ha tenido dos compañías y desde hace unos años trabaja también en ópera. Le interesa mucho actualizar los clásicos y la cultura popular.

Estos días imparte un taller sobre creación y artes escénicas en Palma, invitada por la Associació d’Actors i d’Actrius Professionals de Balears

La dramaturga y directora escénica Marta Pazos visita Palma: "'Seguir al conejo blanco' es un laborartorio sobre procesos de creación"

E. Calvo

Montse Terrasa

Montse Terrasa

Marta Pazos (Vigo, 1976) es directora de escena, escenógrafa, dramaturga, también ha sido actriz y ha realizado piezas de arte visual, pero todo eso ella lo condensa en la palabra «artista». Ha trabajado en templos líricos como el Liceu, el Centro Dramático Nacional, el Teatro Real, el Teatro María Guerrero o el de La Abadía. Estos días está en Palma impartiendo un taller sobre creación en artes escénicas organizado por la Associació d’Actors i d’Actrius Professionals de les Illes Balears en el Teatre Mar i Terra. La próxima semana vuela a Uruguay para dirigir El público, de Lorca, que estrenará en el Teatro Solís el 21 de marzo. El color sobre el escenario es marca de la casa y también en ella.

¿Cree que todo lo que hace como artista tiene un sello?

Sí, claro, sale de mí. No son departamentos estancos. Además, yo trabajo por proyectos que duran varios años y esos proyectos o estas temáticas, bueno, un poco como se trabaja en el renacimiento, con un concepto de taller, aunque tienen diferentes lenguajes, siempre están bajo un marco sobre lo que yo estoy investigando durante esa época. En los últimos años he estado investigando sobre la creación y la relación del arte y el público, de lo real y la fantasía y sobre la identidad.

Suena complejo.

Intento ser muy respetuosa con los ciclos y eso también me ayuda a poder estar presente, a no mezclar procesos. Cuando estoy haciendo, estoy haciendo y después pienso sobre lo que he hecho y puedo aprender y disparar a partir de ahí. Me daba cuenta que trabajaba por temáticas. Y cuando me di cuenta, empecé a hacerlo de manera consciente. Eso hace que todas las obras se relacionen entre sí y no tengan un agotamiento de principio-final o ansiedad sobre el movimiento trepidante. Es como una danza. Me siento muy confortable en eso. Es verdad que a veces veo mi calendar y digo, madre mía... no te lo voy a negar, pero tengo un gran tesoro que es un equipazo. Bueno, mis dos grandes tesoros son mi intuición y el equipo que tengo en lo laboral y en lo familiar, que en ese sentido, también trabaja como taller. Mi equipo está conformado por mi pareja, por mis hijos, mis amigos más cercanos y por un grupo de personas que en este momento conforman mi estudio.

¿Cómo se puede llevar este nivel de trabajo y mantener estabilidad familiar?

Y desde la periferia, porque vivo en Santiago de Compostela. Yo soy muy cabezona. En esta mirada sobre los procesos de creación, he querido desarrollar un vestido que me fuera bien a mí, intentar crear un espacio en el que yo estuviera cómoda y pudiera desarrollarme, y pudiera eclosionar a un ritmo orgánico para mí. Porque también me estaba dando cuenta, cuanto más avanzaba en mi trayectoria, que el ritmo no iba a descender. Y yo no quería que arrasara conmigo. Ha sido una mirada a poder proteger y hacer marcos más suaves para mí y para las personas que trabajan conmigo. Y poder, dentro de este ritmo frenético, trabajar en burbujas de cuidado y de respeto y de compromiso por el arte. Y por la vida.

Marta Pazos posa en el hotel Artmadams.

Marta Pazos posa en el hotel Artmadams. / Enrique Calvo

¿Qué le interesa de trabajar con los clásicos?

Hay una frase de Gustav Mahler, que me pasó el otro día Gabriel Calderón, que es dramaturgo y director uruguayo brillante: la tradición es conservar el fuego, no adorar las cenizas. Para mí es esa relación con el legado, con que hay otras personas en otro tiempo que han sido vanguardia y que estaban haciendo algo muy importante. Y por agradecimiento a lo que nosotros somos hoy, me parece muy apropiado dialogar con ellos y ellas y traerlo aquí, pasarlo por nuestra túrmix y volverlo a colocar en el mundo, para tener una perspectiva sobre el tiempo y nuestra evolución. Esa relación con el pasado en el presente nos va a permitir hacer los puntos del mapa para el futuro. También me interesa mucho la cultura popular, y los clásicos están incrustados en la cultura popular.

También trabaja con textos actuales. ¿Los plantea diferente?

Yo planteo diferente cada uno de los proyectos, pero hay algo común en todos ellos y es que me enfrento a la construcción de la dramaturgia, de cómo se construye, cómo voy a plantear los ensayos, qué equipo voy a llamar siempre en función de la temática que esté planteando. Porque para mí, forma y contenido tienen que ir de la mano. La forma en la que se construya la obra tiene que estar directamente relacionada con la temática de la obra. Es muy divertido para mí, tiene mucho de arquitectura, de orquestacional.

¿Cómo se metió en el mundo de la ópera?

Fue de una forma muy bonita. Conocí a Helena Tornero, la dramaturga catalana, en Portugal, en 2013, porque yo dirigí una versión que ella escribió del Llibre dels tres savis de Ramon Llull e hicimos match. Años más tarde, decidieron hacer Je suis narcissiste y cuando se planteó el montaje, Helena me propuso. Y así entré en el mundo de la ópera, para quedarme.

Además, participó en la segunda ópera compuesta por una mujer que se representó en el Liceu.

Sí, Alexina B., esto fue histórico. Nos revela el gran trabajo que tenemos que hacer y la revisión constante. Ya está pasando, ya se está haciendo, en algunas estructuras con mayor velocidad, en otras más lenta. Pero sí, cuando te dan las estadísticas, ahí te pones las gafas violeta. Es que no queda otra. Pero en mi caso también. En un momento, mi carrera da un vuelco y se empieza a expandir gracias a las Temporadas de Igualdad, con las que las directoras que estábamos en el underground empezamos a poder habitar los espacios públicos y a trabajar con mayores presupuestos.

En pocos días viajará a Uruguay, para preparar 'El público', de Lorca.

En pocos días viajará a Uruguay, para preparar 'El público', de Lorca. / Enrique Calvo

Su revisión de los clásicos, la introducción de la cuestión de género, a un público convencional puede rechinarle...

Bueno, la gente se suele ir mucho del teatro, sí [risas]. Pero ahí soy muy respetuosa con lo que el público sienta. Lo decía el otro día Mayorga, que los teatros son lugares de libertad y de paz. Cuando hago una pieza la hago alineada [mueve su mano desde la cabeza al pubis], es aquello que quiero hacer. A veces las hijas creativas son imperfectas, otras veces, a mi entender, son perfectas y cuando la coloco ante un público lo que espero siempre es que le interpele, pero no me meto en su gusto. Que te interpele es que tú hagas un viajes y vivas una experiencia y que tengas el deseo de subirte al escenario o de irte de la sala, pero no te quedes indiferente.

¿Qué le provoca manifestaciones como la de Vox ante el Teatro de La Abadía?

Antes te decía que estamos en un momento muy rico, porque las cosas están cambiando. Y ya está pasando, de una manera muy fuerte, y cuanto más fuerte es esta energía, de cambio y de revolución, más fuerte va a ser la energía contraria. Esto nos revela que estamos haciendo las cosas bien y que por ahí tenemos que ir. Antes hablaba de mi relación con los clásicos porque tenemos que tener memoria y lo que está pasando en este presente parece ‘desmemoriamiento’ y responde a que la herida nacional sigue supurando porque no está curada. Seguimos teniendo muertos en cunetas... Mi gran preocupación es la pasión de la gente joven de la extrema derecha. Es algo que conecta más con la pasión, no ven la gravedad. Si queremos un mundo diverso, tenemos que poder proporcionar esto. Y es educación, la cultura nos hará libres.

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