MÚSICA CRÍTICA

BDV | Orquesta de Cambra de Mallorca

Pere Estelrich i Massutí

Pere Estelrich i Massutí

Tener a Olivier Charlier como solista de violín es un lujo. El intérprete francés es ya un músico mallorquín más, pues además de mostrar su buen hacer sobre el escenario, aporta mucho a los músicos que tocan con él. Las venidas de Charlier a la isla, de la mano de su amigo y violinista Sebastià Pou, son esperadas y valoradas. Y que sea así por mucho tiempo.

B de Bach. Pues bien, con la maestría de ese profesor, que toca un violín Bergonzi de mediados del siglo XVIII, dio comienzo la sesión que había preparado Bernat Quetglas al frente de su grupo, la Orquestra de Cambra de Mallorca. Y lo hizo con, nada menos, el BWV 1052R de Bach, obra en sí misma potente para el público y sumamente difícil para los intérpretes, pues solista de violín y director no pueden bajar en ningún momento la guardia si quieren que la obra resulte como es, una obra de arte de primer nivel. Como todo Bach, ese concierto para violín, no permite medias tintas, o se toca muy bien o mejor dejarlo. Y Charlier y la OCM así lo entendieron, dando una auténtica lección de buena música.

D de Debussy y V de Vivaldi. Des pas sur la neige (Pasos en la nieve) es una obra de Debussy que el compositor incluyó en su primer libro de Preludios para piano y que Bernat Quetglas ha versionado, de manera excelente, para flauta y grupo de cuerdas. Así, con esa obra, mágica y envolvente, empezó la segunda parte del concierto que comentamos, en el que el siempre sobresaliente Enrique Sánchez y la Orquesta de Cambra de Mallorca, enlazaron con el concierto La notte de Vivaldi. Una idea brillante, pues la calma y el aire creado por el compositor francés sirvió de preludio y ayudó a entender mejor la partitura, algo enigmática, del italiano. Genial enlace que siguió con otro continuum, el de pasar de Vivaldi a Bach y su Concierto para violín y oboe, obra maestra sin duda y de la que los solistas, el ya citado Olivier Charlier y José Maria Ferrero, ofrecieron una interpretación sobresaliente, apoyados por una formación instrumental de primera.

Si bien el sonido se alejó de los cánones de la llamada Música Antigua, todo el programa se movió dentro de unos parámetros de gran nivel artístico y de una enorme coherencia musical. La orquesta sonó afinada y precisa, con un resultado muy satisfactorio, cosa que el público agradeció pidiendo algunos bises, dos en concreto: El Pascaglia del Concierto RV107 de Vivaldi y el Aria de la Suite en re de Bach.

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