Premios Princesa de Asturias

Nuccio Ordine en el corazón del aire de Juan Cueto

Murió de forma repentina el pasado mes de junio pero su prosa resonó en los actos de Oviedo en su memoria

Juan Cruz

Juan Cruz

Nuccio Ordine tenía escrito su discurso de gratitud por haber sido premiado por la Fundación Princesa de Asturias por su obra de filósofo y de intelectual heredero de grandes maestros suyos, como George Steiner, Emilio Lledó y Umberto Eco.

De forma inesperada murió el último 10 de junio y ya fue imposible que aquello que escribió como gratitud existiera de otra forma que póstumamente. A media tarde, antes de que los premiados disfrutaran de la fanfarria que acompaña estos galardones, la escritura de Nuccio, en italiano, en español, resonó en los actos de Oviedo como su póstuma alegría.   

Era una reivindicación del maestro como parte principal de la enseñanza, en todas las áreas arriscadas de un mundo cada vez más arrojado al desprecio por la educación, al tiempo que explicaba experiencias propias en escuelas de América que le recordaban a él la pobreza de sus primeros años de niño estudiando en Calabria, su tierra natal, donde vivió en un pueblo, Diamante, sin librerías ni bibliotecas.

El neoliberalismo, decía en los últimos años de su vida como intelectual asiduo de la prensa y de las aulas y de las salas de conferencias, están destruyendo el futuro de la educación, haciendo “peligrar gravemente el papel y el futuro de la educación pública”. Su enorme aprecio por el maestro Albert Camus lo llevó a atraer al discurso de Oviedo la carta que el autor de El extranjero le envió a ese profesor humilde tan querido por “sus alumnos agradecidos”

Su apasionada lucha contra la desigualdad iba a ser el centro de su discurso, lleno de referencias literarias y de abrazos a un porvenir que él esperaba mejor y que ahora ya no puede comprobar que es aún más triste que el que él mismo vivió.

Esto fue lo último que escribió antes de que el tiempo se le viniera encima como un feroz temporal: “Tenía razón Óscar Wilde al escribir: ´Un mapa del mundo que no contenga el país de la Utopía no merece ni siquiera que le echemos un vistazo’”.  

Ese texto, unos folios aún incompletos, circularon por el hotel de los premios y por el Campoamor, el teatro de donde procede anualmente su eco. Antes, en un rincón de la sala del hotel, donde se encontraban amigos de siempre a los que cada año juntan aquí los premios Princesa de Asturias, estaban a mediodía dos mujeres que abrazan una ausencia mayor de los galardones de esta convocatoria.

Eran Rosalía y María, la viuda y la hermana de Nuccio Ordine. El ganador del Premio de Comunicación y Humanidades, fallecido poco después de haber recibido la alegría de esa distinción, había trabajado en la escritura de su discurso, que circuló como una carta póstuma que ya no tendrá nunca ni su ampliación ni sus correcciones.

La viuda y la hermana, invitadas por la Fundación Princesa de Asturias a este homenaje que es de reconocimiento y de adiós, han pasado aquí días de duelo pero también de alegría, pues el autor de La utilidad de lo inútil ha dejado en este país una huella inusual para un autor extranjero.

Del mismo que Juan Cueto, el más importante intelectual moderno que ha tenido España en el último medio siglo, y que es esencial para entender la significación cultural que mantienen estos premios, hizo en Italia gran parte de su obra como reinventor de la televisión moderna, Ordine es aquí un italiano que nadie desconoce, por lo que ha escrito, por lo que ha dicho en numerosas conferencias, y por lo que ha publicado (siempre en Acantilado) desde que aquí salió su primera obra maestra, La utilidad de lo inútil.

La viuda, que es librera, y la hermana venían a saludar con su presencia ese afecto español por Nuccio, a quien rinde también homenaje no sólo la fundación que lo ha premiado sino también la propia Acantilado. Un texto que precede a una entrevista que le hizo a su maestro George Steiner (George Steiner, el huésped incómodo) aparece en las librerías españolas con un prólogo que ahora parece también escrito para él mismo, si se invierten los nombres de un autor, Ordine, y del entrevistado, Steiner.

Da escalofrío, horas antes de que su nombre resuene como premiado en el Teatro Campoamor, leer este prólogo del autor de Clásicos para la vida. Así comienza, pues: “Dos años después de su desaparición, Steiner continúa presente en mi vida y en la de muchísimos lectores que lo amaron. Se trata de una presencia invisible, de una discreta sombra que nos acompaña silenciosamente en el museo, en la biblioteca, en el aula escolar o universitaria, en el concierto de música clásica o en uno de aquellos cafés en los que George reconoció los rasgos más significativos de ´la idea de Europa`.

Aquel Nuccio que hace unos meses, justo antes de su muerte que agarró de improviso a su legión española de seguidores celebraba su éxito en los premios de Asturias como una confirmación de su alegría de vivir para la filosofía, es ahora, como Steiner, instancia mayor del pasado, pero un pensador para el porvenir del presente.

Un admirador suyo, Pedro Miguel Echenique, científico, vasco universal, nos decía, antes de que Nuccio sonara entre los premiados, que este italiano que nació en una región humilde, en el pueblo de Diamante de Calabria, que compartía con Steiner que un filósofo es “aquel que lee un libro con un lápiz en la mano”, compartió con sus maestros “la sublime utilidad de la ciencia inútil a la que aplicó la pasión por el conocimiento”.

Era, decía el profesor vasco, “de los pocos que practican las letras que además entendía bien las ciencias. Entendía, pues, como Aldous Huxley, que han de avanzar juntas las letras y las ciencias, expandiendo las fronteras conocimiento”.

Añadió el físico, que también ha sido en el pasado premiado con el galardón que ahora recibe Ordine póstumamente, que Nuccio ha ampliado “el edificio conceptual de la ciencia moderna hasta convertirla en arte colectiva. Era, en fin, un diamante moral, un intelectual inolvidable”.

Ese hijo de Diamante ha sido uno de los baluartes de la ciencia y la filosofía publicada por Acantilado. Sandra Ollo, directora de la editorial, le dijo a este periodista, para resumir el perfil del legado del premiado dramáticamente ausente poco antes de cumplir los 65 años: “Por encima de todo, lo inolvidable de Nuccio es su alegría, su vitalidad y sus ganas. La vehemencia que le hacía defender infatigablemente sus ideas”. Parecía una usurpación de la vida que Nuccio Ordine no estuviera ayer en la tierra de Cueto para recibir el aplauso a su inteligencia.