Festival de San Sebastián
El extraño paso en falso de Joachim Lafosse
La película aborda asuntos muy de actualidad relacionados con el abuso y la corrupción moral pero, sorprendentemente, Lafosse los maneja con una indecisión y una falta de sutileza impropias de su cine
Nando Salvà
A lo largo de su infravalorada filmografía, Joachim Lafosse ha mostrado una agudeza excepcional a la hora de retratar la familia como un campo de batallas psicológicas y el hogar como una mezcla de refugio y cárcel, a menudo enfrentándonos en el proceso a intrigantes dilemas éticos. Justo eso pretende también el belga con ‘Un silencio’, que hoy ha presentado a concurso en el Festival de San Sebastián, y por eso resulta más bien decepcionante que la nueva película no esté a la altura de títulos previos de su filmografía como ‘Perder la razón’ (2012), ‘Después de nosotros’ (2016) o ‘Un amor intranquilo’ (2021).
El secreto que ocupa su centro argumental está basado en un escándalo que sacudió Bélgica hace 15 años y que implicó al abogado de los padres de dos víctimas del pederasta Marc Dutroux, y el silencio al que alude su título es el que Astrid (Emmanuelle Devos) ha mantenido respecto a él durante tres décadas con el fin de proteger su matrimonio, o a sus hijos, o su lujosa vida. No hace falta decir más para dejar claro que la película aborda asuntos muy de actualidad relacionados con el abuso y la corrupción moral pero, sorprendentemente, Lafosse los maneja con una indecisión y una falta de sutileza impropias de su cine. En el centro de la película, eso sí, Devos ofrece una interpretación apabullante. Otra más.
Por lo que respecta a ‘MMXX’, otra de las aspirantes a la Concha de Oro presentadas hoy, puede entenderse como una extensión de las protestas que Cristi Puiu verbalizó en algún momento de la pandemia contra las medidas sanitarias adoptadas por los gobiernos y aquellos que las seguían ciegamente. Como podrá imaginar cualquiera que esté familiarizado con el cine del director responsable de iniciar la Nueva Ola el cine rumano, eso no significa que sea cine propagandístico; de hecho, su desinterés en explicarse o justificarse la convierte en todo lo contrario.
Las cuatro historias que las componen no muestran más conexiones entre sí que la repetición de algunos personajes y la inclusión de iconografía y actitudes típicas de la vida durante el coronavirus, y lo que narran tres de ellas es aparentemente inconsecuente. Sus metrajes suman 160 minutos llenos de personajes que hablan y ofrecen información a menudo difícil de descifrar, y el tono se va oscureciendo hasta culminar en un relato pavoroso sobre tráfico de órganos y prostitución infantil. En conjunto, ‘MMXX’ funciona sobre todo a modo test sobre el estado de salud de la condición humana en Rumanía durante el año 2020. Los resultados son alarmantes.
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