El gallinero

Esos cuerpos que hablan

‘Para cuatro jinetes’, en el Principal de Palma. | RAFA GALLEGO

‘Para cuatro jinetes’, en el Principal de Palma. | RAFA GALLEGO / por Rafa Gallego

Rafa Gallego

Anatomías sin filtro, cuerpos en movimiento que son poemas, gritos, denuncia o percusión; que se deforman, informan, traspasan, provocan… El teatro visual, de gesto, la danza y el circo llenaron Sineu el fin de semana, en una edición del Cíclop con Croacia como país invitado y piezas reseñables y la contemporaneidad gamberra, con discurso y humor, casi desafiante, de Mucha Muchacha puso en pie al Principal de Palma.

De una desnudez «generosa, no exhibicionista» —como me sugiere una amiga/faro— y más allá de la evidente metáfora, surgen dos de las piezas más bellas que se programaron en un Cíclop que crece con la aportación comunitaria del pueblo que lo acoge y cede espacios a invento creativo. Bruno Isakovic (Denuded) hace de la respiración un argumento y aguanta el escrutinio del público, el primer plano al que le somete, con una naturalidad casi dolorosa; provoca su quietud inicial y prolongada y a partir de ahí va cogiendo forma, como si una estatua de Rodin cobrase vida, los músculos dialogan y un eficaz juego de luces hace el resto. El espectáculo lleva nueve años de en gira. En el mismo espacio, un día antes, Inés Sarmiento mostró El fin de las cosas, un título que también es un adelanto y una declaración de intenciones, y de amor. Danza y audiovisuales para contar fases de vida, para hablarnos de paraísos perdidos —algunos no se perdieron por irse sino por no llegar—. Orgánica, onírica, densa por momentos, generosa también, la obra es una catarsis, un recorrido por hechos y seres, donde hay dolor y redención, pero también homenaje. La podéis ver el 11 de octubre el Aljub de Es Baluard, en el contexto de la FiraB!, y ahí va a brillar más si cabe. Salí en plan reflexivo, controladamente emocionado, de esas dos propuestas, y sonriente de lo último de Moviments (Rosa Forteza y Alejandro Navarro). Zoom mezcla acrobacias, arte espontáneo y humor, y juego y repetición, para hablarnos del querer y no poder y del volver a insistir; de fracasar y levantarse en varios aspectos de la vida, y de la necesaria gestión de eso tan etéreo que llamamos éxito. No entendí el mensaje, el texto que subyace en C8H11NO2 2.0, pero lo que hacen con sus cuerpos Antonia Kuzmanic y Jelena Vujovic me parece fascinante, a mi y a medio mundo, porque se ve que no paran de hacer bolos. Aquí las pudimos ver gracias a la gente del C.IN.E., no lo olviden.

Y de Mucha Muchacha, a mí solo se me ocurren elogios. Me fascinó el espectáculo anterior y salí impactado de Para cuatro jinetes. Ana Botía, Marta Mármol, Belén Martí Lluch y Marina de Remedios, con la asesoría de Celso Giménez —y esta vez con Los Voluble haciendo los audiovisuales y el espacio sonoro— reparten coros y danzas y las mezclan, las ponen en diálogo, con los bailes populares de ahora: la danza lisérgica que emana de la música electrónica, el reguetón… El folclore de antes ante el espejo de las tendencias populares de hoy. Tres actos, muy bien pautados, con transiciones perfectas; referencias culturales trabajadas, una interesante evocación de la memoria colectiva, gags hilarantes, una estética envolvente y un decidido descaro que parece decirnos: «Hemos venido a romper moldes». La obra empieza en una cima y no para de elevarse hasta el final.

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