Residencias artísticas: Arte fuera de la zona de confort

La Bibi Gallery, Espacio Rojo o Casabanchel son tres de los centros culturales que actualmente acogen a artistas residentes en España

Alejandra Mateo

El mundo del arte es un mundo que cambia a pasos agigantados, va modificando sus propias reglas con el paso del tiempo y tanto es así que a día de hoy se puede afirmar que no solo las obras artísticas han experimentado una clara evolución en su estilo, sino también el artista que les da vida: Si hasta hace poco todavía permeaba la idea del genio sentado en su taller durante horas dibujando frente a un lienzo sin mayor distracción, ahora resulta inconcebible pensar en un artista que no se encuentre en constante movimiento incluso en el momento de trabajar. El artista contemporáneo busca salir de su zona de confort y sale a la caza de estímulos nuevos que influyan positivamente en sus creaciones. Por eso, desde hace ya varios años, muchos centros culturales y galerías en toda Europa están transformándose para acoger residencias artísticas: Se trata de lugares donde creadores de disciplinas muy diversas entre sí deciden vivir entre un mes y un año para trabajar en un proyecto concreto.

Las razones que suelen impulsar a los artistas a vivir esta experiencia van desde lo más emocional, como querer cambiar de escenario, inspirarse y renovarse, hasta motivos mucho más pragmáticos, como tener la oportunidad de conocer otros artistas, galeristas o comisarios y así ampliar su red de contactos dentro del mercado del arte. Además, para muchos constituye una forma de ampliar su currículum y distinguirse de otros artistas, ya que para vivir en una residencia artística es preciso superar previamente un proceso de selección, algo que solo consiguen unos pocos. Así, la mayoría de residencias seleccionan a sus artistas en función de su trayectoria profesional, sus obras realizadas anteriormente, y sobre todo, por el proyecto que pretenden realizar durante su periodo de residencia.

Parece que la existencia de estos lugares en los que artistas de distinta procedencia cohabitan al tiempo que cultivan su arte es algo relativamente reciente. No obstante, Marc Bibiloni, director de la residencia y galería La Bibi en Mallorca, cuenta que sus orígenes se remontan a la Edad Media, cuando los nobles invitaban a los artistas a su casa para hacer retratos. Ahora el panorama sociocultural ha cambiado considerablemente pero el objetivo fundamental de esta práctica permanece: dejar provisionalmente el taller particular para vivir y trabajar en un lugar distinto al habitual. En el caso de La Bibi, situada en Establiments en un entorno completamente natural –dispone de vistas a la Tramuntana, el campo e incluso a la Bahía de Palma–, los residentes cuentan con un espacio de trabajo ideal por la tranquilidad que alberga, algo muy valorado por artistas que proceden de ciudades populosas. Este hecho, explica Bibiloni, «repercute positivamente en su productividad, ya que permite estar en calma, trabajar mejor, con más motivación y con mayor intimidad». El espacio, una nave industrial rústica totalmente diáfana, era originalmente una fábrica de telas mallorquinas, de manera que las dimensiones de la misma son tan grandes que permiten desarrollar obras tanto de pequeño como de gran tamaño. En la nave coexisten una parte destinada al trabajo artístico y otra con comedor, habitación, zona de lavandería y todo aquello que esperaríamos encontrar en una vivienda al uso –incluso un coche para facilitar desplazamientos–.

Grip Face y Miju Lee participaron con un proyecto colectivo en la residencia durante el mes de agosto. Ambos estuvieron trabajando conjuntamente en la muestra pictórica Find an Offline Shelter, que se materializó finalmente en una gran exposición en París y sobre la cual actualmente se está preparando un documental. Para Grip Face, quien ya había realizado residencias como la de Fundación Núcleo o Museums Quartier en Viena años atrás, lo mejor de La Bibi como residencia artística es, sin duda, su ubicación privilegiada: «es un lugar idílico para un artista porque permite estar apartado de la ciudad, pero tampoco demasiado y en un sitio donde el silencio y la luz natural generan una atmósfera perfecta para la creación», afirma el mallorquín. Una de sus rutinas comunes de trabajo –aunque señala que su rutina diaria no era hermética– ha sido la de realizar grandes paseos por los alrededores siguiendo senderos o salir a correr para desconectar y centrar la cabeza de cara al trabajo artístico y «estar muy conectado con el proceso creativo». Las ventajas de salir de la zona de confort para vivir en una residencia en el corazón de Mallorca son múltiples: Entre ellas, Grip Face y Miju destacan la facilidad para obtener inspiración en un lugar donde el artista está totalmente desconectado de las preocupaciones cotidianas y el contacto permanente con el silencio y la naturaleza.

Si bien la calma es un punto realmente valorado por quienes eligen las residencias artísticas como lugar de evasión y focalización creativa, otros artistas prefieren optar por residencias cuyo punto diferencial es la confluencia de gran número de creadores de todo el mundo. Elena Duque, artista y programadora de cine, tuvo claro desde el momento en que solicitó la residencia que el contacto con otras artistas sería esencial para enriquecerse como creadora. Así fue como decidió aplicar para Matadero Madrid, centro de creación contemporánea del área de Cultura, Deportes y Turismo del ayuntamiento de Madrid y gran referente cultural en esta comunidad. El centro persigue este objetivo de «potenciar la experimentación en un entorno de trabajo abierto, colaborativo y generoso». En este sentido, un factor diferenciador de este lugar es su búsqueda de generar vínculos con agentes del tejido local, como estudios de artistas o gestores culturales independientes e instituciones públicas afines como son, por ejemplo, las universidades. Al ser un espacio que goza de un amplio apoyo institucional y social, Matadero cuenta con residencias tanto de arte y educación como también de escritura performativa, producción musical y muchas otras disciplinas. Duque entró en la residencia en enero de este año y terminó a finales de abril para trabajar en un proyecto denominado Hacer/Ver, que relaciona el cine y la pintura desde el punto de vista material, así como una pequeña producción cinematográfica y una performance denominada Curso de pintura rápida para principiantes.

Vista general del amplio espacio de convivencia y creación.

Vista general del amplio espacio de convivencia y creación. / La Bibi Gallery

Medios y asesoramiento

En el tiempo que permaneció no solo dispuso de medios materiales como un espacio de trabajo más que adecuado sino que también recibió sesiones de asesoramiento con diferentes tutores y sesiones grupales para compartir la evolución de los proyectos de cada artista. La cineasta madrileña, primeriza en este tipo de experiencia colectiva y acostumbrada a trabajar en solitario, explica con entusiasmo que el contacto con sus compañeras «fue realmente inspirador para mí, el compartir el día a día, el conocer sus proyectos y el enriquecerme con otras disciplinas y puntos de vista»; y añade que «ver sus procesos de trabajo, y a su vez también compartir el mío me hizo superarme cada día como artista».

Otra residencia que también persigue una filosofía comunitaria y colaborativa es la residencia de investigación de antropología del arte de Casabanchel, ubicada en el sur de la capital madrileña. Este centro forma parte de la red de espacios de creación independiente del ayuntamiento de Madrid y tiene como principio rector la convivencia entre los artistas residentes, así como la horizontalidad en la toma de decisiones dentro del espacio. Gonzalo Gosálvez, antropólogo y residente de Casabanchel, no tuvo que esperar a ser aceptado en la residencia –como ocurre en la mayoría de casos–, porque los propios coordinadores se interesaron por el proyecto que presentó antes de su entrada a principios de abril: una investigación de carácter etnográfico sobre las residencias artísticas y su influencia en el artista y su obra. En ella, comenta el antropólogo, «estudiamos cómo las residencias tienen una serie de cualidades que permiten consolidar toda una red de convivencia y compartir conocimientos para el intercambio de saberes entre artistas». Permanecerá en Casabanchel hasta finales de noviembre.

Tal como reflejan algunas de las ideas presentes en la investigación –todavía en curso– de Gonzalo, las residencias, además de constituir lugares increíblemente beneficiosos para los artistas al permitir el contacto con otros creadores de diferentes entornos, también otorgan valor cultural al espacio urbano donde se ubican. Por eso Gonzalo reivindica el papel crucial de estos espacios en el tejido social de las ciudades y insiste en defender a ultranza su necesaria pervivencia, ya que «en el momento que estos espacios desaparezcan también desaparecerán toda una masa de artistas, gestores culturales y personas dedicadas al arte que traen consigo».

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