LA PRÈVIA

Un requiem poco ortodoxo

Pere Estelrich i Massutí

Pere Estelrich i Massutí

Desde el siglo XV muchos compositores han firmado partituras para ser interpretadas durante la Misa de Difuntos. De siglos anteriores también han llegado obras para ese mismo fin, pero sin la firma del autor. Por tanto, podemos hablar que el Requiem como forma musical es anterior a 1400.

El francés Guillaume Dufay es considerado el autor del primer Réquiem de autor conocido, aunque su partitura no ha llegado a nosotros, se ha perdido por el camino. Por eso, el primer autor de una Missa de Requiem conservada es el flamenco Johannes Ockeghem. A partir de él y, sobre todo, después de la reforma del Concilio de Trento encontramos muchos grandes nombres relacionados con la misa de difuntos. En el Renacimiento, con el esplendor de la polifonía, tenemos a Cristóbal de Morales, Orlande de Lassus, Giovanni Pierluigi de Palestrina, Juan Brudieu y Tomás Luis de Victoria. En el primer Barroco, Monteverdi y Jean-Baptiste Lully. Durante el Clasicismo nos encontramos con uno de los referentes, el Réquiem de Mozart, aunque también hay muchos más compuestos por Antonio Salieri o Domenico Cimarosa.

El Romanticismo es un período muy prolífico en cuanto a la composición de Réquiems: Anton Bruckner, Hector Berlioz y los dos referentes que son Johannes Brahms y Giuseppe Verdi. Y ya a las puertas o a principios del siglo XX, Antonin Dvorak, Charles Gounod y, por supuesto, Gabriel Fauré.

Ya más modernamente Maurice Duruflé, György Ligeti, Benjamin Britten, John Rutter, Krzysztof Penderecki e incluso Andrew Lloyd Weber.

Entre los compositores mallorquines Antoni Torrandell y Josep Ros también han escrito misas de difuntos.

Pero por lo que hace al concierto que la Simfònica presenta esta noche en el Auditòrium de Palma y mañana en Manacor, centrémonos en Brahms, el compositor que escribió un Réquiem más para los que quedan que para los que se van. Su Réquiem no está pensado para los difuntos sino para los que mantienen vivo su recuerdo. De hecho, no sigue las directrices de la liturgia de la misa, sino que va por otros derroteros, utilizando textos que no son los del ordinario católico.

En esa obra inmensa, Brahms utiliza un gran coro y dos solistas vocales junto a una orquesta claramente romántica. Juntos nos preparan para un más allá profano a partir de textos bíblicos que para nada evocan el fuego eterno ni el castigo por los pecados, muy al contrario.

La obra, incompleta, fue estrenada el Viernes Santo de 1868 en Bremen y ya en su forma definitiva se interpretó al año siguiente en Leipzig.

En la sesión que podremos escuchar en Mallorca, nuestra orquesta estará acompañada por la Coral UIB (que dirige Joan Company), así como por la soprano Maria Sardaryan y el barítono Hanno Muller Brachmann.

Suscríbete para seguir leyendo