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ÓPERA CRÍTICA

Archiduque es más que Príncipe

‘L’Arxiduc’ se volverá a representar este domingo en el Teatre Principal de Palma. | B. RAMON

L'Arxiduc de Toni Parera Fons ★★★★★

Teatre Principal de Palma

De Toni Parera Fons

Carme Riera, libreto. Solistas vocales

Orquestra Simfònica de Balears

Coros del Teatre Prinicpal

Paco Azorín, escenografía

Pablo Mielgo, dirección Musical

25-11-2022

Referencias a la nobleza. En la aristocracia del imperio de los Habsburgo había tres títulos nobiliarios preferentes, uno de ellos era el de Archiduque, que iba por delante del de barón o príncipe. Así que nuestro Arxiduc Lluís Salvador tenía un rango solamente superado por el Kaiser y su esposa, la Kaiserin.

Si trasladamos ese rango al de obra de arte, podremos sacar la conclusión de que ese proyecto sobre l’Arxiduc que estos días se presenta en Palma, es más que una ópera y está por encima de otras producciones de menor rango. L’Arxiduc es más que una propuesta operística, en ella hay música, baile, texto hablado, texto recitado, texto cantado, fragmentos orquestales, espectacularidad artística… Arte total, en definitiva, como calificaba Wagner a la ópera.

Referentes musicales. Arte total, según Wagner. Y es que en esta partitura que firma Antoni Parera, hay algo de Wagner, pero no solo de él, también de otros compositores. Así nos reencontramos con el Puccini de Turandot en la escena del Emperador, con el Strauss de El caballero de la rosa en el vals que suena en el inicio del segundo acto, incluso con el Mozart de La Flauta mágica en la escena protagonizada por la madre del protagonista, que recuerda a la Reina de la noche en el momento en el que amonesta a su hija Pamina…

Referentes cinematográficos. Kubrick por partida doble: en la primera escena, en la de las niñas, caracterizadas como las gemelas de El resplandor, pero también en las imágenes que se proyectan cuando se hace referencia a la Primera Guerra Mundial, tomadas de Senderos de gloria.

Referencias a Stendhal. Si el autor francés tituló Le Rouge et le Noir: chronique du XIX.e siècle su obra más psicoanalítica, en ese L’Arxiduc bien podemos referirnos a Blanco y Rojo: crónica de la primera quincena del siglo XX, pues los creadores de la escenografía utilizan esos dos colores para simbolizar el paso del protagonista de la corte a realizar viajes más allá del imperio, Mallorca y Tierra Santa incluidas. Colores efectistas. Genial y creativa manera de identificar espacios y, sobre todo, unas maneras de ser, de vivir y de experimentar. Esas cortinas enormes, que delimitan el espacio escénico, sirven también para contextualizar, para indicar que no estamos en el mismo plano vital del protagonista, que en el primer acto siente de una manera y en el segundo, de otra, psicológica y sexualmente.

Die artisten. Dicho lo anterior, es el momento de pasar a la acción, al comentario, a la crónica de lo que es ese proyecto L’Arxiduc. Y lo primero que nos viene a la mente (hablo en plural, pues creo hacerlo en nombre de algunos compañeros y amigos que también presenciaron la función), los primeros calificativos aplicables a la función del pasado viernes son: grande, original, nueva. Grande por todo el engranaje que ha implicado llegar hasta aquí, un engranaje que ha reunido a autora, compositor, autor de la dramaturgia, escenógrafos, director de orquesta, de coro, actores, cantantes, músicos, bailarines, tramoyistas…

Carme Riera ha confeccionado un libretto que huye de los tópicos que conocemos sobre el autor del Die Balearen, conservando algunos, naturalmente, como sus fogosidades, pero remarcando sus vivencias dentro y fuera de la política europea. Antoni Parera ha hecho lo que sabe hacer muy bien, componer desde la modernidad, ofreciendo para las voces un gran recitativo/arioso, salpicado de puntuales líneas melódicas algunas con modos populares; y para la orquesta un enorme poema sinfónico, completado por concretas referencias cinematográficas, algunas propias de los filmes de intriga.

Paco Azorín como autor de la dramaturgia ha salido airoso de su concepto, minimalista y conceptual, trabajando muy bien los cambios entre las escenas, dirigiendo a los personajes y facilitando al espectador el dónde y el qué, a través de notas a pie de página y títulos traducidos en una pantalla. Muy remarcable la ayuda, en todo momento elegante y poética, de Rafel Lladó a la hora de crear la escenografía. Correcto, con algunos tópicos como los sombreros de paja, el vestuario de Antònia Marqués.

La Orquesta, sí en mayúscula, es pieza fundamental en ese proyecto y tanto Pablo Mielgo como los componentes de nuestra Simfònica lo supieron entrever y dieron una auténtica lección de buen hacer. Enorme su aportación: ensamblada, afinada, controlada. De diez. Por otra parte, muy bien también el Coro del Teatre, que aquí cantó a un gran nivel. Enhorabuena a ellos y a Francesc Bonnin.

El equipo de actores y bailarines, mayoritariamente jóvenes, aportó mucho a esa producción, moviéndose con profesionalidad y manteniendo siempre una buena dicción en el caso de los primeros y una enorme agilidad, los segundos. Destacable Laura Lliteras en el papel onírico de la corza.

¿Y los cantantes? Soberbio José Antonio López como Arxiduc el viejo. Al mismo nivel, pero con menos peso, María José Montiel como Catalina Homar, María José Moreno en su breve intervención como la madre y Joan Martín-Royo como el Emperador. David Alegret, como Arxiduc el joven, tiene una bonita voz aunque le faltó algo de potencia en algunos momentos decisivos. De Pau Camero decir que fue un descubrimiento y que, de seguir por ese camino, tiene un futuro muy prometedor, ya que demostró firmeza en su importante rol del amante Wladislaw.

Capítulo aparte merecen las voces mallorquinas, con un muy eficaz José Manuel Sánchez como secretario del Arxiduc al frente del elenco y que sacó su importante rol de forma magnífica. De Joan Laínez no podemos decir más que alabanzas: su Franz Ferdinand fue excelente; Joan posee voz para ese corto papel y para muchos otros más comprometidos. Toni Aragón y Josep Miquel Ribot dieron, una vez más, una lección de profesionalidad igual que la eficiente Marisa Roca como Antonietta. Correctas las dos voces blancas.

Un diez también a los tramoyistas y equipo técnico, pues no hubo ningún «pero» a su milimétrico y cronometrado trabajo.

En resumen: Gran espectáculo, gran estreno, que merecería verse de nuevo para poder ir mucho más allá de lo que dicen esos comentarios escritos a vuela pluma tras un primer pase.

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