A la mente humana le encanta ser negativa, es la manera que tenemos de mantenernos alerta ante el peligro. A veces nos dejamos llevar por pensamientos poco realistas sin darnos cuenta. Distorsionamos la realidad y ello conlleva consecuencias negativas pudiéndonos conducir a la depresión, la ansiedad, la baja autoestima, conflictos en las relaciones o consumo de drogas.

Aaron T. Beck, fue el psiquiatra que identificó estos mensajes negativos no realistas a los que bautizó como distorsiones cognitivas. Lo que descubrió es que aquello que nos decimos a nosotros mismos afecta a nuestro estado de ánimo y comportamiento, y que podemos aprender a identificar dichas distorsiones para superarlas.

Se han identificado una gran variedad de distorsiones, pero estas son las más comunes:

  • Pensamiento todo o nada: Se trata de ver el mundo blanco-o-negro sin contemplar términos medios. Si algo no sale perfecto, lo vemos todo como un completo fracaso.
  • Sobregeneralización: Sacamos una conclusión negativa de un hecho aislado y anticipamos el mismo desenlace ante circunstancias similares. Por ejemplo, ante una ruptura de pareja decirnos que nunca lograremos estar con nadie.
  • Filtraje: Nos centramos en lo negativo, contaminando así lo positivo. Si conseguimos un ascenso en el trabajo, rápida y exclusivamente nos centramos en el aumento de la carga laboral.
  • Descalificación de lo positivo: Transformamos las cosas positivas que nos rodean en neutras o negativas. Al hacernos una alabanza encontramos rápidamente la razón por la cual no nos la merecemos.
  • Conclusiones apresuradas: Dentro de esta tendencia de pensamiento encontramos dos variantes:

Lectura de mente: Creemos que sabemos lo que piensan los demás de nosotros y el porqué se comportan como lo hacen. Cuando un amigo no nos contesta a un mensaje, en lugar de suponer que no ha tenido tiempo, nos preguntamos directamente que hemos hecho para ofenderlo.

Error del adivino: Se mira al futuro con pesimismo. Sabemos que la presentación nos va a ir mal o que nunca le vamos a gustar a nadie.

  • Magnificación y minimización: En la magnificación exageramos la importancia de las cosas hasta el punto de catástrofe. Por ejemplo, pensar que nuestra tos debe significar un cáncer. En la minimización, quitamos importancia a los aspectos positivos incluyendo cualidades y logros.
  • Razonamiento emocional: Creemos que las emociones negativas que sentimos reflejan la realidad. “Me siento inútil, por lo tanto soy inútil”.
  • Afirmaciones “debería”: Aplicamos reglas rígidas sobre nuestras obligaciones o las de los demás. “ Debería casarme antes de los 30”. “Los demás deben actuar de tal forma” Si no se cumplen estas creencias rígidas nos sentimos culpables y si los demás no están a la altura nos sentimos frustrados.
  • Etiquetación: Vemos a los demás o nosotros mismos con criterios generales ignorando otros aspectos importantes de la forma de ser. Nos etiquetamos de fracasados en lugar de decirnos que solo hemos cometido un error.
  • Personalización: Nos hacemos responsables de las acciones de los demás o nos atribuimos fenómenos sin una base para tal conexión “ Mi hijo ha suspendido por mi culpa…” “ Seguro que ese comentario lo dice por mi…”

El poder identificar las formas de pensamiento que nos deprimen nos ha permitido desarrollar una terapia de modificación de pensamientos negativos que a fecha de hoy ha demostrado ser eficaz y a la que llamamos reestructuración cognitiva.

Para más información www.psiquiatrapalma.com