Una voz de mujer con marcadísimo acento ruso recibe al visitante que acaba de llamar al timbre de la mansión de Gennadios Petrov. Escruta al extraño gracias a la videocámara de que dispone el interfono. "¡No hable español!", exige. La conversación concluye en cuanto la palabra ´journalist´ (periodista) atraviesa su oído. En la mansión de Petrov casi nada ha cambiado –salvo que en el lugar de los coches de lujo en la puerta hay un discreto Ford– 600 días después de que su dueño saliera por última vez, esposado y en compañía de la Guardia Civil. El magnate ruso, acusado por el juez Baltasar Garzón de liderar uno de los clanes mafiosos más poderosos de su país y lavar en el nuestro los sucios beneficios de sus negocios, ha vuelto a su fortín mallorquín tras reunir en apenas cuatro días los 600.000 euros de fianza con los que la Audiencia Nacional puso precio a su salida de prisión. De puertas hacia afuera, el palacete era ayer un remanso de paz en el que Petrov disfrutaba de su flamante libertad.

Tan pronto como la mujer que ha atendido la llamada al interfono corta la comunicación, un hombre enfundado en un chándal asoma por una de las puertas laterales de la mansión. Parece tener la misma aversión a la palabra ´periodista´. "¿Qué quieres tú?", inquiere en español pero también con un fuerte deje eslavo, antes de entrar a la mansión para preguntarle a su jefe si desea atender al extraño. "No quiere", responde. El hombre deja salir entonces a un enorme San Bernardo, quizá para disuadir cualquier nuevo intento de aproximación, y vuelve de nuevo al palacio dejando a su interlocutor con la palabra en la boca.

Nada evidencia, desde la acera de la avenida Portals Vells, que haya vida en el interior de esa suerte de fortaleza en la que ningún rincón escapa a las cámaras de seguridad. Ni ruidos, ni luces ni movimiento. Dos leones de algún noble material franquean el enorme portón de entrada, bajo una tosca fachada neoclásica. Ante tanta suntuosidad, chirría que el único vehículo aparcado frente a la vivienda sea un Ford de lo más corriente. "Aquí siempre hay el mismo movimiento: poco y discreto", resume un operario que suele pasar a diario por la zona. El barrio es atípico. Una ristra de casas en las que la palabra lujo suena a poco y en las que cada uno va a lo suyo sin prestar demasiada atención al vecino.

Petrov ha pasado algo menos de dos años entre rejas, desde que en la madrugada del 13 de junio de 2008 una legión de guardias civiles tomara al asalto su chalé. La ´Operación Troika´, bajo la batuta del magistrado de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón, pretendía descabezar la Tambovskaya Malyshevskaya, una organización criminal rusa asentada en España desde 1996. El operativo se saldó con 19 detenidos en Mallorca, Málaga, Alicante y Madrid. El juez Garzón tomó declaración a Petrov en Palma y ordenó su ingreso en prisión, como presunto líder del clan, por los delitos de asociación ilícita, blanqueo de capitales y fraude fiscal. La Tambov habría utilizado España para blanquear los ingentes beneficios de sus turbios negocios en Rusia, según los investigadores.

Desde entonces, Petrov ha pasado 18 meses en varias cárceles de la península. Sus defensores alegan que el magnate no pasa de ser un hombre de negocios con contactos al más alto nivel y aseguran que nunca ha tenido relación con organizaciones criminales. El servicio secreto ruso remitió un informe en el que aseguraba que "no consta oficialmente" que Petrov pertenezca o lidere la red de mafiosos ni que tenga sumarios abiertos en aquel país por asesinato, tráfico de armas, extorsión, violación o fraude. Esta información le abrió las puertas de prisión y la semana pasada la sala penal de la Audiencia Nacional fijó una fianza de 600.000 euros para que pudiera quedar en libertad. En apenas cuatro días, fin de semana mediante, sus representantes legales depositaron esta cantidad. El auto de la Audiencia, que no descarta las actividades delictivas de las que Garzón le acusa, considera que el riesgo de fuga ha disminuido considerablemente tras año y medio entre rejas. El tribunal esgrime también su arraigo en España, donde reside su familia.

Tras salir de la cárcel, Petrov ha tardado solo unas horas en instalarse de nuevo en su fortaleza mallorquina. Le han retirado el pasaporte, debe presentarse a diario en un cuartel o comisaría y tiene prohibido abandonar el país. Aquí esperará a que la justicia decida si es un peligroso capo mafioso o solo un multimillonario bien relacionado.