Ha llegado el momento de pasar página a los tiempos de confusión y desesperanza de los socialistas. Lo sucedido en los últimos años representa poco o nada a ese partido transformador que gobernó este país veintiún años de la mano de Felipe González y José Luís Rodríguez Zapatero, cosechando todos y cada uno de los avances en materia de igualdad, derechos sociales y civiles que hoy forman parte garantista de nuestra realidad común.

En vivo y en directo hemos expuesto impúdicamente nuestra incapacidad para adaptarnos a un nuevo escenario global patrocinado por la peor crisis económica en más de ochenta años; donde se ha puesto en jaque la pervivencia de la democracia y del Estado del Bienestar, pilares sobre los que hemos construido nuestro actual modelo social. La crisis global ha generado una profunda incertidumbre de futuro provocando una necesidad colectiva de falsa seguridad frente a lo desconocido, frente "al otro", levantando muros para separarnos, internacionales o no, territoriales o sociales. Miedo e inseguridad que una vez más son el caldo de cultivo para aquellos que venden soluciones sencillas a problemas muy complejos, aumentando el radicalismo y provocando la reaparición de la ultraderecha y de los neopopulismos, de posturas de ruptura y secesión bajo el prisma de la verdad absoluta, la superioridad moral o identitaria.

Frente a esa radicalidad que engrandece lo fácil, frente a los discursos que potencian el enfrentamiento, los socialistas debemos retornar nuestro espacio natural, a una manera de ser y hacer política que nos haga reconocibles, en la que nos reconozcamos.

Nuestro espacio es el debate, el diálogo, el acuerdo, pero sobre todo el respeto, a nuestros procedimientos democráticos, al partido, respeto a los que disienten, a los que discrepan o defienden posicionamientos o candidaturas distintas. La tolerancia forma parte intrínseca de la condición socialista y debemos recuperarla.

Necesitamos dejar a un lado las luchas fratricidas y nominativas para centrarnos en lo que realmente importa, llevar a cabo una reflexión compartida del PSOE que queremos, ese PSOE unido que espera la ciudadanía alejado de polémicas personalistas y centrado en las posiciones políticas que nos definen, de igualdad, de libertad, justicia social y redistribución, asegurando los derechos de hoy y promoviendo los de mañana, en un país de oportunidades, moderno e innovador que debe hacer frente a retos muy complejos como el envejecimiento de nuestra población, la entrada de nuevas tecnologías y sus repercusiones en el mundo laboral, el retorno de los emigrados, cambios profundos en una construcción europea hoy en entredicho y que debemos seguir defendiendo, etc., todos ellos retos que marcaran las políticas públicas de la próxima década.

Son tiempos de delimitar con meridiana claridad nuestro espacio político en la izquierda que representa la socialdemocracia que ha de venir, poniendo los faros de largo alcance para aportar nuevas respuestas a viejas preguntas, pero también y no menos importante, dar respuesta a las nuevas preguntas, a los nuevos retos sociales.

Somos un partido con vocación mayoritaria de gobierno, que transforma la realidad social desde las instituciones, no fuera de ellas. Nos indignamos y levantamos ante las injusticias, pero inmediatamente después las revocamos desde el pleno municipal o el Parlamento. De esta forma somos útiles, reformando día a día la vida cotidiana de las personas para construir un futuro común en esa igualdad de oportunidades que edifica el progreso de una sociedad.

Los socialistas defendemos la solidaridad, la pluralidad y diversidad en todas sus variantes, también la territorial que no se detiene en la reivindicación de la diferencia, sino que se centra en aquello que nos une. El llamado "Acuerdo de Granada" fue un ejemplo de nuestra capacidad como socialistas para debatir desde distintas ópticas y posicionamientos, desterrando lo que entonces se denominó como dos tentaciones; la secesionista y la centralista, y confluyendo en un pacto territorial, un modelo federal que represente a la "España de todos".

Así, con debates de ideas claras y realizables es como los socialistas definimos nuestro modelo y actualizamos posicionamientos políticos que después se traducen en propuestas desde la oposición o legislando cuando llegamos al gobierno. Y el congreso es la máxima expresión de ese debate interno de ideas que nace en la agrupación local y se decide de forma compartida en nuestro máximo órgano de deliberación, algo que por cierto va mucho más allá de la elección de quien ocupará la secretaría general.

Por ello es tan importante atenuar ese ruido que tanto entorpece la reflexión, la razón y el pensamiento útil, dejando de lado revanchas y desquites que intentan desacreditar a quien no comparte apuestas o deslegitiman procesos, estructuras y equipos. No suma, resta, desprestigia y silencia un proceso que marcará irremediablemente el futuro de una organización con casi 140 años de historia. Nos jugamos mucho.

Entre todos los militantes elegiremos en primarias quién de entre nosotros y nosotras nos representará, dando de nuevo los socialistas ejemplo de una democracia interna indiscutible. Nadie cuestiona la importancia de acertar, por eso es tan importante que dejemos atrás interesados estereotipos, injustas etiquetas que sólo tienen el objetivo de difamar, y reflexionemos serenamente y en libertad, quién es la persona que simboliza mejor el cambio que precisa nuestra organización para gobernar el país la próxima legislatura.

El que suscribe anima a que Susana Díaz presente su candidatura, una mujer que en mi opinión representa una secretaria general fuerte y creíble, que mire hacia adelante y consiga las cotas de equilibrio y estabilidad que necesita el PSOE para afrontar los próximos retos electorales. Y voy a promover y apoyar su candidatura sin necesidad de criticar o descalificar a las otras. Tengo el pleno convencimiento de que esa es la clave para garantizar un proceso limpio del que salgamos todos reforzados y especialmente la organización, especialmente el PSOE.

Pero no nos olvidemos, vamos a hacer algo todavía mucho más sustancial; la celebración de nuestro congreso, el momento de recapacitar sobre nuestros procedimientos internos para, por ejemplo, conseguir compatibilizar mejor nuestra democracia directa con la representativa, o también, actualizar posicionamientos políticos que nos ayuden a recuperar la confianza electoral perdida, especialmente en ciudades y capitales de provincia. No podemos olvidar que uno de cada cuatro personas vive en una de las diez ciudades más pobladas del país. La socialdemocracia debe ser capaz de volver a conectar con el entorno urbano, recuperando el municipalismo como una de nuestras señas de identidad.

Ha llegado la hora de hacer política, política de la buena, esa que formula la resolución de los problemas que plantea la convivencia colectiva, planificando y redistribuyendo el bien común, y lo vamos a hacer en un espacio de moderación donde debatir profundamente, sin pausa pero sin prisas, con esa calma que merece el rediseño de un PSOE que el país reclama y necesita. No tengan ninguna duda, estaremos a la altura.

*Militante socialista