Gracias a Rajoy, el Gordo no ha caído íntegro en Amancio Ortega, como por lo visto ocurría con Zapatero. En la versión eufórica de RTVE-Granma-Pravda, los premios de la lotería se han repartido en comunidades con un elevado índice de paro, por lo cual se ha cumplido una ejemplar justicia distributiva. La cadena encadenada se queda a un paso de confirmar que el polvoreamiento de los millones entre desempleados corresponde a un designio del Gran Timonel de La Moncloa, que ha transformado el azar en necesidad y ha programado un sorteo tan perfecto como la subasta eléctrica.

Rajoy reparte el Gordo. Ha pagado a los desempleados un espléndido sobresueldo, un tipo de premio cuya satisfacción conoce de primera mano. La televisión estatal no aclaró si se seleccionó a necesitados que hubieran votado previamente al PP, excluyendo a infieles. El canal caritativo también omitió que, dada la política laboral del Gobierno, no cuesta demasiado que el Gordo recaiga sobre los damnificados por la política laboral del mismo ejecutivo que ahora les compensa. De hecho, uno de cada tres compradores de décimos está en el paro, y otro teme acompañarle en el viaje a ninguna parte. Para resarcirse del fracaso de Eurovegas, los populares incluyen a la lotería en la lucha contra el desempleo.

Rajoy reparte felicidad, basta con examinar su semblante. Cabe reprochar al presidente del Gobierno que se atribuya un éxito que corresponde en exclusiva a Raphael. Sin embargo, este conflicto de egos carpetovetónicos es una nimiedad por comparación con la fenomenal puntería que atribuyen al presidente sus acólitos. De hecho, el Gobierno ha de perseverar en el aumento del número de parados, para facilitar su empeño de premiarlos a continuación. En un futuro prometedor, todas las papeletas serán repartidas entre personas sin trabajo. Mientras, habrá que aplicar la ley de Seguridad Ciudadana a los libertarios que denuncien que el PP quiere asignarnos hasta el número de la lotería. Ni una ilusión debe quedar en pie.