El pasado viernes, 22 de marzo, Artur Mas declaraba solemnemente a la emisora de radio RAC1 que con Mariano Rajoy "todavía no nos hemos visto, pero las vías de diálogo están abiertas, no únicamente con el presidente español, también con otras instancias, y no tan sólo a nivel político". Horas antes, el consejero de Economía, Mas-Colell y el ministro de Economía, Montoro, reunidos en el Consejo de Política Fiscal, habían conseguido un fácil acuerdo sobre la flexibilización del déficit catalán en 2013, en paralelo a la relajación que Bruselas permitirá al Estado español. Y también el jueves de la pasada semana Duran Lleida, en un coloquio de Fórum Europa en Madrid, anteponía la recuperación económica a la consulta soberanista y era escuchado con premeditada complacencia por la vicepresidenta Sáenz de Santamaría y por el ministro Margallo. Duran llegó a asegurar que "existe una impresión creciente" de que difícilmente podrá hacerse una consulta legal catalana sin acuerdo con el Gobierno central. Y dejó claro que Cataluña no quiere ser el "Kosovo de turno". Como es lógico, tales palabras molestaron sobremanera a Esquerra Republicana, efecto que probablemente se estaba buscando al emitirlas. En su carta semanal a la militancia, Duran defendía asimismo la necesidad de "hablar con quien hay que hablar y de todo lo que se pueda hablar para evitar una situación de colapso del bienestar social, que es el principal compromiso de CiU". El bienestar no se supedita por tanto a la soberanía sino al contrario. ¡Acabáramos!

De momento, la consecuencia política más directa de este cambio de clima „en el que no ha influido, por cierto, el infortunio de Oriol Pujol, un personaje poco querido por las bases al que se le ha abierto un abismo bajo los pies„ ha sido la oferta de un gobierno de concentración que Mas ha dirigido a ERC y al PSC. Tal propuesta, que llega cuando el pacto CiU-ERC está en su peor momento, no es más que la constatación de un viraje en el que el PSC se convierte en pieza fundamental. No es probable que los socialistas acepten tan incómoda proposición pero no habría que descartar en el futuro una alianza CiU-PSC sobre la base de atemperar la demanda de una consulta, que debería en todo caso ajustarse a la legalidad y pactarse con el Gobierno. Como Escocia y el Reino Unido.

El viraje que acaba de producirse, y que muchos pronosticaban desde las propias filas de CiU „sobre todo de Unió, obviamente„, es en todo caso una nueva constatación del fracaso de la estrategia de Artur Mas, que llegó al súmmum con los resultados de las autonómicas del pasado noviembre, un auténtico revolcón para el president (y un éxito incuestionable aunque limitado para ERC). Tras aquel desastre y el consiguiente pacto CiU-ERC para salvar los muebles, lleno de cláusulas leoninas que tuvo que aceptar el gobierno catalán, el aislamiento de Mas fue total. A la irritación de UDC por aquella alianza contra natura hubo que sumar el de la clase media catalana, indignada y desconcertada por el programa impuesto por Esquerra, con varias subidas de impuestos incluidas, en plena recesión. En 2012, Cataluña superó los 50.000 millones de euros de deuda y concluyó el ejercicio con 5.948 millones de euros de déficit, el 25,9% de su PIB. Y en tales condiciones, el dilema con que se enfrentaba Mas era claro: o seguía deslizándose hacia el abismo o comenzaba a maniobrar para producir un radical viraje hacia la sensatez. Esto es lo que parece que acaba de producirse.

*Twitter: @Apapell