Últimamente se han producido hechos, presuntamente penales, que han tenido gran repercusión en la sociedad española. Naturalmente la prensa ha dado información sobre los mismos de forma constante; e inmediatamente la comunidad ha emitido su veredicto, antes que la justicia se haya pronunciado; es algo instintivo, es algo intuitivo y es un anhelo generalizado de que se cumpla con lo justo.

La justicia, según definición, desde luego romana, es dar a cada uno lo suyo (ius suum cuique tribuere). No ha sido fácil a la sociedad llegar a un concepto de la Justicia, sobre todo en el orden penal, desde principios primitivos en los que la fuerza era la que la encarnaba, pues su concepto variaba según quien la aplicaba. Así el Código de Hammurabi, que establecía la ley de ojo por ojo y diente por diente, ya representó un avance importante, pues fijaba un concepto de igualdad entre el hecho punible y la pena aplicable.

Son muchos los siglos en que el hombre ha ido avanzando en el concepto de la Justicia hasta llegar a conceptos como el contrato social; la división de poderes: legislativo, judicial y ejecutivo, derechos humanos, reinserción en la sociedad de los penados, etc.

He llevado a cabo esta breve síntesis para destacar que nuestras leyes no han sido obtenidas por generación expontánea, sino a través de estudios filosóficos y esfuerzos, precedidos casi siempre por guerras cruentas entre los hombres. Por ello, determinados hechos, casi siempre tipificados penalmente, no deben ser objeto de un juicio paralelo, ignorando las decisiones de los tribunales.

Debemos confiar en ellos.

Los tribunales son los únicos que tienen facultades para enjuiciar los hechos. Las sentencias deben ser cumplidas en sus propios términos, especialmente si se tiene en cuenta que hasta que devienen firmes, pueden ser examinadas en varias instancias, vía de los recursos.

Son nuestros tribunales los que actúan según las leyes que hemos legislado actualmente por medios democráticos. No se deben hacer manifestaciones en contra de las sentencias de los tribunales, pues estas son instintivas y contrarias a la profesionalidad de nuestras instituciones; profesionalidad que hemos impuesto a través de lo que hemos legislado y hemos podido legislar después de avances democráticos a través de los siglos, como hemos establecido.

Recordemos a Kant que establece que hay que decir la verdad, aunque nos perjudique o perjudique a un tercero, pues de lo contrario vamos contra la institución de la verdad y, por tanto, contra uno mismo.

Hay que tener respeto a las opiniones, cada persona es libre de opinar lo que desea, otro de nuestros logros sociales, pero no se puede hacer un juicio paralelo, si no se quiere ir contra nuestros logros sociales.