Han pasado unos días, necesarios para tomar conciencia de lo ocurrido pero, tras ellos, al PSOE le va entrando la premura para comenzar la rehabilitación de las serias y profundas lesiones que le ha causado el resultado electoral del 22-M. Purgará en los asientos de la oposición de todas las instituciones significativas o de peso ejecutivo del archipiélago, los males, titubeos y silencios de los últimos cuatro años de cohabitación ejecutiva. También por la debacle atizada por los efectos de la coyuntura económica. Lo saben y lo están asumiendo los socialistas de Balears y el conjunto de la sociedad. Está claro y decidido, sin posibilidad de retroceso, por imperativo tajante de las urnas y más en concreto por abandono del propio electorado socialista. Es capítulo cerrado, pero del que ahora se abren las consecuencias inmediatas. La primera de ellas y más importante es saber qué decide hacer la FSB-PSOE consigo misma. Debe tomar sus propias decisiones transcendentes en las que se juega ni más mi menos que su propia identidad y el significado de su futuro. O, lo que es lo mismo, la madurez política del partido y de sus dirigentes. De los que, con toda probabilidad, deberán irse y de los que deberán asumir la compleja tarea de la reconquista de la confianza del electorado.

El esquema es tan claro que obliga a planteamientos nítidos que admiten escasa demora porque su dilatación iría en detrimento de un PSOE, ahora mismo, mermado de fuerzas.Ningún camino de renovación podrá emprenderse hasta que quienes han sustentado el cartel electoral decidan el sentido de su ruta particular.

El comité federal de los socialistas del pasado fin de semana, aparte de promover a Rubalcaba como candidato a las presidencia del Gobierno, parece que también aconsejó a los líderes regionales ­–todos han perdido las elecciones– que no se entregaran a la desbandada. Este criterio puede haber hecho cambiar los planes iniciales de Francesc Antich de postularse como senador autonómico o cuando menos sumirle en unos nuevos días de reflexión que, presumiblemente, no podrán prolongarse más allá del consejo político del próximo sábado. Antich debe acabar de desojar la margarita porque de ello dependen muchas cosas del ahora marchito vergel de los socialistas, en el que sólo está decidido, desde hace tiempo ya, que el afectado no se presentará a la reelección como secretario general del partido. Un cambio de tendencia de última hora parece apuntar ahora que el president del Govern cesante se podría quedar en el Parlament como jefe de la oposición y cuando llegue el momento renunciar al escaño autonómico para encabezar la lista socialista para el Congreso. De ello dependen muchas cosas de liderazgo inmediato. Si Antich opta por irse ahora, Francina Armengol también podrá abandonar el Consell y sustituirle en el Parlament. De lo contrario, la personificación del cambio de liderazgo deberá esperar.

De entrada, todo está en manos de Antich pero, cualquier cosa que se haga debe llevar patente de unidad y consenso en un partido en que estas cuestiones, casi por tradición, siempre resultan frágiles y en el que la debacle electoral puede propiciar nuevas tentaciones en este sentido. Un PSOE fraccionado sería un PSOE perdido.