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Análisis

Una isla cara para cuerpos de élite

Una isla cara para cuerpos de élite

Preséntate a oposiciones y gánalas, si no quieres vivir en Mallorca. La isla se ha hecho inasequible incluso para los cuerpos de élite de la Administración, una circunstancia que no debe lamentarse únicamente por la dificultad de ocupar posiciones burocráticas clave.

Si Mallorca se ha convertido en un destino indeseable para inspectores de Hacienda, en buena parte por el coste de la vida, le aguarda un porvenir precario al grueso de la población que posee ingresos laborales más modestos. Con la paradoja sangrante añadida de que la Agencia Tributaria tiene por misión perseguir los excesos de los ricos, para repartir lo aflorado entre las clases medias.

De momento, la ligera ventaja de los nativos sobre los funcionarios de élite radica en la vivienda propia, de que disfruta un porcentaje reseñable de la población autóctona. Sin embargo, el empobrecimiento progresivo eliminará este factor correctivo. El dato clave del alquiler turístico permite analizar la disfunción residencial en Mallorca. Si las pernoctaciones en vivienda cuestan una media de 130 euros diarios, sin contabilizar alimentación ni vestido, es fácil calcular la cantidad requerida para una existencia acomodada en la isla. O estimar la presión para el desalojo de quienes pretenden disfrutar de la isla sin disponer de dichas cantidades. Con el agravante de que la inmensa mayoría carecen del colchón de una plaza funcionarial en propiedad.

Ninguna cata ni encuesta llevaría a la conclusión de que el fraude fiscal ha descendido en Mallorca en los últimos años. Al contrario, los responsables de la persecución de la evasión reconocen que viene aumentando. Por tanto, el recorte del personal de la Agencia Tributaria en un diez por ciento es peor que un contrasentido, es un mal negocio.

Dado que el fraude se concentra por lógica entre quienes más ingresan por percepciones no tan monitorizadas como las salariales, se asiste a una rendición anticipada. A la hora de engañar a la sociedad a través de Hacienda, la baja probabilidad de la persecución puede convertirse en un factor decisivo.

Al igual que le sucedía al sabio calderoniano, Mallorca tiene el magro consuelo de "que otro sabio iba cogiendo las hierbas que él arrojó". En concreto, Eivissa carece de un solo inspector tributario. Dada la inmensa volatilidad de la riqueza pitiusa, puede hablarse de un paraíso fiscal en toda regla, por loable que sea el esfuerzo del retén de funcionarios allí desplazados.

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