­La infanta Cristina confesó el sábado al juez Castro que nunca sospechó de la procedencia ilícita de los ingresos millonarios que su marido aportaba al matrimonio y que obtenía a través de sus negocios en el Instituto Nóos. La hija del Rey mantuvo que no notó que estos ingresos le proporcionaran una mejor situación, ya que la mayor parte del dinero se invirtió en el palacete de Barcelona.

Cristina de Borbón, que ayer regresó de nuevo a Suiza tras pasar la noche del sábado en Madrid, se mostró algo alejada de los negocios de su marido. No pudo detallar una actividad concreta de Iñaki Urdangarin ni enumerar los proyectos que tanto éxito económico le proporcionaron al Instituto Nóos. Dijo que sabía que toda la actividad empresarial estaba relacionada con proyectos de promoción del deporte.

No solo no tuvo sospechas del millonario sueldo del duque de Palma, tampoco se planteó nunca que detrás del entramado Nóos se escondían maniobras para desviar dinero público a través de mecanismos ilegales.

La Infanta, que basa su defensa en que ella siempre se mantuvo al margen del control de la sociedad Aizoon, que comparte a medias con su esposo, explicó que sabía que Urdangarin encabezó los proyectos de turismo y deporte, cuyas cumbres se celebraron tanto en Valencia como en Balears. Conocía también que estos foros se habían financiado con fondos públicos, pero nunca sospechó de su ilegalidad, entre otras cosas, porque suponía que los contratos que firmó su esposo habían pasado por los filtros administrativos.

El juez Castro, que le planteó una batería de preguntas para que explicara la relación que tuvo tanto en Aizoon como en Nóos, le preguntó a la hija del Rey si ella en algún momento tuvo constancia de que su marido había aprovechado su relevancia social para entrar en contacto con los políticos de Balears y Valencia. En concreto, el juez le señaló los nombres de Jaume Matas, Rita Barberá y Francisco Camps. También le indicó si sabía, porque se lo había comentado su marido, que al expresident del Govern le planteó el proyecto de los foros en una partida de pádel celebrada en Marivent, o que se había reunido con los dos mandatarios de Valencia tras una visita oficial que habían realizado al Rey en Zarzuela. Cristina de Borbón afirmó que, en efecto, conocía a los tres dirigentes políticos, pero que no tenía conocimiento, porque no se lo comentó nunca su marido, de que hubiera hablado con ellos, ni tampoco en qué condiciones lo había hecho.

Tampoco sospechó nunca, y así se lo hizo saber al juez, que su esposo hubiera cometido ningún delito de malversación, como le acusa la fiscalía. Defendió en todo momento la inocencia de su marido. Dijo que no creía que había cometido los delitos que le imputaban y que confiaba en que podría demostrar que era inocente.

La infanta Cristina, siempre según fuentes jurídicas, siguió a rajatabla la estrategia que le había aconsejado su defensa. Tenía que convencer al juez de que ella se mantuvo al margen de toda actividad económica, tanto en Aizoon como en Nóos. Que ella tenía suficiente trabajo con cuidar de sus cuatro hijos, de desarrollar su trabajo en la Fundación La Caixa y de participar en los actos representativos de la Casa Real. La defensa no cuestionó el contenido de ninguna pregunta formulada por el juez, porque la estrategia era convencerle con respuestas sin eludir ni un solo tema. Los abogados podrían haber cuestionado que el juez le preguntara sobre qué papel tuvo en el Instituto Nóos cuando este tema fue zanjado por la Audiencia.

En toda su extensa declaración la hija del Rey descargó toda la responsabilidad de la gestión de su empresa familiar, Aizoon, en su esposo, Iñaki Urdangarin, aunque dijo que no sabía si había cometido un delito fiscal.