­La Infanta Cristina explicó al juez que nunca valoró que su presencia en el consejo de administración del instituto Nóos, como vocal sin funciones ejecutivas, iba a ocasionar este escándalo. Aclaró que aceptó el cargo porque se lo propuso su marido, ya que había iniciado una aventura empresarial para desarrollar proyectos deportivos. Explicó que por su condición de Infanta es habitual que se le ofrezca formar parte de fundaciones sin ningún interés económico. Por ello aceptó el puesto que le ofreció su esposo, porque carecía de responsabilidades ejecutivas.

También comparó su situación con la de Carlos García Revenga, el secretario personal de las infantas, que fue nombrado tesorero, aunque tampoco tuvo nunca poder ejecutivo en la empresa. Cristina de Borbón explicó al juez que también fue su marido el que le propuso al funcionario de la Zarzuela que le ayudara en este nuevo proyecto y él aceptó el cargo de tesorero que le ofreció.

La duquesa de Palma mencionó al juez Castro que jamás se planteó que si nombre, o el de García Revenga, aparecía en los folletos de publicidad del Instituto Nóos iba a facilitar que su marido pudiera realizar negocios con más facilidad, tanto con entidades públicas como con empresas privadas, porque los clientes pensaran que detrás de todos los proyectos estaba la hija del Rey.

Durante el largo interrogatorio el juez le fue mostrando a la Infanta una serie de correos que han sido aportados por la defensa de Diego Torres. Algunos de estos mensajes indican que García Revenga, que está imputado en la causa, hizo una serie de gestiones para facilitarle contactos empresariales al yerno del Rey para que pudiera vender sus proyectos. En uno de estos correos entre el secretario de las infantas y Urdangarin el marido de la Infanta lo firma como "duque empalmado". Cristina de Borbón leyó este correo y no hizo ningún comentario sobre esta firma, pero aseguró que no le constaba que García Revenga se hubiera aprovechado de su cargo público para realizar unas gestión a favor del instituto Nóos.

También negó al juez que ella hubiera visitado unas naves para trasladar la oficina de Nóos, como así han afirmado algunos testigos. La Infanta insistió en que ella nunca colaboró en los proyectos, ni utilizó su influencia pública para que su marido pudiera contactar con una determinada persona y proponerle un proyecto empresarial.

Pastillas de regaliz

El largo interrogatorio al que sometió, sobre todo, el juez Castro a la Infanta le dejó secuelas en la voz. Aunque en ningún momento levantó el tono, por la tarde señaló que se le estaba resecando la garganta. En ese momento uno de los abogados sacó una caja de unas famosas pastillas de regaliz y se las facilitó a la duquesa de Palma. Durante la declaración bebió varios botellines de agua. En el receso del mediodía comió con sus abogados y se la vio manteniendo una conversación por teléfono.