Después de cuarenta años de democracia, el Rey ya anda. Al mismo tiempo, el Govern ha inaugurado un método revolucionario de medir la participación en una manifestación, que consiste en contar a los que no han salido a la calle y en asignarles la opción contraria a la expresada por los manifestantes. Josep Ramon Bauçà no sólo ha protagonizado la mayor descalificación colectiva de la historia de Balears, también ha revolucionado la sociología para ajustarla a sus complejos.

El Govern se siente respaldado en el TIL, porque la mayor parte de mallorquines no participaron en la impresionante manifestación del pasado domingo. La mayoría de los mallorquines también se quedaron en casa el día de la manifestación que siguió al 23F, por lo que la mayoría de mallorquines son golpistas y entusiastas de Tejero, por algo veranea en Alcúdia. La mayoría de mallorquines no se manifestaron tras el 11M, por lo que somos la isla islamista, enamorada de Bin Laden. Y así sucesivamente.

El catedrático de Sociología Forestal Antonio Gómez empeora la causa del Govern, al jactarse de que le han votado el 18 por ciento de los habitantes de Balears. En realidad, a él no le conoce ni ese 18 por ciento, pero omitamos este detalle para resaltar que el 82 por ciento no le han votado según su propio cálculo, por lo que el TIL pierde gran parte de su poder de convicción.

El encadenamiento de disparates de Bauçà y sus acólitos surge de la rabia ante una manifestación apoteósica. En el Consolado del Mar confiaban en una participación más discreta y, sobre todo, con menor presencia de votantes populares. El farmacéutico compone el error con la histeria, y amenaza con listas de disidentes, un procedimiento de honda raigambre durante el pasado siglo. Quiere contagiar el miedo que ahora mismo le angustia, aun admitiendo que una persona que no aprecia las inmensas virtudes de este Govern debe ser expulsada de Mallorca sin más dilación.

¿Cuánto duele una manifestación? Si quiere medir el impacto, pruebe a ser rechazado cien mil veces en una sola tarde. Además, sólo los bilingües pueden ser trilingües, por lo que el domingo se celebró la mayor concentración de trilingües de la historia de Balears. Los partidarios más encendidos del TIL no son trilingües ni lo pretenden. Los contrarios al Tratamiento Integrista de Lenguas son trilingües, otro éxito de Bauçà. A propósito, en los colegios privados a 600 euros mensuales per cápita hay tutores que no hablan catalán. Ni tampoco castellano. Se expresan únicamente en inglés, el monolingüismo del futuro.

El farmacéutico entiende la política como un autoservicio público, creía que la mayoría absoluta convierte a los ciudadanos en rehenes de sus obsesiones. Su torpeza mayúscula ha implantado una autogestión educativa pactada directamente entre los profesores, los alumnos y sus padres. El fanatismo imperial de Bauçà ha arruinado el arbitraje del ejecutivo. Una parte de la burguesía ha ensayado el movimiento asambleario, y lo prefiere a la conselleria de Estarellas, quién podría reprochárselo.

No todo está perdido para Bauçà, que puede seguir presumiendo de que su farmacia recauda a mayor velocidad que la caja de resistencia de la Asamblea de Docentes. Por cierto, la esencia de una "huelga indefinida" impide su "suspensión temporal", una contravención de los principios euclídeos que nos coloca ante el primer paro cuántico o discontinuo. He escuchado las palabras más sensatas de estas semanas en labios de una profesora, "queremos impedir el próximo TIL". No conocen al farmacéutico detectivesco, que tiene las fotos de la manifestación llenas de circulitos, porque ha localizado a un manifestante que tiene un vecino que tiene un cuñado que votó a los rojos. El sabio president concluye que es una huelga política, ¿las hay de otro tipo? Y todo por no reconocer que Mallorca está a la cabeza del fracaso escolar en cualquier idioma. Frente a la obcecación de Bauçà en que seamos como él, dispongo de un doble pasaporte, de Bob Dylan y Leonard Cohen. Soy un furibundo nacionalista de ambos, ya me perdonarán.

A todo esto, el Teatre Mar i Terra de Palma ha acogido de nuevo el inmortal Acorar de Toni Gomila. Un espectador del montaje en mallorquín acude al bar situado en el teatro mallorquín y pide educadamente en mallorquín "una Coca-Cola i una canya". El camarero le replica educadamente que se lo diga en castellano. El mallorquín traduce educadamente "una Coca-Cola y una caña". No vamos a examinar esta cuestión desde la ideología, sino desde el pragmatismo de la productividad laboral. Cuántas veces al día tiene que solicitar el establecimiento la traducción de "una Coca-Cola" al castellano. Por tanto, la competitividad española se dispararía si se aprendiera a entender "una Coca-Cola" en mallorquín. O en castellano, que ya me he perdido.

Nuestra ilustración de hoy demuestra que la Ley de Símbolos o Chirimbolos de Bauçà correrá la misma suerte que el TIL. La foto de B. Ramon describe Mallorca mejor que cualquier tratado sociológico del Govern, al mostrar el apilamiento en feliz armonía de banderas rivales en una tienda situada en el mismo epicentro de Balears, entre el Teatre Principal y el Palacio de Justicia de Palma. La realidad difracta los fantasmas del president, y repelerá con la misma intensidad a quien pretenda imponer la ofuscación contraria.

Reflexión dominical pensativa: "Cuando te recomiendan que te lo pienses dos veces, te están sugiriendo que no lo pienses ni una".