Lo celebró Rubén con toda la rabia contenida durante varias semanas, en las que sorprendentemente ha pasado de ser titular a ir a la grada. Era el minuto 93. Un saque de falta botado por Tejera era la última oportunidad para que el Mallorca viajara a Gijón con un resultado más cómodo que el peligroso 2-1 que figuraba en el electrónico. La zurda del catalán colocó la pelota en la cabeza de Rubén, que apareció de no se sabe dónde para batir a Cuéllar. Se dirigió a la grada en la que animan los supporters y lo celebró a lo grande. Sólo él sabe lo que pasaba por su cabeza en aquellos momentos. Acababa de marcar un gol que puede suponer el billete para los octavos de final. Se lo merece porque, sin ser nunca titular, siempre ha cumplido cuando se le ha necesitado, antes con Manzano y ahora con Laudrup, que algún día tendrá que ofrecer una explicación convincente de porqué dejó en el banquillo a Rubén en el Camp Nou en beneficio de un Crespíi que aún tenía que demostrar su valía.

El denominado partido de la oscuridad, por la ausencia de la televisión por primera vez en años, acabó con una suculenta pero tramposa ventaja del Mallorca sobre el Sporting. Dos goles de diferencia que deben permitir a los hombres de Laudrup pasar a la siguiente ronda de la Copa del Rey.

El partido tenía su aquél por varios motivos. En primer lugar, para ver de qué manera –positiva en este caso– podía afectar la falta de televisión. Se notó. Ya sea por este motivo o por la euforia entre los aficionados por la victoria en Mestalla, lo cierto es que la afición se animó para acercarse a ver un partido que en principio no reunía excesivos alicientes. En algunos encuentros de Liga no se ha reunido tanta gente como ayer. Son Moix fue un buen ejemplo de cómo afecta la televisión en la asistencia a los estadios. La comparación con el duelo de Liga del próximo lunes –a la misma hora que ayer y ante el Levante, un rival de similar categoría que el Sporting– se presenta interesante.

En cuanto al partido, Laudrup no se la quiso jugar con un once plagado de suplentes e hizo un mixto. Alineó a la delantera titular de la Liga en casa, Víctor y Cavenaghi; Martí llevó el mando del equipo, el intocable Nsue siguió corriendo por la banda derecha y Ratinho es, por lo visto ayer, el único dueño del lateral derecho. Pau Cendrós debe preguntarse a estas horas qué ha hecho mal para que haya pasado de titular a no contar para nada para Laudrup.

El Mallorca combinó bien ante un Sporting que pagó muy caro sus errores en defensa. En el primer gol de Cavenaghi, a los diez minutos, una indecisión entre Botía y Jorge fue aprovechada por el delantero argentino para empalmar un buen remate que acabó en gol. Veinte minutos después, Cavenaghi volvió a ser protagonista al ser objeto de penalti por parte de Landeira. Sin televisión de por medio, habrá que fiarse de la decisión del colegiado, que no dudó en señalar la pena máxima tras derribo del punta mallorquinista. El defensa asturiano no protestó, otro dato que despeja dudas. El penalti lo lanzó el propio Cavenaghi y marcó después de que en primera instancia Cuéllar le adivinara la intención.

Con dos goles de ventaja a la media hora, se daban todos los condicionantes para que empezara otro partido, el de un Mallorca más conservador y un Sporting dispuesto a marcar un gol que le diera vida de cara a la vuelta en El MoliTodo iba bien, hasta que entró Barral. El solo transformó el partido. Hizo su aparición en el campo en el minuto 57 y a los tres minutos acortó distancias. A partir de ese momento sólo hubo un equipo sobre el terreno de juego, el de Preciado, que no se conformaba con la mínima derrota pese a ser un buen resultado por el valor doble de los goles en campo contrario. El Mallorca desapareció. Todo lo bien que lo había hecho hasta el gol sportinguista, el equipo fue un mar de dudas, con un juego insulso y conservador. Sólo al final reaccionaron los rojillos, tal vez aleccionados por algunos pitos de la grada. Pereira estuvo a punto de marcar pero Cuéllar se lució. Fue el preludio del gol de Rubén, un cabezazo que puede valer el pase.