"Cada vez que rechazaban el disco nos daban razones que indicaban que íbamos por el buen camino". Siete años ha necesitado el insobornable Tav Falco para que alguien confiara en el nuevo largo de sus Panther Burns. "Elegancia torturada", describe a los 64 años la voz y guitarra de una banda que el sábado (21.30 horas) continuará el Alternatilla en el Teatre de Lloseta. "Baladas, tango y rock", adelanta, como no. Polifacético, sus fotografías de la verdadera América y sus películas testigo de los años 60 vestirán, desde hoy, la Estación Intermodal de la Plaza de España y el Espai Ramon Llull de Palma

–Acaban de cumplir los treinta. ¿Qué cree que han aportado?

–Somos el eslabón perdido entre el mundo de antes y el de hoy, el último tren de vapor sobre raíles. No reproducimos nota a nota aquellos sentimientos, los reinterpretamos, reinventamos, no es un revival. La modernidad que no conecta con el pasado es falsa. Es una paradoja, importante en cualquier artista.

–Su nombre se asocia siempre al underground. ¿Es una etiqueta?

–Comenzamos como una banda que no podía ser más underground. Hemos tocado en los sitios más underground que te puedas imaginar, también en los mejores teatros y salas. Digamos que nos hemos mantenido en la franja lunática del mainstream.

–¿Interés por algún grupo actual?

–Sólo dos, de Nueva York, Elysian Fields y Antony and the Johnsons. No me gusta la polución acústica que tenemos, es una agresión impuesta. Hay que saber crear un ambiente sónico propio; los Panther Burns han tenido que encontrar su música.

–¿Le gustaría ser más conocido?

–No se puede adivinar. Estaría bien ganar un poco más de dinero, podría hacer más cosas, pero no envidio el éxito. Soy lo que soy, tengo lo que tengo. Me considero con suerte por seguir vivo, por haber tenido a gente apoyando desde detrás, como mi madre. Estoy agradecido por las oportunidades, por haber podido contribuir.

–¿Qué vino a buscar a Europa?

–Con el grupo, de gira, viajamos por todos los países. Me pareció un lugar encantador, culturas diferentes, aunque no creía que podría vivir aquí. Seguimos viniendo, y entendí lo importante que aquí es el arte, el respeto que se tiene al artista. En América lo tenemos todo, pero la importancia del arte es limitada, no forma parte del día a día, con excepción de Nueva York. Robert Mitchum decía que en Europa un actor en paro es un artista, en América es un vagabundo.

–Y se quedó.

–Vivo rodeado de las posibilidades de ser lo que quiero ser. Aquí, el valor del artista no se mide en términos comerciales, no hay tanta competitividad, puedes llevar una carrera más moderada. Es excitante para un americano estar en Europa, explosivo traer nuestra desinhibición a un continente donde se utiliza demasiado la palabra ´imposible´.

–¿Qué conecta sus fotos y películas con su música?

–Comencé antes con la fotografía y el cine, a la música llegué a raíz de una frustración.

–¿Cómo le ha influido Kerouac?

–La generación beat ha sido una gran influencia, me siento muy cercano a ellos, a William Burroughs, a Allen Ginsberg, que también hacía fotos y con el que llegué a actuar. Kerouac es el ejemplo de alguien que dejó Canadá para buscar ´la diferencia´ en América, como yo hice en Europa.