Lo bueno de las cifras redondas, como un décimo aniversario, es que permiten echar la vista atrás. Hace diez años, ‘llonguet’ era el gentilicio que empleaban en los pueblos de Mallorca para definir con ironía a los habitantes de Palma, un mote irónico y más bien peyorativo.

Han hecho falta diez años, ni más ni menos, de Orgul Llonguet para darle la vuelta al concepto: ahora ser de Palma significa empezar Sant Sebastià con un chupinazo en Can Vinagre y cerrarlo con pasacalles y charangas, o enfrentarse en el duelo final entre Canamunt y Canavall y después llorar la muerte del juez Berga.