La celebración de la Nochevieja en Palma se convirtió inmediatamente después de las doce campanadas en un estallido de fuegos artificiales sobre todo el cielo de la ciudad.

Del Molinar a Gènova y del Puerto de Palma hasta Son Rapinya, el cielo se lleno de colores y de potentes denotonaciones en una celebración espontánea que cada año va a más y que en la madrugada del primer día del año se prolongó durante casi cuarenta minutos, pese a los llamamientos de las entidades animalistas y de los dueños de perros de la ciudad que ven como gran parte de la ciudadanía hace caso omiso a los llamamientos para limitar esta práctica festiva. El ruido de los fuegos artificiales por la entrada del Año Nuevo no solo se trasladó al cielo, también a pie de calle se prendieron numerosos petardos y tracas con gran estruendo.

No todos los ciudadanos buscaron espacios amplios y despejados para prender los cohetes, o azoteas sin obstáculos próximos . También hubo algunos más temerarios que los lanzaron fuegos artificiales en Palma desde calles estrechas y estallaron o pasaron muy cerca de balcones y terrazas. Fue lo que ocurrió en Andrea Doria y en otras zonas de la ciudad, donde ciudadanos que se encontraban contemplando el espectáculo en los balcones se llevaron un susto inesperado, afortunadamente sin consecuencias.