En muy poco tiempo se ha pasado del "defendamos a muerte la calidad de la oferta turística" al "sálvese el que pueda". En su día algunos demonizaron el todo incluido como verdugo de la oferta complementaria y foco de atracción de un turismo de bajo nivel, pero a muchos visitantes les gusta esa modalidad por su comodidad y precio cerrado.

Ahora han llegado las rebajas a los hoteles, como pasa en los comercios de ropa, los restaurantes de lujo, los concesionarios de coches, los seguros a todo riesgo y en casi todas las partes donde alguien quiera vender algo. La cuestión es hasta dónde se pueden tirar los precios. Diecisiete euros por día en todo incluido parece un escalón muy peligroso, para el cliente y para todo el destino turístico en general.

No hay que asustarse por los descuentos, siempre que se mantengan los estándares de confort, manutención, atención y entretenimiento propios de cada categoría hotelera.