Los secretos de los festivales de música para sacarte (a ti, a artistas y a proveedores) hasta el último céntimo

El periodista Nando Cruz revela en su libro Macrofestivales varias prácticas no evidentes con las que los festivales maximizan sus beneficios

Festival Primavera Sound

Festival Primavera Sound

Analía Plaza

Nando Cruz es periodista musical y ha escrito Macrofestivales. El agujero negro de la música (Península), un libro en el que disecciona las entrañas de una industria que, en poco más de veinte años, se ha hecho todopoderosa en nuestro país. Desde el nacimiento del Festival Internacional de Benicàssim en 1995, los festivales se han multiplicado por toda la geografía, al tiempo que su estructura se hacía más compleja.

Cachés millonarios para bandas internacionales y paupérrimos para las nacionales, negociaciones con agentes, encaje de bolillos para contentar a los grupos con su posición en el cartel, patrocinios y acuerdos con cerveceras, subvenciones públicas, chantajes a las ciudades que no se las dan, alquiler de espacios a marcas, prácticas abusivas denunciadas por las asociaciones de consumidores... La cantidad de capas que conlleva la organización de estos macroeventos es inmensa.

Además de analizar las implicaciones culturales del monocultivo festivalero, Cruz se adentra en el funcionamiento de su negocio. Y, dentro de esto, revela una serie de prácticas —no siempre evidentes— con las que las empresas promotoras maximizan sus ingresos.

Mentir al dar las cifras de asistencia a la SGAE

Los festivales, cuenta Cruz, deben abonar un 8,5% de sus ingresos por venta de entradas a la sociedad de gestión de derechos de autor. Para reducir esta cantidad, hay festivales que mienten y rebajan su cifra de asistencia de cara a la entidad. "La SGAE no va a todos los festivales a comprobar si las cifras de asistencia son ciertas, pero sabe que hay algunos mentirosos y a estos los monitoriza con sistemas sofisticados. Cuanto más grande sea un festival, más les interesa comprobar que sea cierto", dice Cruz en conversación con El Periódico de España, medio que pertenece al grupo de comuniación Prensa Ibérica, al igual que Diario de Mallorca.

Las cifras reales de asistencia que maneja la SGAE no son públicas. De serlo, aportarían transparencia y desmontarían la práctica contraria: la de los festivales que inflan sus cifras para impresionar al público y la prensa, a los patrocinadores y a las administraciones públicas a las que al año siguiente pedirán subvención. "La SGAE no da esa información: el festival les denunciaría. Si fuera una entidad pública podrías pedirla por transparencia, pero no lo es, y les basta con poder leer la cartilla al festival en privado. Escribiendo el libro pensé que tenía que haber alguien que conociera las cifras reales. Pensé hasta en los bomberos. Pero el único era la SGAE", dice.

Programar conciertos cuando aún hace calor para que bebas cerveza

Las ventas en barra pueden suponer hasta un 40% de los ingresos de un festival, según cifras del sector. Y, a diferencia de los conciertos en salas o estadios, donde estos ingresos se los queda el recinto, aquí van directos al promotor. De ahí que el consumo de bebidas (principalmente, cervezas) termine moldeando los horarios del evento.

Ambiente en el concierto de la banda de Deftones en el festival de música Mad Cool 2022

Ambiente en el concierto de la banda de Deftones en el festival de música Mad Cool 2022

"Siendo el consumo de cerveza una fuente de ingresos tan crucial, se entiende mejor que los macrofestivales duren tantísimas horas", escribe Cruz. "Si hay grupos tocando a las cinco de la tarde, las barras empiezan a funcionar antes; y a un nivel nada desdeñable si es verano y hace calor". Para empezar a vender copas y cervezas antes —para "activar las barras"— los festivales programan a grupos pequeños (generalmente, nacionales) desde primera hora de la tarde, a los que además no pagan demasiado dinero. "Hay un estrato que cobra 2.000 y 5.000 euros y otro, el de los que tocan a la hora de la siesta, que no llega a mil", dijo Víctor Jiménez, integrante del grupo de rock instrumental Gambardella y miembro del Sindicat de Músics Activistes de Catalunya (SMAC!), en un reportaje publicado El Periódico de España el verano pasado.

La dinámica es extensible al mundo de los discjockeys. Los nacionales cobran menos y tocan a peores horas. Cruz recoge en su libro las confesiones de artistas que se sienten como "dj's de continuidad, cuya única misión es activar el consumo de cervezas". Así, continúa el periodista, "se entiende que inventar un macrofestival con siete bandas de cachés asequibles para arropar a un artista de gran tirón pueda ser más rentable que hacerlo actuar solo en un macroconcierto".

Por ejemplo: el festival de un día que anunció Mad Cool en Madrid para septiembre del año pasado, con Rage Against The Machine como cabeza de cartel y 16 grupos secundarios por debajo. Iba a ser la segunda fecha del grupo en España, después de pasar por Málaga en un festival también organizado por Mad Cool, el Andalucía Big Festival. "Si en Madrid los llevas a un estadio, la gente va de diez a doce de la noche, ve el concierto y los ingresos por cerveza se los queda el estadio", apunta Cruz. "Pero si lo montas en tu recinto y pones más grupos, tienes las barras funcionando muchas más horas y todos los beneficios para ti. Solo tienes que comparar lo que te gastas en un festival entre bebida y comida con lo que te gastas en un concierto. Esas cuentas son las que hace el festival".

En resumen: a más horas, más cerveza. Por la misma regla de tres, tiene sentido programar grupos con el mismo tipo de público en horarios muy espaciados: así los fans consumen mientras esperan.

Quedarse con un porcentaje de las ventas de merchandising

Una práctica importada de las salas de conciertos que va en detrimento de los artistas, especialmente de aquellos con bajos cachés (la mayoría: solo las cabezas de cartel alcanzan cifras millonarias). "En las grandes salas de Barcelona hay grupos que, cuando acaba el concierto, dicen al público que si quiere camisetas o discos salgan a la calle a comprarlos, que dentro la sala les cobra dinero", explica Cruz.

El grupo Mudhoney lo denunció recientemente a su paso por la capital catalana: se negó a vender merchandising porque la sala Razzmatazz les cobraba el 20% de los ingresos que generaran. "En festivales es un poco distinto, pero la práctica es la misma. Les dicen a los grupos: vamos a montar un puesto de camisetas. Si quieres vendemos las tuyas porque si quisieras poner tu propio puesto tendrías que pagar alquiler. Las vendemos, pero te cobramos un porcentaje".

Cobrar a los grupos por instrumentos más de lo que le cuesta al festival alquilarlos

"Seguramente, la práctica más cutre es hacer que las empresas de backline extiendan dos facturas: una al festival y otra al grupo, haciendo que los grupos tengan que pagar un dinero que al festival no le cobran".

Las empresas de backline proporcionan instrumentos al festival, porque en este tipo de eventos los músicos no llevan los suyos propios. Cuando un grupo necesita un instrumento especial —un teclado concreto, un gong...—, la empresa se lo cobra al festival y el festival se lo pasa al grupo. Pero la empresa, dado que es proveedora habitual del festival, le ofrece un descuento. El truco está en cobrarle al grupo el alquiler sin ese descuento.

"Cuando me lo contaron no daba crédito", dice Cruz, perplejo. "Me parece una práctica muy retorcida y cutre. Por otro lado, es muy habitual que los festivales tarden meses y hasta un año en pagar las facturas a proveedores. El trasfondo es esa sensación de poder que tienen. Obligan a las empresas pequeñas a aguantar porque saben que el año que viene volverán a contratarlas".

Crear agrupaciones de interés económico (AIE) para ahorrar en impuestos

Las agrupaciones de interés económico son, como su nombre indica, sociedades mercantiles constituidas por varias empresas cuyo objetivo es desarrollar una actividad económica concreta, auxiliar a la suya propia. Estas sociedades cuentan con ventajas fiscales cuando se dedican a la producción de espectáculos y las empresas que las constituyen pueden deducirse hasta 500.000 euros anuales en gastos de producción y promoción. "En la práctica", explicaba un artículo de El Confidencial sobre cómo el FIB había recurrido a esta fórmula, "esto significa que un patrocinador de un espectáculo puede tener un beneficio fiscal del dinero que destina a promocionarse en un evento como el FIB si canaliza su aportación a través de una participación en la AIE y no como un contrato de patrocinio entre ambas partes". Según reseña el libro, "entre 2016 y 2019 han aparecido AIE en todos los rincones: Mad Cool AIE, Al Rumbo AIE, Low AIE, Sónar de noche AIE, Arenal Sound AIE, Tomavistas City AIE...".

Son fórmulas legales, pero, como destaca Cruz, influyen en el tipo de eventos que se promueven. "Para conseguir grandes ventajas fiscales hay que invertir grandes sumas de dinero en grandes eventos culturales. La ley del impuesto de sociedades está pensada para las grandes empresas, no para el tejido cultural de base. La política cultural de un país también se diseña desde el área de economía".

Imponer la pulserita 'cashless' y cobrar por devolverte el dinero

Desde hace unos años es habitual que los festivales impongan el pago de comida y bebida dentro del recinto mediante pulseras 'cashless' (sin efectivo). Hay varios motivos: uno, que aumenta las ventas; dos, que permite a la organización controlar en tiempo real todo lo que está pasando dentro. "Hay festivales 'inteligentes' con gente que, desde salas con ordenadores, ve al minuto cómo va el consumo de cerveza en cada barra, dónde hace falta más o dónde desplazar camareros. También pueden ver si un camarero está invitando a cervezas o se ha ido. Incluso, si un grupo genera más ventas de cerveza o de copas. Con esa información puedes tomar decisiones", relata.

Festival Madcool

Festival Madcool

Pero el 'cashless' es también una fórmula para maximizar beneficios. Estas pulseras hay que recargarlas y, en caso de que sobre dinero, reclamar su devolución. Hay festivales que dan plazos muy cortos para hacerlo (ej. Weekend Beach de Málaga en 2022), que cobran por gestionarla (ej. BBK Live en 2017) o que exigen un mínimo para optar a la devolución (ej. Mad Cool en 2022). "Las triquiñuelas que impone cada festival en el uso de pulseras 'cashless' son un estupendo indicador del nivel de usura o decencia de su promotor. Estas prácticas suponen una fuente de ingresos sencillísima", dice el autor. "Todo lo que no se devuelve, a la saca". Según denuncia Facua, imponer estas pulseras y no permitir usar efectivo es una práctica ilegal.

Cobrar por salir

El FIB de este año vende pulseras de reacceso por 13 euros más gastos; A Summer Story, en Madrid, pulseras de salida por 10 euros y de salida + consumición por 14 euros. Otra práctica abusiva según Facua que aumenta los ingresos de los macrofestivales y que está a la orden del día.

Subarrendar las barras y espacios de restauración para cobrar por adelantado

"A medida que un festival crece, cuesta más dinero sacarlo adelante. Así, el rincón privilegiado que le dejabas antes a las tiendas de discos para montar sus stands se lo puedes vender ahora a Seat para que ponga un coche, a Rayban para que ponga una tienda de gafas de sol... Te van a pagar más que un sello independiente. Todo esto se va complejizando: antes querías a alguien que te hiciera buenos bocatas y ahora vas por todos los restaurantes de la ciudad a ofrecerles que alquilen la parcela a 2.000 euros", cuenta el periodista.

Aunque no siempre fue así, ahora muchos festivales subcontratan la gestión de las barras a terceras empresas (por ejemplo, ABC Live Experience, que el año pasado recibió críticas por retrasar los pagos a sus camareros) y subarriendan los espacios para poner puestos de comida. "Hay dos fórmulas: alquilar por varios miles de euros y que la empresa se quede con todo lo que venda, aunque el festival suele marcar el precio máximo, o llevarse un porcentaje de la facturación. También está la posibilidad completa: cobrar por el espacio y llevarse un porcentaje", dice Cruz. "Para las empresas de comida es un entorno muy arriesgado. El festival puede prometerte que habrá 10.000 asistentes y que competirás con pocos puestos más, pero luego igual llegas allí, hay 3.000 personas y quince puestos de comida, de los cuales cuatro venden lo mismo que tú. Empresarios de este sector me dijeron que los festivales no siempre son un buen negocio".

Imponer vasos reutilizables (y no permitir su devolución)

O lo que Cruz denomina el "ecoatraco". Si el festival obliga a los asistentes a comprar los vasos, pero no les permite devolverlos y recuperar el dinero, "lo que está haciendo es cargarles el muerto". Esta triquiñuela le sirve además para aumentar sus márgenes, porque vende por "hasta tres euros" algo que le ha costado entre quince y veinte céntimos, según el autor. "Hay empresas que recogen los vasos reutilizables, los lavan y cobran al festival por almacenarlos hasta el año siguiente. Es mucho menos nocivo medioambientalmente. Lo que no tiene sentido es que a las empresas de vasos reutilizables les vaya mejor cuantos más vasos fabriquen", sentencia.

Limitar el acceso al agua potable (y venderla embotellada a tres euros)

Desde mayo de 2022 y tras un decreto del Ministerio para la Transición Ecológica, los promotores de festivales están obligados a garantizar el acceso a "agua potable no envasada". Y algunos festivales llevan años haciéndolo. "Pero conforme ha ido creciendo el número de festivales, y su tamaño, el agua gratuita se ha ido convirtiendo en un bien más escaso (o mal señalizado) cuando no directamente inexistente. La razón es obvia: la venta de agua embotellada proporciona un margen de beneficios fabuloso", destaca el periodista.

Para muestra, el hilo que recopila los precios de bebida de cada festival, en el que se ve como hay quien cobra por una botella de agua hasta 3,5 euros.