Educación

El negacionismo machista estalla en el instituto: cómo luchar contra el efecto rebote de los chicos

Docentes y alumnas de institutos catalanes de entornos distintos coinciden: el negacionismo machista está creciendo de forma preocupante entre los adolescentes

El negacionismo machista aumenta entre los adolescentes.

El negacionismo machista aumenta entre los adolescentes.

Helena López

Chicas de 16 años empoderadas y orgullosamente feministasque deciden renunciar a hablar sobre machismo en clase, hartas de la reacción agresiva de sus compañeros, siempre con el argumentario de la 'manosfera' (el internet misógino) a punto. "Es sacar el tema y ya saltan que si las denuncias falsas, que si el contrato para follar de Irene Montero... y, la verdad, ya cansa". La frase es de una alumna de segundo de bachillerato de un instituto de Barcelona, pero podría ser de otros miles de chicas de su generación. Es una cuestión sobre la que no hay debate. Docentes y alumnas de institutos catalanes de entornos distintos coinciden: el negacionismo machista está creciendo de forma preocupante entre los adolescentes. Se trata de un fenómeno perfectamente identificado y reconocido por la propia 'conselleria' Verge, que ha prendido con fuerza durante este curso y se ha convertido en uno de los grandes retos que abordar a partir de septiembre.

Este verano se han puesto en marcha formaciones para docentes sobre cómo gestionar el machismo en el aula

Los estudios y datos están ahí. Por ejemplo, un informe de la Fundación FAD apunta a que el porcentaje de jóvenes que niega la violencia de género o le resta importancia ha pasado del 12% en 2019 al 20% en 2021. Una encuesta de la Fundación Mutua Madrileña señala que el 16,9% de chicos de entre 18 y 21 años asegura que golpear a la pareja no es violencia de género. Y la última investigación del Centro Reina Sofía revela que en los últimos cinco años estamos viviendo un aumento del antifeminismo entre los adolescentes por considerar que "el feminismo ha impuesto un pensamiento único”. Un reportaje de este diario ya daba cuenta meses atrás del fenómeno: "Muchos de nosotros lo vivimos como un ataque y eso genera enfrentamiento. Sentimos que se les está dando a ellas algo que nosotros no podemos tener", decía un chico. "Siempre apuntan a nosotros. Los hombres acabamos pensando que tenemos la culpa de todo lo que pasa en el mundo. No lo vemos como una cosa igualitaria", añadía un compañero.

A pie de aula, Marta Caño, directora del instituto Maria Espinalt de Barcelona, afirma con rotundidad que "el efecto rebote de los chicos es generalizado". Ya hace un par de años que detectan el problema, lo que ha llevado al centro, de referencia en coeducación, a relizar cambios para "afrontar el tema de los chicos".

En las horas de educación afectivosexual -en el Maria Espinalt esta no es solo una cuestión del currículum, sino que forma parte de su horario-, "los chicos son los que más se quejan, pero a la vez son los que más voz tienen". "Eso nos ha llevado, este curso, a separarlos; hemos llegado a la conclusión de que ellos necesitan un espacio en el que no aleccionarles, sino escuchar cómo lo están viviendo ellos", explica Caño.

Institutos de referencia ensayan nuevas medidas y huyen de plantear el tema con lecciones morales o como una guerra entre chicos y chicas

"Te dicen cosas como que ahora es más fácil ser chica, y yo les respondo que no hemos venido a hablar de chicas, sino de hombres; se trata de crear un espacio donde puedan mostrarse de otras maneras, en el que se les hagan otras preguntas, desde la emoción -continúa Caño-; ser vulnerables es una posibilidad que ellos no contemplan, se cubren con esa capa de 'me da igual', cuando en realidad no es cierto, y a veces se sienten 'invalidados' por el feminismo".

Los docentes advierten de que la información sobre feminismo llega a los chavales de las redes sociales, donde se propagan discursos machistas que ellos repiten

En estos años trabajando el feminismo día a día en el aula, Caño ha llegado a la conclusión de que no se puede plantear el feminismo como una guerra, ya que "el patriarcado nos salpica a todos". "Les estás cuestionando su identidad a chavales en plena adolescencia, es normal que se pongan a la defensiva", concluye, consciente de que su esfuerzo titánico por llegar a los chicos, por buscar referentes con los que se puedan identificar, llega donde llega, porque en la guerra contra el algoritmo de TikTok y Youtube son David contra Goliat.

La desconexión de las chicas

"Es un largo camino que aún no hemos iniciado como sociedad, y ahora nos encontramos con los frutos de no haberlo hecho, y la diferencia de pasos dados entre las chicas y los chicos es enorme. Por eso ellas te dicen que ya pasan de discutir con ellos. Están tan cansadas que ya desconectan; ellas han avanzado muchísimo", zanja.

Pero no todos los institutos tienen la sensibilidad y la mirada puesta en el tema como el Maria Espinalt. De hecho, son muy, muy, pocos. ¿Cómo se trabaja el asunto en el resto de centros? ¿Y con los chicos que estudian FP, donde la coeducación no forma parte ni del currículum?

Lo que más me sorprende es la fuerza con la que ha entrado el discurso de extrema derecha sobre las 'feminazis', tanto en chicos como en chicas. Jordi Trullols, profesor de Artes Gráficas en FP

"Lo que más me sorprende es cómo ha entrado con fuerza el discurso de 'feminazis', tanto en chicos como en chicas. Muchas dicen 'yo soy feminista, pero feminazi no, ¿eh?', este relato de extrema derecha ha calado mucho", apunta Jordi Trullolsprofesor de Artes Gráficas en FP, quien reivindica un cambio en los currículums de la formación profesional para incluir la perspectiva de género, ahora ausente. "En estas edades, de 16 a 18 años, continúa dominando la figura del 'bro', musculitos en el gimnasio, y creo que como docentes nos faltan herramientas para incluir la perspectiva de género dentro del aula de manera cotidiana, más allá de un taller concreto de un día; pero eso requiere una formación", señala el docente.

En la misma línea se pronuncia Hassan El Halloufi, profe de FP en el Instituto Pompeu Fabra de Badalona. "En ciclos como Automoción o Metal hay un gran número de alumnos y no de alumnas, y al no tener a una persona cualificada que les explique qué es el feminismo y por qué es importante, la información solo la reciben de las redes sociales, donde solo les llegan discursos machistas que ellos repiten -describe El Halloufi-. En clase se escucha más la voz de los alumnos que dicen que el feminismo es una mierda que la de los que lo pudieran defender, que a veces no se atreven a decirlo",

Cuando un niño dice ‘calla, maricón de mierda’, te está diciendo que ese grupo necesita saber más sobre homosexualidad. Ainhoa Roca, formadora en Fil a l'agulla

Las dos premisas de partida parecen contradictorias, pero no lo son. La complejidad de los tiempos. Por un lado, ¿cómo no va a haber machismo en los institutos si la sociedad es profundamente machista? Por el otro, y en paralelo, la esencia de la adolescencia está en cuestionar el ‘status quo’ y ahora que la conciencia feminista está mucho más presente en los equipos docentes, en los que la mayoría son mujeres, sienten que cuestionar el 'status quo' es cuestionar el feminismo. Así lo expone Ainhoa Roca, miembro de la cooperativa Fil a l’agulla, entidad que este verano ofrecerá un curso pensado para docentes mujeres sobre cómo gestionar el machismo en el aula

"Espacios seguros"

"Para trabajar con los adolescentes es importante salir de la dinámica de buenos y malos; el machismo es lo malo y es el hombre. Es un error poner solo el foco en que tú, chico, eres el problema, y no en que tú, chico, eres parte de la solución", destaca Roca, quien señala que el reto de la comunidad educativa no es que deje de haber machismo -eso no está a su alcance-, sino "ofrecer espacios seguros en los que escuchar todas las voces y experiencias para ver cómo nos impactan y poder cuidarnos" (la táctica por la que han apostado en el Maria Espinalt). "Les estamos diciendo a los chicos, no, así, no; pero falta un espacio en el que enseñarles otra manera de ser hombres", añade. 

"¿Son nuestras escuelas lugares seguros donde escucharnos, y que no solo sean escuchadas las voces que hablan más fuerte? ¿Las más rápidas? Hay que caminar hacia una escuela más amable", argumenta la profesional, conocedora que en el contexto actual de sobrecarga de trabajo de los docentes eso es todavía más difícil de hacer. "Cuando un niño dice ‘calla, maricón de mierda’ en realidad está haciendo de altavoz, de antena; está diciendo que este grupo necesita saber más sobre la homosexualidad", asegura. Aprender a reaccionar y gestionar esa situación sin saltar supone el gran reto; acompañar a esa criatura, teniendo siempre presente, subraya, la mirada restaurativa, "no solo a quien recibe el daño y a quien lo causa, sino a toda la comunidad", concluye.

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