Astronomía
El cometa verde que vieron los neandertales cruza el cielo gallego
José Ramón Moire fotografía desde Vila de Cruces el ZTF, un astro de cola verdoso que pasa junto a la Tierra cada 50.000 años
Salomé Soutelo | @salome_soutelo
Cielo despejado, antes del amanecer y orientándose hacia el noroeste, buscando la constelación de Auriga (tiene forma de pentágono). Eran las claves para poder ver en la madrugada de ayer el “cometa verde”, el nombre de andar por casa del C/2022 E3 (ZTF), un cometa cuya órbita es tan larga que tarda miles de años en completarla.
De hecho, la última vez que pudo observarse desde nuestro planeta fue hace 50.000 años, en el Paleolítico Superior, cuando los primeros homo sapiens convivían con los neandertales. El 12 de enero este cometa pasó por el punto más cercano al Sol, y en la madrugada del 1 de febrero lo hacía “a solo” 42 millones de kilómetros de la Tierra. Como son de estas cosas que solo se ven una vez en la vida, muchos madrugaron, se abrigaron bien y buscaron una zona con escasa contaminación lumínica para disfrutar de un manto de estrellas que esta vez tenía un plus.
Fue lo que hizo José Ramón Moire, aficionado a la fotografía y a la astronomía. Sobre las 6.30 de la madrugada se desplazó a la zona entre el punto limpio y el Observatorio de Zarragrande, construido hace 30 años y que tiene nula actividad, justo lo contrario de lo que deseaba su creador, José María López. Desde este enclave y empleando distintos objetivos, Moire pudo captar la estela del cometa, un punto verde entre la inmensidad, que de vez en cuando se veía reforzado por el paso de algún satélite artificial.
Zarragrande no es el único lugar de Cruces que nos invita a mirar hacia arriba en las noches despejadas. El Alto da Madanela, que de día ofrece una panorámica tremenda en cualquier estación del año, por la noche permite captar imágenes como el paso de otro cometa, Neowise, en julio de 2020. Y, aunque ya no quedemos aquí ni nosotros ni nuestro recuerdo para cuando vuelva el cometa verde, dentro de otros 50.000 años, al menos sí podremos disfrutar de la Estación Espacial Internacional, que de cuando en vez, como ayer, “rozó” la Luna.
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