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Pilar Bonet, en Ibiza: «A Putin no le basta con Ucrania, quiere someter a Occidente»

«Recibir el premio Francisco Cerecedo me anima porque significa que por lo menos alguien aprecia la información analítica sobre el conflicto en Ucrania», afirma la periodista Pilar Bonet, que reside en Ibiza desde 2021

La periodista Pilar Bonet, ayer, en su casa, en Ibiza. VICENT MARÍ

Pilar Bonet Cardona (Ibiza, 1952) recibió este miércoles, en su casa de Vila, la noticia de que la Asociación de Periodistas Europeos (APE) le galardonaba con el XXXIX Premio de Periodismo Francisco Cerecedo. «Fue una sorpresa muy agradable», comenta antes de entrar de lleno a hablar sobre la guerra desencadenada por Vladímir Putin en Ucrania.

¿Qué significa para usted que reconozcan su labor con el Premio de Periodismo Francisco Cerecedo?

Me anima mucho porque el año pasado dejé mi trabajo como corresponsal en El País y lo que hago ahora que estoy jubilada del día a día es análisis de vez en cuando. Todavía estoy asimilando este reconocimiento y no sé qué decirte, pero me alegra mucho y me siento muy honrada porque significa que por lo menos alguien aprecia la información analítica sobre esa parte del mundo y eso es importante en un momento como éste, cuando es necesario poder entender las cosas en profundidad. Yo no digo que tenga un sight (visión) especial, pero un poco entiendo sobre cómo ordenar las cosas y saber de dónde vienen teniendo 34 años de experiencia como corresponsal en Moscú.

Estaba en febrero en Ucrania justo cuando Putin anunció el inicio de una ‘operación militar especial’ en este país...

Sí, me cogió la invasión allí. Llegué tres días antes. Tenía un seminario en los Cárpatos y decidí pasar primero por Kiev, porque me gusta mucho. El seminario nunca se hizo porque justo el día que tenía que empezar, el 24 de febrero, empezó la invasión.

¿Sospechaba que algo así pudiera pasar?

Ya había una concentración de tropas que se habían ido reuniendo durante el otoño, pero la mayoría de los analistas, incluida yo, no imaginaban que eso se convirtiera en una realidad. Pensaban que era un farol intimidatorio frente a Ucrania y la OTAN, pero no se olían que iban a invadir el país. Aunque varios días antes se reunió el Consejo de Seguridad con Putin y ya se perfilaba que era posible que los rusos entraran, se pensaba que sería para ir hasta las fronteras de lo que son las regiones de Donetsk y Lugansk, pero este ataque masivo, cruel, despiadado e irracional contra Ucrania no lo esperábamos ni yo ni la mayoría de los analistas.

¿Cuánto tiempo se quedó en Ucrania?

Muy poco, estuve dos o tres días y me largué porque no soy periodista para correr entre las trincheras. Eso ya pasó, he estado demasiados años de corresponsal. Hubo un momento de duda y decidí que me iba.

¿Cómo fueron esos tres días en Kiev?

Sonaban las sirenas, la ciudad estaba vacía, los comercios estaban cerrados, no había pasajes para marcharse de Kiev, las carreteras estaban bloqueadas con montones de atascos porque todo el mundo se quería ir a la frontera...Aunque me fui, he seguido ocupándome de Kiev. Paso mucho tiempo hablando con amigos que están allí y en Rusia.

¿Y cuál es la visión de unos y otro sobre el tema?

Cada persona es un mundo y mis amigos son gente a la que yo respeto y quiero. Por supuesto, condenan lo que ha pasado y sufren cada uno a su manera.

¿Cuál diría que es el sentir de la mayoría de la sociedad rusa?

En este momento las encuestas indican que existe una mayoría a favor de la guerra. Por tramos de edad, entre los menores de 30 años las posturas están más o menos igualadas o hay un porcentaje un poco mayor de personas en contra, pero esto queda neutralizado por la mayoría a favor de la guerra de los más veteranos. Pero en esta actitud tienes que valorar varios factores. Tienes que tener en cuenta que la gente es objeto de una propaganda que les martillea y les está repitiendo una y otra vez que Rusia está luchando contra un estado fascista apoyado por Occidente que les iba a invadir si ellos no lo hubieran hecho. También tienes que tener en cuenta que la palabra ‘guerra’ es impronunciable allí porque te pueden caer varios años de cárcel y que hace nada un diputado municipal ha sido condenado a siete años de prisión por oponerse, en una discusión interna en su consistorio, a un concurso de dibujos infantiles a favor de la operación militar rusa. Si tienes en cuenta todo eso comprenderás que la gente no te dice su opinión sinceramente y esto es un condicionante. Supongo que es un poco lo que le pasaba a la población alemana entre 1939 y 1945.

Rusia tiene una máquina de propaganda y desinformación muy potente. ¿Y Ucrania?

No se pueden comparar los recursos. La máquina de desinformación de Rusia es perversa, maligna y sistemática. Puede que los ucranianos hagan algo de propaganda, pero prácticamente no pueden. Están tan ocupados con la guerra que no tienen una propaganda como la rusa: dirigida, institucionalizada, con dinero y con una red en todo el mundo que aprovecha la legislación liberal de las democracias occidentales para colocar contenidos muy profesionales, pero falsos, o para diluir falsedades entre verdades de tal manera que se traga todo (...). La desinformación es parte de una guerra. No nos engañemos, nadie te va a decir el número de muertos o las dificultades que tiene. Todo el mundo va lanzando faroles y es allí donde el periodista se tiene que orientar en la medida de sus posibilidades, lo que no siempre es posible.

A pesar del trabajo que desarrollan periodistas como usted para dar a conocer lo que pasa en Ucrania, ¿cree que la población general de España está realmente al tanto de lo que está ocurriendo y del alcance del conflicto?

No y tampoco el resto de la Unión Europea (UE). No estábamos preparados para esto, no lo estamos y lo comprendemos de forma fragmentaria. Confío en que esto cambie porque realmente los esquemas y los clichés que existen sobre las cosas que pasan impiden muchas veces ver las realidades como son. Ante realidades que no nos gustan, hay diferentes formas de reaccionar: hay quienes cambian el chip para integrar y comprender aquello que no les gusta y hay quienes lo rechazan y prefieren seguir anclados en sus cómodos esquemas. A veces la realidad es tan brutal y somos tan impotentes e ineficaces que es mejor autoengañarse o no querer ver lo que pasa cuando lo que ocurre es demasiado fuerte y nos obligaría reaccionar de formas en las que no queremos reaccionar.

¿Diría que lo que estamos viviendo es la III Guerra Mundial?

En cierto modo sí, no totalmente porque es ser muy pretencioso pensar que el mundo es América, Rusia, China y Europa. El mundo es mucho más. Digamos que es la confrontación más fuerte que ha habido desde la II Guerra Mundial y con el mayor desplazamiento de refugiados que se ha registrado en Europa desde esa época. El conflicto entre Rusia y Ucrania tiene las repercusiones que tiene porque Rusia es una potencia nuclear y porque nos afecta directamente a nosotros, pero piensa en los miles de conflictos con agresores y víctimas claras que existen en el mundo en pequeñas magnitudes entre países que no tienen armas nucleares... No hay que olvidar eso, porque ser refugiado de Afganistán hoy aquí no es ser refugiado de Ucrania y el sufrimiento no es el mismo, sin hablar de los conflictos en África. No podemos pensar que lo nuestro es único. Es único en el sentido de que nunca una potencia nuclear se había aprovechado de esta circunstancia para amenazar y acosar al adversario.

Ya estamos notando los efectos del conflicto de Ucrania en nuestra economía. ¿Qué futuro nos espera?

El futuro se está decidiendo ahora, pero tal como lo veo, muy optimista no soy porque creo que habría que cambiar muchas cosas en nuestra sociedad para estar a la altura de lo que está pasando. Ahora bien, tenemos una serie de vectores que evolucionan con diferentes ritmos: la capacidad de resistencia de Ucrania, la capacidad de resistencia y ataque de Rusia, la capacidad de la sociedad rusa de entender la infinidad de muertes que esto está causando entre sus jóvenes, la eficacia del armamento que se le presta a Ucrania, nuestra propia capacidad de resistir y compensar nuestros problemas energéticos y ser capaces de apretarse el cinturón con otros proveedores y otras fuentes de energía, y el apoyo internacional que tenga Rusia y Ucrania.

¿Putin solo quiere Ucrania?

Putin no solo quiere Ucrania. Hay muchas guerras superpuestas. Hay una guerra de Rusia contra Ucrania, hay una guerra de Rusia contra Occidente y también hay una guerra entre estos sectores separatistas y Kiev. Putin quiere someter a Occidente y que contemos con él. Quiere una relación en la que él esté en el club de las democracias. Quiere imponernos su criterio y un cambio total del sistema geoestratégico.

¿Piensa entonces que Putin continuará con esta guerra contra Occidente aunque consiga Ucrania?

No necesariamente militarmente, porque entonces la OTAN se vería obligada a intervenir y, como ves, la OTAN ayuda a cuentagotas a Ucrania, entre otras cosas, porque no quiere pasar la línea roja en la cual tenga que aplicar el artículo número 5 para defender a algunos de sus miembros. Pero el dominio se consigue de muchas maneras, mira lo que pasa con las sanciones y los hidrocarburos. La UE sanciona a Putin, él corta el grifo y mira cómo estamos porque dependíamos excesivamente de la energía rusa. Cabe preguntarse también, aunque quizás no es el momento, por qué no se ha hecho más deprisa la diversificación energética teniendo síntomas de que Rusia empleaba el arma energética en Europa y la sigue utilizando, no solo para ahogarnos sino también para crear diferencias entre algunos privilegiados y otros que no lo son. Eso continuará si no lo evitamos. Imponer criterios no es solo una cuestión de invadir.

Este conflicto se viene fraguando hace tiempo, por lo menos desde 2014, el año de la adhesión de Crimea a Rusia y de la guerra del Dombás. ¿Por qué la UE ha hecho la vista gorda tanto tiempo?

Eso lo deberías preguntar en Bruselas, porque yo no soy la UE, pero me parece que los occidentales pensaron o quisieron pensar que Crimea era un caso aislado, que las tradiciones rusas allí eran muy fuertes y que el impulso de comerse Crimea era una cosa puntual y no algo sistemático. De aquellos polvos, estos lodos. Crimea marca la etapa que estamos viviendo, porque allí por primera vez Putin traspasa la línea roja que era el reconocimiento de las fronteras de los países surgidos de 1991, que estaba especificado en múltiples documentos internacionales y bilaterales. Es tal la magnitud de lo visto, que la UE , cualquiera que fueran sus presentimientos o pensamientos internos, le pone unas cuantas sanciones a Rusia y pelillos a la mar.

¿Cómo ve usted a Putin?

Hay un Putin colectivo que es él y su entorno. Creo que está absolutamente obsesionado con la idea de que él es el unificador de las tierras rusas, la reencarnación de Pedro I. Está convencido de que está recuperando las tierras rusas porque no ve a Ucrania como un país independiente.

¿Cree que si Putin desapareciera acabaría el conflicto?

Algo cambiaría y sería un alivio que desapareciera. Lo que yo no sé es qué harían los que hoy están a su alrededor, no sé por dónde irían, no sé si sería peor el remedio que la enfermedad. No tengo datos. Ese Putin colectivo es un grupúsculo muy cerrado y la gente que rodea al presidente de Rusia le tiene miedo.

¿Diría que la invasión de Ucrania por parte de Rusia es lo más fuerte que ha cubierto como periodista?

Sin duda, aunque no lo estoy viviendo en directo porque ahora mi trabajo consiste en analizar la información y hablar por WhatsApp y Telegram hasta que me hierve la oreja. Hay cosas muy fuertes que cubrí sobre el terreno como lo de Crimea y lo del Dombás, que supuso para mí un antes y un después. Y puedo jactarme de que siempre me he tomado en serio Crimea y que, después de su anexión, nunca acepté ningunas de las facilidades que daba Rusia para ir allí o al Dombás. Siempre he ido en condiciones absolutamente fatigosas, a través de Ucrania, pidiendo permiso allí y pasando la frontera por el istmo que une a Crimea con el resto de Ucrania, con unas colas terroríficas y unos aduaneros que te hacían un montón de preguntas.

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