Jaime Mora jamás imaginó que iba a convertirse en el tapicero de Dalí. Pero la crisis de la artesanía en los años sesenta le obligó a darle una vuelta de tuerca a su negocio. El mallorquín, que pertenece a la tercera generación de una familia de artesanos especialistas en alfombras y tapices, explica que, por aquella época, "cuando empezó lo que se conoce como boom turístico", decayó todo lo producido a mano. "Por entonces, casi todo nuestro producto se exportaba a EE UU y Alemania", comenta. Con la empresa contra las cuerdas, tuvo que buscar una salida. "Fue por mediación de mi hermano Cristóbal que conocimos al maestro. A él se le ocurrió la idea de fabricar un tapiz a partir de su obra", relata. "En aquel momento, él trabajaba en Girona, la tierra de Dalí, y estaba bien relacionado en la zona", agrega. Fue ya en los setenta cuando el contacto con el secretario del genio, por entonces Enrique Sabater, fructificó. "Fueron dos años de negociaciones complejas. Finalmente, conseguimos firmar el 18 de mayo de 1976 el contrato que nos autorizaba a reproducir 50 tapices del cuadro Figura cubista", detalla. Cada uno de ellos, asegura, va acompañado de una certificación firmada por Dalí.

El genio catalán, de sesgo perfeccionista, procuró que el resultado final de la pieza fuera impecable. "Nos pidió dos tapices de prueba para cerciorarse de que todos iban a ser exactamente iguales", refiere Mora. "Lo que nos llevó más faena es conseguir que los colores fueran idénticos al de la pintura. Estuvimos casi un año trabajando en estas pruebas, probando distintas fórmulas de tintes para que quedaran bien", continúa. Al pintor le satisfizo tanto el resultado final que, dos años después, le encargó al artesano mallorquín la producción en tejido de un díptico surrealista.

25 años después de la muerte de Dalí, Mora evoca el encuentro que tuvo lugar en Figueres. "Recuerdo que se extendieron en el suelo del teatro-museo los dos tapices de prueba de Figura cubista [el 0 y el 00]. Él anduvo por encima de ellos, con su bastón. Y al cabo de un par de segundos nos reprochó: ´Hay una línea que está mal´. Pero no era así", asegura el tapicero. Lo que en realidad había pasado es que el cuadro había sufrido desperfectos en su traslado de París a Cataluña. En la posterior restauración esa línea jamás quedó como en el original. "Se lo explicamos y nos dijo: ´Como me habéis pillado hasta a mí, firmamos el contrato", relata el mallorquín. La reunión duró hora y media, y se produjo más tarde de lo previsto debido a la tardanza del pintor, "quien llegó con una hora de retraso". Otra anécdota marcó aquel 18 de mayo, afirma Mora. "Dalí tenía ganas de charlar y me preguntó por Ramon Llull. La verdad es que me quedé muy cortado porque apenas sabía nada de él; en el colegio de aquella época apenas se le estudiaba", lamenta. "El artista también me confesó sus ganas de conocer la isla, pero es cierto que no llegó a venir", continúa el artesano.

La pieza en tela de Figura cubista (una pintura ejecutada en 1926, "aunque Dalí siempre me decía que era de 1947") puede contemplarse en estos momentos en la casa-museo del genio en Port Lligat (Cadaqués). El tapiz -de tejido sobre yute y pura lana virgen- está producido siguiendo una técnica mallorquina y con una calidad de 40.000 nudos por metro cuadrado.

Los acuerdos entre el tapicero y el pintor catalán se repitieron en 1978, cuando el genio le encargó de nuevo otra pareja de tapices (Noche y Día) para su colección particular.

"Me siento orgulloso de haber sido el tapicero de Dalí. La obra que le hicimos es una maravilla y creo que se le ha hecho poca promoción", considera Mora en el 25 aniversario de la muerte del artista. "En España y prácticamente en el mundo, somos los únicos que hemos hecho tapices autorizados de su obra, y esto es importante para Mallorca", concluye.